Paul Alejandro Sánchez

Paul Alejandro Sánchez

Energía Circular

“Si le hubiera preguntado a la gente que querían me hubieran dicho que caballos más rápidos”

– Henry Ford

Los desperdicios y desechos de una época están asociados a la tecnología dominante. Es decir, no es lo mismo la basura del pasado que la basura del presente y, tengan por seguro, que la basura del futuro tendrá nuevas características que hoy no se analizan a gran profundidad. Con esto en mente, esa semana abrimos una serie de tres entregas para analizar la basura, desperdicios y desechos relacionados con la energía en el pasado, presente y futuro.

Para hablar del pasado no nos remontaremos hasta la era de hielo, sino al cenit del modelo energético previo a la masificación de los automóviles de combustión interna, entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando dominaba el transporte impulsado por el músculo de los animales, particularmente, por caballos.

La principal fuente de energía de este medio de transporte era, precisamente, el alimento y, por su puesto, requería de mantenimiento y refacciones particulares, por ejemplo, el cambio de herraduras, medicina, agua y un lugar apropiado para el descanso. Como podrán imaginar, el principal desecho de ese sistema de transporte eran el estiércol y la orina de los caballos que caían directamente a las calles y, por su puesto, sus cadáveres cuando pasaban a mejor vida.

Se estima que en Nueva York se vertían más de 600 litros de orina y más de tres toneladas de estiércol al día. Adicionalmente, cada año se desechaban más de 15,000 cadáveres de caballos al día, lo que representaba una tasa de reemplazo de entre 15% y 20% al año. O sea, que iba creciendo la demanda y la necesidad de criar más caballos.

Esta situación generaba empleos y emprendedores hacían negocio. Por ejemplo, el exceso de orina requería que se lavaran las calles varias veces al día y para ello se crearon carretas que transportaban agua con esta función y trabajadores del gobierno se encargaban de lavar las calles. Por su parte, aparecieron recolectores de estiércol organizados y depósitos quienes cobraban por levantar y disponer de los desechos. Se utilizaban más de 20,000 caballos y mulas en Nueva York, para las tareas de recolección y disposición de los desechos y lavado de calles.

Sin embargo, este modelo de movilidad  generaba también daños a la salud. Se estima que en los 1900s, en Nueva York, alrededor de 20,000 personas morían al año a causa de enfermedades relacionadas con los desechos de los caballos que eran transmitidas por el aire. Por lo que la recolección y disposición de los desechos era fundamental.

Dadas las proyecciones de crecimiento, la mayor parte de los historiadores concuerdan que el uso del caballo no era sostenible en el largo plazo por tres razones: la gestión de los desechos, el encarecimiento de la comida para caballos que ya llegaba a ser más caro que el carbón y por las emisiones de metano que se hubieran arrojado a la atmósfera debido a un mundo movilizado por caballos.

Por otro lado, el carbón era el energético primario para la generación termoeléctrica, las máquinas de vapor y la movilización por ferrocarril y barcos. Por lo que, además de los impactos ambientales en su extracción, también se generaban emisiones de gases de efecto invernadero. De tal forma que las grandes ciudades industriales de la época se caracterizaban por hollín, nubes negras y mala calidad del aire.

Si bien, hoy en día los hidrocarburos se han convertido en los villanos a vencer para mitigar el cambio climático, su adopción en el primer cuarto del siglo XX permitió una primera transición energética que ayudó a mejorar la gestión del estiércol y el carbón y más. Sobre esto analizaremos la siguiente semana. Hasta entonces.

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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