Ivonne Vargas

Ivonne Vargas

Laberinto Laboral

Que algunos universitarios trabajen mientras estudian no es novedad. El asunto es cómo capitalizar mejor esa experiencia y lograr que los jóvenes ganen competencias laborales antes de concluir la carrera, aun cuando se trate de aquellas con horarios más complejos. 

Y es que la transición de la educación al trabajo, el hecho de llegar con mayor conocimiento sobre las necesidades en el terreno laboral, es uno de los principales desafíos para esta población. Tampoco esto es nuevo, sin embargo, la dificultad y demora para colocarse en un puesto de trabajo no cambia; al contrario, se agudiza.

La Organización Internacional del Trabajo calcula que, a nivel mundial, la mayor parte de los jóvenes tiene que esperar un promedio de 13.8 meses para encontrar un empleo estable.  En México, 63% de los egresados llega a su primer trabajo a los seis meses o más de terminar sus estudios, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Egresados 2021, que realiza la Universidad del Valle de México. 

El primero obstáculo para los jóvenes sigue siendo la poca o tardía vinculación con el mercado. Haciendo un zoom, diría que no suele haber claridad —en la mayoría de los casos— no solo de lo que sucede en el entorno laboral, sino en la industria donde se quiere iniciar carrera; qué oportunidades se ofertan, con qué salarios, qué habilidades sociales se demandan, entre otros elementos. 

“Carecer de experiencia es la barrera número uno para colocarse. Para acercarse a empleos relacionados con lo estudiado es vital monitorear cómo está su industria”, cuenta Adriana Rico, coordinadora del Centro de Opinión Pública de la UVM. 

El exceso de confianza respecto a formación universitaria es otro obstáculo 

De manera frecuente me encuentro con que la idea de laborar mientras se cursa una carrera genera, entre muchos papás y algunas escuelas, el estigma de que serán ‘malos estudiantes’, pues su rendimiento puede disminuir al incorporar otra actividad. Para algunos, incluso, es pérdida de tiempo. 

A ellos los invito a ponerse del otro lado de la barrera e imaginar cómo es la inserción profesional cuando se egresa y no se tiene referencia del mercado. Incluso hay que reflexionar sobre cómo se abren las fuentes de búsqueda cuando se tiene cierta idea del mundo exterior.

Tenemos a los jóvenes que piensan que la carrera y su proactividad bastan para emplearse. Ayuda, más no es lo único. Es clave entender dónde pueden iniciar la búsqueda, y el canal predominante para conseguir un primer empleo es la familia y los amigos. En tres palabras: red de contactos.

Además, solo 55% de los encuestados por el Centro de Opinión de la UVM, entre más de 10,000 participantes, señala que se han colocado en puestos relacionados con su carrera.

Entonces la barrera en este caso es confiarse. Siguiendo la lógica de competencias, el hecho de que los estudiantes hayan trabajado durante sus estudios, más que ganar o perder el tiempo, tendría que leerse como clave para adquirir habilidades distintas a las de sus compañeros. No ser uno más egresado de cierta carrera.

Lo importante de la experiencia previa, aun cuando no se trata de un trabajo vinculado a los estudios, es aprender actitudes y hábitos que son un ingrediente fundamental de la profesionalidad. Lo más valioso, y consulten esto con un reclutador, es ganar competencias de carácter para que las empresas tengan una mejor idea de cómo se desempeñaría ese joven. 

La precariedad del mercado laboral es otra barrera

El estudio realizado por la UVM muestra que 21.5% de los contratados ganan entre 1,500 y 3,000 pesos al mes. En cifras escabrosas uno de cada 10 egresados gana un salario por debajo de los 1,500 pesos.

Otra limitante, propia del mercado —y esto tiene que ver con género—, son las promociones en el primer empleo.  Los hombres reciben más oportunidades de cambio sobre la función por la que fueron contratados que ellas, y esta población encuentra más dificultad en la primera contratación. En América Latina, 23.3% de las mujeres tarda más de siete meses en tener una primera oportunidad frente a 16% de los hombres, de acuerdo con cifras de la Organización Internacional del Trabajo. 

En marzo de 2020 había 1.9 millones de jóvenes mayores de 15 años, que formaban parte de la Población Económica Activa; mientras que en mayo de 2021 son 700,000, según estimaciones laborales de Retribuye, firma especializada en gestión administrativa de personal. Armando Leñero, presidente de la firma, me comparte que además del reto que supone que la empresa considere la incursión de una persona, que muestra poco conocimiento con las actitudes que demanda el mercado, hay otro: conseguir una oportunidad con prestaciones sociales. 

Abordemos el tema del primer empleo desde la óptica de empezar antes, adquirir aptitudes laborales que demandan los empleadores en los primeros empleos y, de esa manera, poder profesionalizar aún más la búsqueda una primera oportunidad. 

Quedarse en la línea de que el mercado es injusto, o que tener un buen título es necesario, en nada beneficia la inserción laboral. Así que por lo pronto, comparto un listado de las habilidades socio emocionales que son más útiles en la búsqueda de una primera oportunidad:

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Brenda Peralta / Business Insider México

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