• La vergüenza por la obesidad y la discriminación alimentan los trastornos alimentarios y provocan discriminación.
  • El Ozempic y los medicamentos GLP-1 no son medicamentos para bajar de peso. Son algo mucho más poderoso y surrealista: fuerza de voluntad inyectable, según el autor.
  • Prescribir los medicamentos GLP-1 sin receta médica para bajar de peso es legal, y el aumento de su popularidad provocó escasez de medicamentos.

La calle estaba vacía, por lo que nadie me estaba viendo llorar afuera de las altas puertas de vidrio de Levain Bakery. No había nada que me protegiera del personal que estaba dentro mirándome, aturdido, sollozando, mareado por emoción por lo que los medicamentos para bajar de peso le habían hecho a mi cerebro.

No puedo contar cuántas veces las galletas de Levain me sabotearon la dieta: cualquier día disciplinado se venía abajo al ser absorbido por esos mantecosos agujeros negros.

Luchaba contra la tentación; a veces ganaba, pero con demasiada frecuencia sentía que mi cuerpo palpitaba deseoso de la recompensa de dopamina (salivación en la boca, tensión en la garganta) antes de ceder ante las galletas, resentirme por mi elección y experimentar la misma vergüenza de siempre.

Entonces, cuando me di cuenta de que no me importaba entrar por las galletas, desconfié de mí mismo. Me obligué a visualizar ese primer bocado perfecto, esperando a que se me hiciera agua la boca y me doliera la mandíbula… no ocurrió nada.

Cuando me di cuenta de que podía ganar mi batalla diaria sin siquiera luchar, sentí como si hubiera aprendido a respirar bajo el agua, como si hubiera perdido suficiente peso para levitar.

Los medicamentos que usé para mi transformación

Sentí esceptisismo cuando escuché que había medicinas que se estaban volviendo muy populares para bajar de peso, como Ozempic y otros medicamentos GLP-1.

Como tantas personas con sobrepeso crónico, lo probé todo y todavía más: estimulantes, suplementos, ayuno intermitente bajo en carbohidratos y grasas, e incluso laxantes.

Pero en realidad, estos medicamentos nuevos no son lo que esperaba. No son medicamentos para bajar de peso, en absoluto. Son algo mucho más poderoso y surrealista: fuerza de voluntad inyectable.

La creciente popularidad de los GLP-1 no solo significa que millones de nosotros que nos castigamos por tener sobrepeso podremos ganar esa batalla de por vida, significa que vamos a reevaluar nuestra concepción del libre albedrío y la agencia humana, y deconstruir nuestra torturada relación con la vergüenza.

Gran parte de la cultura dietética, de nuestra cultura en general, menosprecia las decisiones que tomamos sobre los alimentos.

¿Qué sucede, entonces, cuando una droga revela que comer, jugar y tantas otras conductas en realidad no son algo que podamos elegir? Al igual que cuando Prozac desmanteló el mito de que la depresión es una elección, o cuando avances científicos anteriores refutaron la idea de que enfermedades como el cáncer eran acusaciones morales, los GLP-1 y medicamentos similares están cambiando nuestro sentido compartido de lo que es nuestra elección y lo que es biología.

Las estrategias fallidas para perder peso

Para aquellos que tienen la suerte de nunca haber luchado con perder peso, deben comprender cuán inútiles son la mayoría de las estrategias para perder peso.

Aunque las personas pueden «tener éxito» con una dieta durante meses, tal vez incluso un año, muchas personas que hacen dieta finalmente recuperan peso.

La mayoría de las docenas de dietas y planes de salud que he seguido durante más de 30 años me han ayudado durante un tiempo, pero todos me prepararon para fracasar.

Durante mucho tiempo, la única estrategia basada en evidencia para un control de peso seguro y a largo plazo fue la cirugía. Pero la cirugía gástrica es costosa y dolorosa, y muchos pacientes también terminan recuperando peso.

Además, el peso muchas veces no influye en la salud. Durante décadas, los movimientos a favor de la aceptación y los derechos de las personas subidas de peso resaltaron cómo la discriminación por el peso afecta a cientos de millones de personas en todo el mundo.

El sesgo anti-gordo le cuesta a las personas empleos, relaciones, acceso a espacios públicos y más. La vergüenza por la obesidad y la discriminación también alimentan los trastornos alimentarios que afectan a decenas de millones de personas y matan a más de 10,000 estadounidenses cada año. Aunque la cultura de la dieta es mortal para algunos y discriminatoria para muchos más, tenemos la necesidad médica de perder peso.

Mi experiencia personal perdiendo peso

En 2017, todo cambió durante un examen físico que me hice: los impactantes números de colesterol se convirtieron en visitas a especialistas y luego en una sombría advertencia de que mi vida se estaba acortando.

Comencé un proyecto masivo de pérdida de peso, ejercicio y cambio de estilo de vida. Configuré una hoja de seguimiento con un amigo; elaboramos una serie de premios para las semanas en las que estábamos sanos y castigos para las que lo hacíamos mal.

Después de leer tantos estudios sobre la tasa de fracaso de las dietas, decidí que necesitaba algo que realmente me aterrorizara si caía en la tentación de comer de más. Extendí un cheque por 10,000 dólares a la organización que más odiaba en el mundo, la Asociación Nacional del Rifle, y se lo envié a mi amigo.

Gracias a la combinación de incentivos, responsabilidad, presión social y la imagen mental de Wayne LaPierre cobrando mi cheque, perdí 31 kilos e incluso corrí un maratón.

Pero no por mucho tiempo; no vencí las estadísticas, ya que durante el aislamiento por covid-19 perdí gran parte del progreso que había logrado.(No, la NRA nunca recibió ni un centavo).

Incluso después de la era del encierro, mientras corría y levantaba pesas todas las semanas, realmente no tenía gran progreso.

Cuando me di cuenta de que podía ganar mi batalla diaria contra la tentación sin siquiera luchar contra ella, sentí que había aprendido a respirar bajo el agua, como si hubiera perdido suficiente peso para levitar.

La experiencia con el Mounjaro

La experiencia de mi amiga después de nuestro desafío de salud fue muy diferente. A principios de 2022 empezó a tomar Ozempic. El fármaco inyectable simula el GLP-1, una hormona que regula el metabolismo. Poco después, mi amigo cambió a Mounjaro, que también simula una segunda hormona llamada polipéptido inhibidor gástrico o GIP.

Los resultados fueron asombrosos. Mientras yo pasaba de una dieta efectiva a otra, abandonando los carbohidratos y luego ayunando intermitentemente, mi amigo perdía peso semana tras semana aparentemente sin reglas ni restricciones. El verano pasado me sentí tan estancado, debilitado y desesperado que le di una oportunidad a Mounjaro.

Milagrosamente, en menos de una semana recibí una receta de mi médico. Mi seguro ayudaría a cubrir el costo; no necesitaba autorización previa.

El empleado de la farmacia dijo que era la primera vez que veían a alguien gastar solo 20 dólares en un medicamento que normalmente se vende al por menor entre 1,000 y 1,200 dólares al mes. Tuve mucha suerte. Muchos planes de salud se niegan a cubrir los GLP-1 para bajar de peso, citan una aprobación limitada de la Administración de Alimentos y Medicamentos.

Prescribir los medicamentos para bajar de peso GLP-1 sin receta médica para bajar de peso es legal, y el aumento de su popularidad provocó escasez de medicamentos.

Lamentablemente, muchas de las personas con mayor riesgo de padecer enfermedades relacionadas con la obesidad y la diabetes tienen dificultades para acceder a los medicamentos. Como ocurre con cualquier otro aspecto de la medicina estadounidense, el impacto es más agudo para quienes pertenecen a comunidades de color de bajos ingresos.

Mi proceso de pérdida de peso con la medicina

Me sentí aprensivo al sostener la jeringa del tamaño de una lámpara de mano que todavía estaba frío cuando la saqué del refrigerador. Me sentí como si estuviera apuntando con un arma cargada al enorme vientre que despreciaba.

Respiré, presioné un botón, me preparé para el dolor y… no sentí casi nada. Fue tan decepcionante que llamé a mi amigo para asegurarme de que no lo había arruinado. Luego seguí con mi día.

El cambio comenzó a la mañana siguiente. En la frenética avalancha de correos electrónicos y Zooms, me olvidé del desayuno. A las 2 de la tarde me di cuenta de que llevaba desde las 6 de la mañana sin comer nada y todavía no tenía hambre.

Cuando entré a la cocina, me sorprendí aún más al ver la cafetera casi intacta. Cuando era joven, había aprendido a vivir a base de café, tomándome dos, a veces tres tazas de café expreso al día. Nunca pensé que mi hábito del café fuera una adicción o un control deficiente de los impulsos, sino lo que mi cuerpo quería para seguir el ritmo del trabajo. Pero de repente mis opciones estaban cambiando.

Cuando salí de mi edificio para almorzar, pasé por Levain y aún no sentía nada, me di cuenta de lo que había provocado en mí esa droga.

La vergüenza de vivir con un cuerpo no normativo

Lo que pasa con toda una vida de vergüenza es que no tienes idea de lo pesada que es la carga hasta el momento en que la dejas.

Si me hubieran preguntado qué pensaba sobre el peso antes de Mounjaro, habría dicho que era frustrante pero que, en general, no era gran cosa. Claro, tuve problemas con la dieta y los impulsos, pero ¿no les pasó a todos?

Solo un día después de la primera inyección del medicamento para bajar de peso, me di cuenta de cuánto dolor había soportado con mis kilos y de cómo la humillación de la obesidad se había vuelto central en mi forma de definirme.

El trauma comenzó en mi infancia

No sé cuándo tuve sobrepeso por primera vez, pero recuerdo el momento en que me enseñaron a avergonzarme de ello.

Era Halloween, y tenía 8 años; junto con mi grupo de amigos vivimos la celebración de una manera única en Nueva York, saqueando varios departamentos.

Comenzamos en el último piso del almacén de aduanas convertido en mi hogar en Greenwich Village, antes de ir corriendo a través de la ciudad hacia el edificio de 20 pisos y 500 unidades de mi amigo.

Horas más tarde teníamos bolsas de dulces casi tan grandes como nosotros. Me senté en el sofá de mi amigo para saborear la primera parte de la noche.

Mientras arrancaba la envoltura roja del Kit Kat, una voz familiar detrás de mí dijo: «No». Tartamudeé una pregunta confusa: ¿Por qué no podía empezar cuando todos los demás estaban atiborrándose? «Porque estás gordo», dijo la voz, «y ellos no».

La vergüenza de ese momento se quedó conmigo durante décadas: un espejo de juguete que me transformó de niño a cerdo. Se convirtió en una parte inquebrantable de lo que concebía como mi yo esencial. Yo era un «niño gordo».

Una vez que interioricé esa etiqueta, se volvió indeleble. No importa cuál fuera mi peso real, lo veía a través de esa lente de fracaso moral. Tener sobrepeso, obesidad y, finalmente, obesidad mórbida me parecía el destino, el subproducto inevitable de mi incapacidad para priorizar mi salud sobre mi apetito.

Incluso cuando hacía dieta, hacía ejercicios de salud o incluso corría el maratón de la ciudad de Nueva York, todavía me consideraba una persona profundamente imperfecta debido a las elecciones alimentarias que quería tomar. La vergüenza por la grasa que encontré cuando era niño era parte de mí, sin importar lo lejos que corriera o lo mucho que hiciera dieta.

Con esa primera inyección de Mounjaro, el medicamento para perder peso, mi desesperación empezó a desaparecer. Vi que, si bien los adultos y los médicos me habían culpado por comer en exceso, mi propia biología me había preparado para fracasar.

No, no eres lo que comes

Cuando tu identidad se define por tu sobrepeso, por tu sensación de debilidad y fracaso, tu forma de ver todos los demás aspectos de la vida se deforma.

Soy una persona muy optimista, después de graduarme de la Facultad de Derecho de Harvard, trabajé en una de las firmas de abogados más importantes del país antes de fundar una organización sin fines de lucro de derechos civiles. He corrido docenas de carreras de larga distancia, aparecido en cientos de segmentos de televisión, competido en una docena de historias de Moth y todavía me consideraba una persona floja e indisciplinada.

Claro, corría casi 50 kilómetros por semana, pero era a un «ritmo de gordo». Claro, jugaba tenis cuatro, cinco e incluso seis horas cada fin de semana, pero estaba haciendo la clínica «fácil». En el trabajo, la imagen corporal alimentó el síndrome del impostor que descartaba lo que construía. Y ni siquiera sé por dónde empezar cuando se trata de la cacofonía del caos que llamo citas.

Cambié mis pensamientos sobre los medicamentos, no son tan malos

Todos esos sentimientos no desaparecieron en el instante en que inyecté la primera inyección, pero por primera vez en mi vida pude verlos con el brazo extendido, trazando los tenues hilos que los unían a dolorosos recuerdos de la infancia. No importa cuántas veces te digan que el metabolismo de cada persona es diferente, no lo crees realmente hasta el momento en que lo sientes.

Otros han encendido algunas alertas rojas sobre estas drogas y que pueden ser adictivas, pero muchas de estas conversaciones pasaron por alto el papel que juega la vergüenza en cómo vemos el peso.

Estas drogas pueden reprogramar no solo la forma en que nuestro cerebro toma decisiones, sino también cómo nos vemos a nosotros mismos.

Pueden detener el círculo vicioso de retroalimentación en el que nuestras elecciones de alimentos y nuestro peso generan la vergüenza que impulsa nuestras elecciones de alimentos y genera nuestro peso.

Mounjaro y su efecto en mi salud

Después de ver mi propia respuesta a Mounjaro, no me sorprendió saber que los investigadores están haciendo experimentos para entender si los GLP-1 pueden tratar las adicciones a las drogas, el alcohol, el tabaquismo e incluso el juego.

Algunas personas incluso informaron que ayudan a controlar conductas compulsivas como rascarse la piel. Los datos son preliminares y es posible que estos medicamentos no funcionen para todas estas afecciones.

Aún así, parece claro que estos medicamentos para bajar de peso pueden ayudar a moldear nuestros comportamientos de manera imposible. Ahí es donde comienzan las preguntas difíciles.

Los medicamentos GLP-1 resaltan con qué frecuencia culpamos, e incluso castigamos, a las personas por decisiones que no son realmente suyas. Esto va mucho más allá de la comida.

La mayoría de compañeros juristas piensan que el castigo es injusto y no deberíamos sentirnos culpables, pero muchos de los que están en nuestras prisiones y cárceles son arrestados debido a una adicción.

Pretendemos definir el cerebro y el cuerpo, desenredando qué tiene que ver con lo biológico y qué podemos controlar con nuestro dominio propio; pero eso es una farsa.

Las personas con adicciones graves (y sus familias) comprenden desde hace mucho tiempo que la biología y la cognición están vinculadas.

Los GLP-1 brindan a millones más esta información crucial, poniendo en tela de juicio gran parte de nuestro sistema criminal. La culpabilidad es la piedra angular de la criminalización.

Es por eso que (al menos en teoría) no castigamos a las personas por delitos que cometen por accidente, cuando están incapacitadas o cuando apuntan con una pistola.

La ética de estos medicamentos

Visto a través de la lente GLP-1, gran parte de nuestro sistema legal se parece al «Informe de minorías» de Stephen Spielberg. La película planteaba un futuro sombrío en el que los sospechosos eran arrestados por delitos anteriores que aún no habían cometido, pero que cometerían algún día.

Al ver la película, se siente muy mal encarcelar a personas que ni siquiera decidieron violar la ley. Ese mismo sentimiento podría afectar la forma en que vemos el procesamiento de DUI, delitos de drogas y mucho más.

Tan solo en los últimos cinco meses, Mounjaro me ha cambiado la vida de manera sorprendente.

Otras preguntas son desconcertantes, como cómo y cuándo administrar GLP-1 a los niños, surgirán incluso antes. Alrededor de 17% de los jóvenes de 10 a 17 años en Estados Unidos están clasificados como obesos.

Si bien muchos cuestionan los estándares actuales de masa corporal, a millones de niños ya se les está aconsejando que pierdan peso. ¿Quién debería elegir si utilizar o no GLP-1? ¿Debería ser una opción?

Una cosa sería si estos medicamentos para bajar de peso fueran solo medicamentos para bajar de peso, pero alterar la mentalidad de un niño durante el desarrollo podría tener efectos para toda la vida.

Las cuestiones morales se vuelven aún más espinosas en los casos en que los niños y los padres no están de acuerdo. La ética del consentimiento se vuelve increíblemente compleja de navegar.

Conclusiones sobre los medicamentos

En solo los últimos cinco meses, Mounjaro ha cambiado mi vida de manera sorprendente: perdí más de 18 kilos, comencé a correr de nuevo (terminé mi primer medio maratón desde que comenzó el covid-19) y mi colesterol y mi presión arterial son los más saludables. Me liberaron de una lista cada vez mayor de medicamentos a los que los médicos advirtieron que podría estar encadenado por el resto de mi vida.

Poco antes de escribir este artículo, dejé de tomar Mounjaro durante un mes. Quería ver cómo sería volver al status quo. Si bien muchas personas que dejan de usar GLP-1 comienzan a ganar peso nuevamente, yo logré no recuperar peso.

Sin embargo, fue una victoria hueca porque fue un mes de agonía. Constantemente me obligué a alejarme de las cosas que quería, a ignorar la interminable variedad de tentaciones. No importa cuán pesada fuera esa carga, una cosa la hizo más fácil de soportar: mi vergüenza no me agobiaba.


* Albert Fox Cahn es el fundador y director ejecutivo del Surveillance Technology Oversight Project, o STOP, un grupo de derechos civiles y privacidad con sede en Nueva York.

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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