• Los expertos señalan que hay una permanente interacción entre la salud física y mental.
  • 8 estudios y 6 investigadores esclarecen cómo influyen la salud física en la mental y viceversa.
  • Padecer depresión o ansiedad podría ser un factor de riesgo para desarrollar enfermedades cardiovasculares o cáncer, pero falta investigación.
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La salud física no existe sin la mental y viceversa. En esto coinciden varios expertos que hablaron con Business Insider España.

«La salud es la salud. El mundo lo dividimos para entenderlo mejor, por eso hablamos de salud física y mental. Pero una no es sin la otra», dijo en entrevista Rafael San Román, psicólogo en ifeel, plataforma de bienestar emocional y apoyo psicológico.

Además, existe una relación de continuidad entre la salud física y la salud mental señaló Unai Aso, psicólogo sanitario en Psonríe. «Por ejemplo, sabemos que practicar actividad física aumenta la neuroplasticidad cerebral y mejora los síntomas depresivos».

«Podemos constatarlo en nuestro día a día cuando la ansiedad nos produce taquicardia; la vergüenza dilata los vasos sanguíneos que causan el rubor; y el miedo tensa nuestros músculos», dijo Aída Rubio, responsable de contenidos clínicos de TherapyChat.

Según San Román, algunos pacientes con depresión, esquizofrenia u otro trastorno mental grave pueden notar, en ocasiones, señales en su propio cuerpo. «Hay una permanente interacción de lo físico y lo psicológico», insistió el experto.

Esta relación es también evidente en problemas «menores». «Si yo tengo un dolor de cabeza —un ligero problema de salud física— es muy difícil que yo esté alegre o inspirado», ejemplificó.

«Esa sincronía hace que todas las enfermedades tengan un componente psicológico que puede aliviar o agravar el cuadro médico. De la misma manera, las alteraciones emocionales tienen un impacto en nuestra salud física», explicó la experta de TherapyChat.

Algunas investigaciones esclarecieron este tipo de vínculos también para enfermedades más graves o difíciles de tratar como las cardiovasculares o el cáncer. Aunque se necesita más investigación sobre la causa de estas interacciones.

«30 años de datos epidemiológicos indican que la depresión predice el desarrollo de enfermedades cardíacas», aseguró Jesse C. Stewart, profesor de psicología en la Universidad de Indiana.

De hecho, los autores de un estudio dicen que la prevalencia de depresión entre pacientes cardíacos —que oscila entre 20% y 30%— es más del doble que en la población general.

«Cada vez existe más evidencia de cómo los estados emocionales inciden en la aparición o intensificación de numerosas patologías», puntualizó Rubio.

«Por ejemplo, estar sometidos a periodos de gran estrés laboral aumenta las probabilidades de sufrir mareos, náuseas o dolores de cabeza recurrentes; en algunos casos incluso, puede desencadenar un resfriado. Esto se debe a que nuestro cuerpo está somatizando nuestro malestar psicológico».

Varios estudios sugieren que los problemas de salud mental pueden ser factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares

La asociación de la depresión como factor de riesgo suele ser similar a la de otros como el colesterol alto, la hipertensión, la diabetes o la obesidad.

Un estudio, en el que participó Stewart, sugiere que tratar la depresión temprana podría reducir el riesgo de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares a casi la mitad. Pero solo si se hace antes del desarrollo de la enfermedad cardiovascular sintomática.

En 2017, Stewart reveló que los adultos con un trastorno o síntomas depresivos tienen 64% mayor de riesgo de sufrir la enfermedad de las arterias coronarias.

Mientras que los pacientes con esta enfermedad y síntomas de depresión, son 59% más susceptibles de tener un evento cardiovascular grave, en comparación con los que no los tienen.

Otra de las investigaciones presentadas en el mismo año evidenció que los pacientes tienen el doble de probabilidades de morir si desarrollan esta enfermedad mental después de ser diagnosticados con una patología cardíaca.

Y una de las últimas investigaciones revisadas por pares, del British Medical Journal en 2019, señala que la depresión aumenta el riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular aterosclerótica en un 41% para los hombres y un 48% para las mujeres.

«También han revelado que tener ansiedad puede incrementar nueve veces las probabilidades de sufrir daño vascular. Y estar deprimido puede ser un factor de riesgo para la diabetes tipo II», destaca Rubio.

Estos vínculos, de acuerdo con la experta de TherapyChat, dependen del equilibrio del cuerpo.

«Se trata de un vínculo muy especial que nos hace funcionar como un todo perfectamente integrado. El problema es cuando ese equilibrio se rompe por una alteración que se mantiene en el tiempo, como ocurre en las personas con ansiedad, depresión o están sometidas a un gran estrés laboral», explicó.

«En estos casos, no solo se afecta el equilibrio emocional sino que también aumenta el riesgo de sufrir alteraciones físicas a largo plazo. Estas pueden ir desde el sangrado de encías, lesiones en la piel hasta un ataque al corazón», advirtió.

La salud mental también puede ser un factor de riesgo para el cáncer

En lo que al padecimiento del cáncer respecta, pone en evidencia una revisión sistemática y metaanálisis publicado en Nature, la depresión y la ansiedad se asocian a un riesgo significativamente mayor de incidencia de cáncer —sobre todo de pulmón, cavidad oral, próstata y piel—.

También a la mortalidad específica por cáncer y mortalidad por todas las causas en pacientes oncológicos, lo que coincide con los resultados de otros de sus estudios publicados en 2019.

«La angustia psicológica (síntomas de depresión y ansiedad) se relacionó con una mayor mortalidad específica por cáncer y una menor supervivencia del cáncer, pero no con una mayor incidencia de cáncer», puntualizan los autores del metaanálisis.

No obstante, el psicólogo de ifeel destaca que en el cáncer influyen muchas más cosas que un momento de ansiedad o estrés.

Otros hallazgos de un estudio publicado en PLoS ONE en 2017, también han revelado que podría haber una relación bidireccional entre la depresión y los trastornos autoinmunes.

«Esto sugiere que los factores de riesgo compartidos pueden contribuir a esta relación, incluidas las exposiciones ambientales comunes que aumentan los niveles de inflamación de referencia y los factores genéticos compartidos», concluyen los autores.

«Lo que sucede es que nuestro bienestar, tanto físico como mental, está determinado en última instancia por el equilibrio químico en nuestro cuerpo. Hormonas como el cortisol y neurotransmisores como el acetilcolina no solo se encargan de regular nuestras emociones sino que también intervienen en la regulación del ritmo cardiaco o la presión arterial», explica Rubio, de TherapyChat.

La evidencia científica de que los problemas mentales pueden causar enfermedades físicas es insuficiente

La mayoría de los estudios son observacionales, por lo que no se puede concluir que unas son la causa de las otras, según el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre (NHLBI, por sus siglas en inglés).

De hecho, la depresión también se asocia con otros factores de riesgo por lo que puede ser difícil separar sus efectos de los de otros, dijo Robert Carney, profesor de psiquiatría en la Universidad de Washington.

Otros expertos sugieren que hay explicaciones conductuales plausibles. Algunos son una dieta deficiente, falta de ejercicio, los medicamentos y una mayor prevalencia de tabaquismo se han asociado con la depresión.

«Nada de esto significa que nuestro estado emocional sea suficiente para provocar una enfermedad física en una persona sana. Pero si se trata de alguien que ya padece sobrepeso o hipertensión, las emociones pueden actuar como detonantes», aclaró la psicóloga de TherapyChat.

«Sin embargo, es importante tener en cuenta que esto también ocurre en sentido inverso. Es decir, el diagnostico de una enfermedad crónica puede afectar la estabilidad mental de una persona e incrementar el riesgo de depresión o ansiedad».

San Román también señala que el estrés genera mucha tensión física, activación del organismo, y esto puede influir en el sistema circulatorio. Pero, aclara, no porque se tenga una depresión es más probable que se sufra un infarto.

«Si yo vivo permanentemente sometido a un nivel de ansiedad o estrés, tengo malos hábitos de vida y una vulnerabilidad genética, pues hay mucha más probabilidad de sufrir un accidente vascular», apuntó. Añadió que tampoco se puede asegurar que mejores hábitos de vida o estados de ánimo eviten estas enfermedades o mejoren su tratamiento. «Desgraciadamente no funciona así».

Hay expertos que también cuestionan la utilidad del llamado «pensamiento positivo». Esto por el riesgo de utilizar ese tipo de mensajes simplistas o de autoayuda para convertirlos en una especie de panacea que todo lo cura», advirtió.

Los análisis sugieren que la depresión y la ansiedad pueden tener un papel etiológico y un impacto pronóstico en el cáncer. Pero, puntualizan, existe una posible causalidad inversa.

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