- Al tener la sede de los próximos Juegos Olímpicos, Francia tiene la oportunidad de cambiar la percepción que el mundo tiene de ella.
- Sin embargo, la división política en el país y la inseguridad en su capital podrían provocar que no lo logre.
- Francia deberá resolver múltiples problemáticas antes de la ceremonia de inauguración, que será el 26 de julio.
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París, sede de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos este verano, ofrece a Francia una enorme oportunidad geopolítica.
Organizar el megaevento deportivo más grande del mundo puede mejorar la imagen de una nación, cambiar las percepciones sobre ella y ayudarla a proyectar soft power en todo el mundo.
Al expresidente francés François Hollande se le atribuyó el mérito de haber instigado la candidatura exitosa para organizar los Juegos Olímpicos de 2024, 100 años después de que París fuera la última sede en 1924.
No obstante, es Emmanuel Macron quien ha disfrutado asumir el mando en su búsqueda por presentar una nueva visión de Francia.
Algunos creen que la presidencia de Macron era justo lo que necesitaban los Juegos Olímpicos, dada su aparente búsqueda de transformar a Francia en una nación progresista y más abierta al exterior.
De hecho, Macron ha demostrado ser un experto en jugar juegos de soft power a través del deporte. Esto incluye sus esfuerzos por mantener al futbolista Kylian Mbappé jugando en Francia.
Y ciertas características de los próximos Juegos Olímpicos ciertamente parecen progresistas, desde eventos de breakdance y carreras de BMX en la Plaza de la Concordia, hasta nadadores en el río Sena y mascotas andróginas.
Estos elementos parecen ilustrar cómo París quiere que el mundo lo vea —abierto, acogedor y contemporáneo— y reflejan la promesa de Macron de ser un “revolucionario con traje”.
Sin embargo, aquí es donde los planes olímpicos de Francia pueden comenzar a desmoronarse. Esto se debe a que muchos ven a Macron más como un disruptor discordante que como un gran reformador.
Incluso en los mejores tiempos, muchos franceses resienten la naturaleza parisina de su país. Una atención tan brillante sobre la capital este verano puede acentuar ese sentimiento y ser explotada por los rivales políticos de derecha de Macron.
Al mismo tiempo, el presidente y su partido Renacimiento han causado consternación entre algunos grupos recientemente. Por ejemplo, la prohibición de que los miembros del equipo olímpico de Francia usen hiyab fue ampliamente criticada.
Además, la división social interna aún podría arruinar el verano del deporte parisino.
En ningún lugar de París la división social es más evidente que en los suburbios del norte de la capital, que también albergan el Estadio de Francia, la villa de los atletas y varias otras instalaciones olímpicas.
Los funcionarios del gobierno esperan que el evento genere un impulso económico y conduzca a la regeneración de distritos como Saint-Denis.
No obstante, algunos observadores se muestran escépticos y creen que los Juegos Olímpicos son lo último que necesitan los habitantes de Saint-Denis, ya que tienen el nivel de vida medio más bajo de Francia continental.
Otros destacan las altas tasas de criminalidad en el norte de París. Una prueba de ellos se vivió en la final de la UEFA Champions League 2022, cuando los aficionados del Liverpool fueron atacados.
Y a pesar de que se habla mucho del estilo parisino y de un nuevo comienzo para la “marca Francia”, la capital ahora tiene una desafortunada reputación de criminalidad callejera.
Se suponía que los Juegos Olímpicos serían una manera de cambiar las percepciones, pero aún está por verse si el evento lo logra.
Lo que sí sabemos es que la respuesta excesivamente entusiasta de la policía local presenciada en la final de la Champions League en 2022 y los fallos en la venta de boletos que condujeron a ella no se pueden repetir. En caso de que ocurra, la reputación internacional de Francia quedaría seriamente socavada.
Hacer que las ciudades anfitrionas de los Juegos Olímpicos sean seguras es siempre un gran desafío. Tras las protestas masivas, los disturbios y los ataques terroristas de la última década, los problemas de París parecen especialmente graves.
Sin embargo, este es solo uno de varios problemas que han afectado sus preparativos olímpicos.
Ciudad de luz (y oscuridad)
Siguen surgiendo preocupaciones de que el Sena esté demasiado sucio para nadar en él, aunque se han tomado meses para intentar limpiarlo.
Para demostrar la seguridad del río, el alcalde de París se ofreció a nadar en él. Posteriormente, el presidente Macron dijo que estaba dispuesto a hacer lo mismo.
En otros lugares —en una ciudad que lucha por hacer frente a la densidad del tráfico— los arreglos de transporte y los problemas de hospedaje preocupan a algunos funcionarios a medida que se acercan los Juegos Olímpicos.
Además de las continuas afirmaciones de que los hoteles están infestados de chinches, hay escasez de alojamiento y el valor de renta de los departamentos se ha disparado en los últimos meses.
Mientras tanto, los precios de los boletos de transporte público casi se duplicarán y los impuestos turísticos en los hoteles se triplicarán antes de la justa veraniega. Algunos grupos industriales sienten que esto último dañará sus negocios, así como la imagen de Francia en el extranjero.
A finales de septiembre, es posible que muchas personas en todo el mundo tengan una visión mucho más positiva de Francia y su capital. De ser así, Macron se atribuirá gran parte del crédito por la visión internacional de su país.
No obstante, todavía no está en el podio. Están aumentando los problemas que bien podrían socavar uno de los proyectos fundamentales del presidente al proyectar su visión de una nueva Francia.
*Este artículo se publicó originalmente en inglés.
*The Conversation es una fuente independiente y sin fines de lucro de noticias, análisis y comentarios de expertos académicos.
*Simon Chadwick es profesor de Deporte y Economía Geopolítica en la SKEMA Business School. Paul Widdop es profesor asociado en la Universidad Metropolitana de Manchester.
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