Paul Alejandro Sánchez

Paul Alejandro Sánchez

Energía Circular

Con esta entrega terminamos la trilogía de la basura y desechos relacionados con el sector energético y las tecnologías dominantes. Hace dos semanas nos adentramos en la crisis pública que generaban los desechos de los caballos —orina, estiércol y cadáveres— en las grandes ciudades de finales del siglo XIX y principios del siglo XX; y la semana anterior, analizamos cómo el crecimiento en el uso de los combustibles fósiles en el mundo ha producido un incremento en las emisiones de gases de efecto invernadero relacionados con el cambio climático.

El problema que causaban los desechos de los caballos fue resuelto cuando se masificó el automóvil y se incrementó el uso de combustibles fósiles como principal fuente de transporte en el mundo. En el futuro próximo, el uso de las fuentes fósiles podría ser reemplazado por la generación y el almacenamiento de las renovables, pero eso podría también traer consigo a la basura energética del futuro.

Llegado el momento, la proliferación de paneles solares y baterías será de tal magnitud que, al igual que el caballo en su momento o las emisiones de gases de efecto invernadero, su disposición final puede ser un problema público de gran importancia.

Toneladas de basura del futuro

Aquellos paneles solares que se han instalado en los últimos años y los que están por instalarse podrían sumar, para 2040, 770,000 toneladas. Esta cifra irá en aumento en la medida en que los techos del mundo se cubran de paneles solares; algo que podría ser relativamente rápido, considerando que las ciudades más importantes del mundo ya han comenzado a desarrollar políticas para que las nuevas construcciones aprovechen sus techos para generar energía eléctrica.

Por otro lado, el alcanzar el potencial energético que pueden liberar las energías renovables requiere del desarrollo del almacenamiento a gran y pequeña escala; esto es batería en las plantas de generación, pero también en edificios, comercios, parques industriales y hogares.

Si bien hay muchos desarrollos tecnológicos en etapa de investigación y maduración, hoy en día el almacenamiento convencional se realiza a través de baterías de litio que contienen níquel, cobalto, aluminio, manganeso y otros componentes; de tal forma que, las baterías para autos y el sector eléctrico que se han desarrollado hasta ahora (y las que sigan en el futuro próximo) pueden representar cerca de 7.8 millones de toneladas al año para 2040.

Dado que uno de los principales costos de un auto eléctrico es la batería y su reemplazo puede significar más gasto —en términos de inversión nivelada— que comprar otro auto, es altamente probable que no solo la basura sean las baterías sino todo el armazón del automóvil (además de que no se eliminan otros desechos legados, como las llantas).

Una solución para la basura del futuro

Para resolver estos problemas del futuro próximo se requieren dos elementos trabajando de forma conjunta y en sinergia:

  1. Políticas de disposición final de esta basura en el presente que atiendan de forma responsable el retiro en el futuro. Es decir, se debe extender la responsabilidad del productor y consumidor en el presente, para tener los medios de reciclaje, disposición y reuso en el futuro
  2. Innovación y desarrollo para aumentar la vida útil de la tecnología y transitar hacia mejores métodos de generación y almacenamiento de energía y transporte.

Quién sabe, quizá otra transición energética, allá en el futuro lejano, nos permita cambiar de generación solar, almacenamiento convencional y autos eléctricos a un sistema basado en el hidrógeno como vector de energía, almacenamiento y transporte. Falta mucho, pero sin duda, el futuro energético del mundo será sorprendente.

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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