• Según un estudio de Deloitte, los líderes no son capaces de desconectarse en 73% de los casos.
  • Se sienten solos y uno de cada cuatro asegura estar deprimido.
  • Los ascensos a ser jefe puede afectar la vida personal, y no solo la laboral, de la persona.
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En la City de Londres o en el Manhattan de «Suits», subir pisos en una oficina puede ser un símil de la escalera profesional, a alcanzar la meta máxima en lo laboral: ser jefe. Cuanto más cerca del cielo, mayor sueldo y personas a tu cargo. 

Sin embargo, lo que parecía el sueño de todo empleado tiene su contraparte: los líderes son más infelices que sus trabajadores.

Es la conclusión del último estudio sobre estrés laboral y conciliación laboral de Deloitte. En él, se entrevistó a 2,100 empleados y directivos de Reino Unido, Canadá, Australia y Estados Unidos.

40% de las personas que tienen un cargo como jefe sufre un gran estrés laboral y se sienten sobrepasadas por el trabajo, ello frente a 35% en el caso de los empleados.

Además, 30% se sienten solas, respecto al 25% del resto de trabajadores. El 26% afirma que están deprimidas, tres puntos porcentuales por encima del resto de la plantilla.

Al salir del trabajo, el estrés laboral persiste. Los líderes no son capaces de desconectar en 73% de los casos. 63% de sus empleados, tampoco. 

¿Por qué ser jefe causa frustración no solo en lo laboral? 

Los indicadores que miden los síntomas de estrés laboral revelan que quien es jefe no duerme lo suficiente. Además, no tiene el tiempo necesario para la familia, los amigos o el gimnasio.

La falta de conciliación entre el trabajo y la vida privada es una problemática común para las plantillas laborales. Y eso está causando un grave impacto entre los ejecutivos.

“Muchas veces accedemos o buscamos ascensos profesionales sin realmente preguntarnos si es el camino que queremos seguir”, afirma Patricia Naranjo, psicóloga y talent coach con experiencia como senior talent advisor de Recursos Humanos en Oracle.

“Estas promociones pueden ser contraproducentes. Por ejemplo, cuando los directivos no tienen las habilidades y competencias necesarias. O realmente no se está dispuesto a asumir una mayor responsabilidad”, asegura.

Si estás a punto de ser ascendido, la psicóloga recomienda que te plantees preguntas como:

  • ¿Me considero un líder?
  • ¿Puedo adquirir las habilidades que requiere el puesto?
  • ¿Para quién es este ascenso?
  • ¿Esto es para mí y mi familia o para el aplauso o el reconocimiento de otras personas?

En ocasiones, destaca Naranjo, los trabajadores buscan ese ascenso no solo para obtener un salario más alto, sino para recibir un mayor reconocimiento social. 

“Parece que, si no escalas profesionalmente, entonces estás estancado o cómodo. Muchas veces es más inteligente no aceptar posiciones que no sabemos si vamos a poder sostener”, destaca la psicóloga.

Por ejemplo, 56% de los altos ejecutivos ha dimitido recientemente en Estados Unidos y 81% está considerando buscar otro empleo que le permita tener mejor una mejor conciliación laboral con su vida personal, según el estudio de Deloitte.

En el país se está produciendo, además, un fenómeno inédito conocido como la Gran Dimisión; alcanza a todo tipo de perfiles y que se está extendiendo por todo el mundo.

La rotación en las firmas es cada vez mayor. Es uno de los grandes desafíos a los que se enfrentan los empleadores al construir sus equipos.

¿Cómo afrontar mejor un ascenso?

“Tanto el estrés laboral como la frustración son problemas muy habituales tanto a nivel individual como a la hora de trabajar o gestionar equipos”, comenta Naranjo.

La mejora salarial no es un motivo suficiente como para asumir un elevado nivel de estrés. Por ello, es importante reflexionar sobre si este cambio es deseado o no.

“Es una fase de aprendizaje. La frustración, igual que la tristeza, cumplen una función: si sabemos utilizarlas, nos dan información para que podamos aprender y replantearnos cosas para poder avanzar y seguir creciendo» destaca.

Acerca de los cambios que un nuevo jefe podría implementar para mejorar la gestión que conlleva su cargo, la psicóloga y talent coach «pone el foco» en reducir al máximo las reuniones.

“El exceso de (juntas) puede ser una fuente de estrés laboral y más si en ellas intervienen varias personas. Hacer presentaciones, tener interrupciones constantes o no hablar de las cosas que realmente son importantes pueden ser elementos que nos hagan saturarnos si se hacen en exceso”, declara Naranjo.

Sin embargo, la realidad es que las reuniones no han hecho más que aumentar en los últimos años.

Con la llegada de la pandemia, las organizaciones han tratado de suplir el trabajo presencial con un incremento en la modalidad virtual. Esto tanto para mantener el espíritu de equipo, como para controlar el flujo de trabajo.

Muchas veces, “hay un exceso de control y este tipo de reuniones, que suelen ser para reportar o para generar nuevas ideas, son poco productivas y apartan a los empleados de dedicar tiempo efectivo a cumplir sus responsabilidades”.

Tal como menciona la psicóloga, una investigación realizada por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), que fue publicada en enero, concluyó que «la cantidad adecuada de días de reuniones laborales por semana no debería exceder los tres días” .

Siguiendo esa pauta, la productividad de los directivos aumentó 73% y también su nivel de satisfacción.

La pandemia da una «llamada de atención» a directivos

A raíz de la pandemia, para muchas personas las prioridades cambiaron. “Pasar tiempo en familia, con los amigos, o tener hábitos saludables ha adquirido un mayor valor”, reconoce Naranjo.

Un nuevo contexto que ha provocado que pasar el día entero en la oficina ya no sea atractivo, aunque implique más sueldo. 

“Las empresas cada vez dedican más esfuerzo y recursos a captar talento y cada vez menos profesionales están dispuestos a aceptar cualquier condición. El empleado está en posición de exigir ciertas cosas; antes, quizás, era más complicado”, señala.

Este cambio de paradigma presenta una oportunidad tanto para trabajadores como los directivos.

“Nos ayuda a restablecer el rumbo y tener una mejor satisfacción laboral y, por lo tanto, personal. También es una señal de que los empleados están tomando una posición de liderazgo y ganando mayor poder de negociación”, según la psicóloga.

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