Rosario Sánchez

Rosario Sánchez

Water Talk

Mi relación con ella no es muy diferente a la que tenemos la gran mayoría de las mujeres: una relación ordinaria, de saber que estará ahí de una forma u otra: me refiero a la discriminación.

Las mujeres siempre estamos en contacto con la discriminación, pero esta se vuelve más aguda cuando falta un recurso con el cual también estamos inevitablemente relacionadas: el agua. 

La relación entre la mujer, el agua y la discriminación es más directa de lo que podemos imaginar quienes tenemos el privilegio de abrir una llave y disponer del líquido a nuestro antojo… por lo menos hasta que llegue la siguiente temporada de escasez. 

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), más de 2,100 millones de personas en el mundo no tienen acceso al agua de forma segura, así que estamos hablando de por lo menos 1,000 millones de mujeres sin acceso seguro a este recurso vital.

¿Por qué importa hacer esta distinción?

Porque los estudios internacionales señalan que el sector más afectado cuando la escasez de agua apremia es, precisamente, el de las mujeres y, por supuesto, las niñas. 

Es por mucho que nos afecta más. El 80% de los hogares sin acceso seguro al agua potable dependen de las mujeres y niñas que salen a buscarla. Ahí van ellas caminando hasta 10 kilómetros diarios o más para cargar sobre sus espaldas o sus cabezas unos 20 litros de agua.

Mientras más escasez aqueje a una población, más tiempo van a invertir las mujeres en acarrear agua, con el consecuente efecto en temas clave para su desarrollo como la educación. 

Por si queda alguna duda, en México son 8.1 millones de hogares los que no tienen acceso al agua potable segura, datos de la Encuesta Nacional de Vivienda, 2020, multiplicado por el promedio nacional de habitantes por hogar de 3.6, el resultado son 29.16 millones de personas sin acceso a agua potable segura.

Claro, esto sin considerar que el 25% de los hogares en México no son nucleares, es decir que abuelos, suegros, primos o tíos conviven en el mismo espacio. Así que, a grandes rasgos habrá ahora mismo unos 15 millones de mujeres acarreando agua como parte de su quehacer cotidiano.

¿Usos y costumbres?

Como la discriminación misma, el que a las mujeres les toque acarrear el agua es una costumbre, que se realiza sin pensar, sin notar, sin saber de dónde viene o por qué llega. Quizá alguna vez hizo sentido, cuando los hombres salían a cazar mamuts, pero en este momento de supuesta modernidad cargada de derechos humanos, incluido el del agua, parece un tanto absurdo. De hecho, parecería que vamos para atrás en el tiempo, tanto en la discriminación como en el acceso al agua. 

Las mujeres nos desperdiciamos tan brutal e involuntariamente como al agua. La ONU también advierte sobre los riesgos de esos viajes en busca de agua, que son ocasión para la inseguridad y la violencia de género. Igualmente, cuando la calidad del agua es mala, cunden los padecimientos en la familia, ¿y quién destina su tiempo al cuidado de un enfermo? 

¿Y si hablamos del uso? La mujer tiene la histórica responsabilidad en el uso de agua al nivel del hogar, como la cocina, el lavado de la ropa, y la higiene en general. Las mujeres, como el agua, son más recordadas cuando ya no están porque estamos acostumbrados a su rol y no lo cuestionamos. La discriminación se nos da de forma natural. 

Acciones en México

Por todo este escenario, no es de extrañar que en México como en el mundo surjan cada vez más colectivos que unen la condición de la mujer con el problema del agua.

Está por ejemplo «Agua y vida: mujeres, derechos y ambientes», una organización chiapaneca que ha pugnado por darle a la ecología una perspectiva de género.

También hay muchas mujeres participando en el “Consejo Maya Chikin–Já”, un grupo que no ha dejado de protestar por la contaminación del agua ocasionada por las granjas de cerdos en Yucatán.

Un gran antecedente es la “Organización de Mujeres Ecologistas de la Sierra de Petatlán”, organizada en 2003 por Celsa Valdovinos, para luchar contra la tala de árboles en esta zona.

Años atrás, también se creó “Mujer y Medio Ambiente”. Por último, más del 75% de los miembros del equipo que colabora en la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA) son mujeres, es simplemente contundente. Y así hay muchas otras. 

Sabemos que la representación de la mujer en puestos de liderazgo en torno al agua es limitada, pero poco a poco ha estado creciendo. Llevará tiempo, trabajo, educación y mayor esfuerzo, pero esa es una carga que sí queremos echarnos en la espalda. 

* Rosario Sánchez es investigadora científica senior del Instituto de Recursos Hídricos de la Universidad de Texas A&M.

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.


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