• Pocos padres lo reconocen, pero tener un hijo preferido es algo real pero esto puede tener consecuencias en el autoestima y relación de los hermanos.
  • Sin embargo hay algunas maneras de mantener un vínculo sano y evitar que esto pase.
  •  Algunas maneras en que puedes hacerlo es mantener normas, obligaciones y responsabilidades iguales para todos y evitar las comparaciones.
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Tener un hijo favorito es seguramente uno de los mayores tabúes de la paternidad. Los padres suelen negarlos mientras que lo normal entre hermanos es señalarse unos a otros. Pero, ¿hay de verdad una preferencia de los padres hacia uno de sus descendientes? ¿ Y cómo afecta eso a cada uno de los hermanos? ¿Se pueden establecer vínculos sanos a pesar de esto?

Si recurrimos a la ciencia todo apunta a que por mucho que se intente ocultarlo, tener un hijo favorito es algo real y frecuente.

Un estudio realizado por la Universidad de California en 2015 publicado en el Journal of Family Psychology que examinó 384 familias reveló que 74% de las madres y 70% de los padres mostraron un trato preferencial hacia uno de los hijos.

Y aunque parezca un tema menor o anecdótico, está lejos de serlo.

Las percepciones de favoritismo, que puede que no se expresan pero se entienden tácitamente, tienen un efecto nocivo en todos. Tanto para los que se sienten desplazados como los que deben cargar con el peso del favoritismo.

El resultado de la preferencia parental percibida por los hijos, según un informe del Centro de Investigaciones Familiares de la Universidad de Cambridge hecho en 2015, es uno de los principales factores de distanciamiento entre hermanos al ser adultos.

¿Por qué se quiere más a un hijo que a otro?

Tener un hijo favorito quizá no signifique quererlo más que a otro, sino mostrar una predilección hacia este. Los motivos pueden ser varios, a veces ser el primogénito, otras el pequeño; todo apunta a que en general es una cuestión de afinidad.

«Hijo favorito, no sé si sería el concepto más adecuado para categorizarlo», remarca la psicóloga infantil Bárbara Zapico. «Sino un hijo que se asemeja más a nosotros, nuestros gustos, afinidades… es decir, una proyección nuestra», añade.

De manera similar se posiciona la doctora María Consuelo Vilasánchez, psicóloga y miembro de Doctoralia.

«Lo cierto es que muchos padres tienen preferencia por alguno de sus hijos, ya sea por su carácter o especial vinculación, algo que no tiene que hacerles sentir culpables, ya que como en todas las relaciones, conectamos más con unas personas u otras por diferentes razones», explica la especialista.

«Pero sí debe mantenernos alerta si esa preferencia es muy marcada o se demuestra en exceso», advierte.

Las consecuencias pueden notarse incluso en la edad adulta

Getty Images.

No es raro pensar que si tienes un hijo favorito esta inclinación se cuele sutilmente en la manera de educar y tratar a toda tu descendecia.

Sobra decir que cualquier diferencia en el trato debería ser minimizada hciendo que las normas, obligaciones y responsabilidades se repartan a partes iguales.

«Las demostraciones afectivas deben ser proporcionales, y cuidado con las comparaciones», señala Vilasánchez «sobre todo si se dan de manera frecuente en detrimento de los otros hijos, ya que ello puede influir en el autoestima y autoconcepto».

En la Facultad de Artes Liberales de la Universidad de Purdue llevan años analizando los vínculos familiares en torno a la idea de «favoritismo». Entre los resultados observados en su estudio longitudinal de más de 20 años de investigación, (dados a conocer en 2020), se encontró que si bien los hijos detectan un preferido, no suelen identificarlo correctamente.

Se equivocaron 60% de las veces sobre las preferencias reveladas por sus propios padres. Una confusión que tenía efectos igualmente nocivos en todos los miembros.

«Aunque los niños solían ser inexactos, percibirse a sí mismos como los más decepcionantes de la familia tenía un efecto más fuerte sobre la depresión que cualquier otro factor, excepto su propia salud física», señala Jill Suitor , investigadora del estudio.

El favorito tampoco está libre de preocupaciones. «Al elegido puede afectarle de manera que se sienta presionado a cumplir las expectativas de sus padres y con el ‘deber’ de no defraudar a sus progenitores, lo que le puede causar ansiedad», asegura la experta de Doctoralia.

«A los que no son los ‘elegidos’ puede afectarles en su autoestima y seguridad», añade.

Además, el estudio Crianza parental y psicopatología alimentaria vincula incluso la percepción del trato preferente con trastornos de la alimentación. Aquellos pacientes analizados con esta afección percibieron mayor rechazo, sobreprotección y menos calidez que los grupos de control. 

Cómo establecer vínculos justos y sanos con todos tus hijos

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Criar a todos tus hijos por igual, más allá de favoritismo, debería ser tu meta a alcanzar como padre. Y de hecho, hacerlo no es difícil. Resumiendo se podría decir que solo se trata de un poco de sentido común y de mantener la balanza equilibrada.

Para ponerlo en práctica Vilasánchez da una serie de consejos a la hora de no hacer patente posibles favoritismos.

  1. No establecer comparaciones entre los hijos. Eso hace que el que es comparado se sienta mal y puede provocar además situaciones de celos y rivalidades.
  2. Es importante reforzar lo bueno de los hijos. No centrarnos en los fallos y sí en los logros.
  3. Aceptar las diferencias de cada uno de los hijos, y ver las cosas positivas de cada uno, no solo los fallos.
  4. Que las normas sean las mismas para todos, las responsabilidades y las consecuencias de las acciones.
  5. Cuando haya problemas familiares a resolver involucrar a todos los miembros de la familia.
  6. Dedicar asimismo un tiempo individual para cada uno de los hijos: estar atentos a sus necesidades de manera personal.
  7. Hacer actividades conjuntas en familia, intentando disfrutar de esos momentos.

«Los vínculos sanos pasan por establecer tiempos individuales a cada uno de los hijos para equilibrar la balanza», sugiere a su vez Zapico.  «También preocuparse por lo que a cada uno le interesa o le gusta». 

Además, las normas de comportamiento, al igual que los refuerzos, deben ser iguales para todos. «Con ello conseguiremos un clima de mayor armonía y equilibrio».

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