La energía personal en el mundo laboral, y a veces en la vida misma, se manifiesta y mide entre dos extremos: el burnout y el engagement.
El primero es una condición de salud catalogada por organismos internacionales que se traduce clínicamente como “síndrome del quemado” en el trabajo, y que se caracteriza por un agotamiento excesivo, desmotivación e insatisfacción total, y hasta cinismo ante el bajo desempeño. “Anda tronado”, diríamos coloquialmente en México, aunque no es la mejor traducción.
La otra cara es el engagement, término también del inglés, que se entiende como compromiso o involucramiento, y que se define como un estado de motivación y conexión emocional con las actividades que se realizan en el centro del trabajo, al punto que el colaborador puede dar más de lo que se le pide y no se cansa.
Así, el burnout es un estado en que la persona llega a dudar de todo y todos, se vuelve un cínico en cuanto a su desempeño y resulta inmune a cualquier esfuerzo de motivación. Se está cansado incluso después de descansar muchas horas o días. ¿Los has visto?
El burnout es un problema de salud
Los más motivados o conectados experimentamos un alto nivel de compromiso con lo que hacemos, hay una sensación de que el tiempo no pasa y el cansancio no llega, aunque, hay que decirlo, no se puede trabajar de ese modo todo el tiempo, incluso en el trabajo más apasionante. Sin embargo, tenemos muchos compañeros así y da gusto estar a su lado (bueno, el quemado no piensa igual).
El burnout es un problema de salud en México y el mundo. Hay que estar atentos a las señales de alerta de los primeros síntomas, y no dejar avanzar a esta enfermedad.
Antes de estar quemado, hay indicios de cansancio severo, confusión con lo que hacemos y un deterioro de las expectativas sobre nosotros mismos y del lugar en que trabajamos. Es el momento de actuar, nos toca a todos: al que sufre ese estado de ánimo, a sus compañeros, que notamos y sufrimos su actitud; a su líder, responsable de observar los resultados, y (no solamente) al área de gestión de talento.
Gran parte de este problema se deriva de un detalle que la mayoría de los líderes formales pasan por alto. Enfocan su función en los indicadores del negocio (ventas, producción, servicios o la felicidad del jefe, por encima de la felicidad de los colaboradores), cuando en realidad gestionan personas y su energía, tan indispensable.
Algunos consejos para prevenir el burnout y propiciar el engagement, y en el que deben participar todos, como ya lo dijimos, es contar con descripciones del puesto y sus tareas de forma clara, enfocarse en las fortalezas y generar maneras de reconocer continuamente el esfuerzo de las personas.
Por ejemplo, hay puestos que pueden parecer monótonos y rutinarios, aun en ellos se puede encontrar motivadores, desde observar los beneficios que nos ofrece a nosotros mismos, a la organización o a los clientes, hasta mirar el objetivo personal que podemos alcanzar si seguimos con esa actividad: pagar la hipoteca, los estudios propios o de los hijos, un viaje u obtener tiempo libre de calidad.
Un gran ladrón de la energía es el no tener clara la descripción del puesto y andar perdido resolviendo cosas que no son tan importantes. Hay un desgaste emocional muy fuerte en esta situación. Proponer el rediseño de nuestras tareas, trabajarlas con los compañeros y el líder, resulta muy sano, y la organización debe abrir los espacios de diálogo para este fin si no quiere quemar a sus colaboradores.
Todos tenemos fortalezas y priorizarlas para atacar nuestras tareas puede ser parte de ese rediseño del puesto. Cada uno de nosotros somos responsables de reconocer esas virtudes, pero también el líder y los compañeros debemos poderlas ver en el otro para dividirnos mejor el trabajo.
Y el reconocimiento de la labor de nuestros compañeros y colaboradores es magia pura, que nos hace trabajar con gusto y comprometidos.
Evidentemente, el burnout y el engegament, son dos extremos, pero un buen punto medio seguro está más cargado hacia el compromiso.
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