Ana Peña

Ana Peña

Tech Talk

Hace poco vi un capítulo de Black Mirror que me dejó impactada. En este, Joan, una mujer común y corriente pasa su día normal, despide a una compañera de trabajo, se encuentra con su exnovio, va a terapia y en la noche se sienta con su prometido a ver “Streamberry” (Netflix en este mundo). Ahí ve una serie llamada “Joan Is Awful” y resulta ser una recreación de su día interpretado por un deepfake de Salma Hayek. Así la serie comienza a seguir el momento a momento de la vida de Joan resaltando sus peores momentos y su vida y reputación como la conoce se ven afectados.

En el capítulo tocaron el tema que llevó a Joan a encontrarse en esa situación: al inscribirse a “Streamberry” no leyó los términos y condiciones, y les cedió todo el derecho de utilizar su vida e imagen para lo que les plazca. Incluso hay una escena en la que intenta demandar a la empresa, pero su abogada le dice que el contrato (sí, porque es un contrato), es a prueba de balas. Y esto nos lleva a la reflexión, ¿qué estamos firmando nosotros?

El objetivo de Black Mirror es mostrar sociedades futuras donde la tecnología ya nos afectó como sociedad, pero no podemos limitar este tema a algo del futuro, es algo presente. Según un análisis de Visual Capitalist, 97% de las personas entre 18-34 años no lee los términos y condiciones antes de inscribirse a algún servicio. Yo no he leído gran parte de los de las aplicaciones que utilizo todos los días, y seguro tú tampoco (sin mentir, ya nos tenemos confianza).

También está un factor que contribuye. ¡Estos contratos son enormes! Los términos y condiciones de Microsoft, por ejemplo, tienen más de 15,200 palabras, que se traduce a aproximadamente una hora de lectura para la persona promedio. Si hacemos la suma de todas las aplicaciones que utilizamos, tendríamos que separar más de 250 horas para leerlo todo. 

¿Estoy vendiendo mi alma?

No creo que sí vaya a llegar Netflix a poner un programa que ventanee nuestros momentos más humildes, pero sí tenemos que entender la realidad. El dar acceso a las empresas hace que guarden tus datos, y así se va armando un rompecabezas de quién eres tú, qué te gusta, qué estás predispuesto a comprar… todo. 

Ya no me sorprende estar utilizando Facebook y que me salga un anuncio de la bolsa que le estaba comentando a mi amiga que me gustaba. Son permisos que le he estado dando a las páginas y aplicaciones que utilizo una y otra vez. Y hay empresas que saben que no leemos estos términos, aquí te van unos ejemplos:

En 2010, la tienda Gamestation incluyó una cláusula en sus términos y condiciones que dice que cualquiera que comprara un producto en su tienda el día de los inocentes, transferiría su alma a la empresa de manera irrevocable. Claro, también incluyeron un link que “anulaba” la transferencia y otorgaba un cupón para quien sí leyó, pero aún así, el 88% de los compradores ese día vendió su alma.

En datos menos perturbadores, Mailchimp y Amazon Web Services tienen en sus términos un apartado que los deslinda de la responsabilidad de retrasos en envíos en caso de un apocalipsis zombie. Tal vez el no leer los términos y condiciones de una empresa nos hace perdernos de unas cuantas carcajadas… o nos hace vender nuestra alma.

¿Qué puedo hacer?

Muchas veces pensamos “Pues ya saben todo de mí, ¿qué más da un dato más?”. Pero siempre hay más. Nuestro entorno geográfico, a qué grupo pertenecemos, hasta qué colores y sabores nos gustan. Llega un punto en el que no sólo te involucra a ti, sino también a tus seres queridos. Pero seamos honestos, nada de lo que te acabo de contar te va a convencer de leerlos, pero sí hay algunas cosas que podemos hacer:

  1. ¡Ve videos! Hay gente que sí lee los términos, o se dedica a eso, y sube a distintas plataformas lo que debemos saber de cada uno. Tan fácil como escribir “Resumen de términos y condiciones de Tinder”
  2. Pon a una inteligencia artificial a leerlos mientras te bañas. Incluso puedes pegarlos al traductor y pedirle que lo hable. Si prefieres cantar mientras te bañas, puedes ponerlos mientras cocinas, manejas, o incluso mientras haces ejercicio (la sabiduría puede motivarte para tu siguiente repetición).
  1. Hazlos parte de tu club de lectura. Es broma, pero si quieres no es broma. Tal vez leerlos en conjunto puede hacerlo más divertido.

También como empresa debemos estar conscientes de lo que estamos ofreciendo a nuestros usuarios. ¡Cuidemos a nuestra gente! Parte de ser una empresa ética es el saber que no estás poniendo en riesgo a las personas que están confiando en ti. El poder garantizar seguridad en esta era digital puede ser lo que te distinga como persona y empresa.

No te quiero asustar a que no te inscribas a una página nueva nunca más. Lo crucial es la información, saber a dónde, por qué y con quién nos estamos metiendo, y así analizar si estamos cómodos con lo que estamos firmando. Actualmente tener ciberseguridad puede ser como ponerle seguro a tu puerta, y en tu casa tú decides a quién dejas entrar, ¿por qué no hacer esto con nuestro “yo” virtual?

términos y condiciones | Ana Peña

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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