• La mayoría de los trabajadores de oficina reconocen que añaden un "extra" en la comunicación digital.
  • La palabrería y el uso excesivo de puntuación y emoticones ayuda a evitar malentendidos, según los expertos.
  • Pero hacer esto puede ser agotador debido a la gran cantidad de mensajes que llegan y envían.
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Bienvenido al extraño, agotador y común mundo de los chats de trabajo, en el que la mayoría de los colaboradores suelen ser diferentes a cuando están en persona:

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Este podría empezar a llamarse Slack-splaning , una expresión sarcástica que en inglés se utiliza para aquellos que intentan explicarle a otros cómo funcionan las cosas.

Todos lo hacemos y parece que no podemos evitarlo. Los mensajes superelaborados, con puntuación sobrecargada y abundantes emoticones son tan habituales en los chats de trabajo de hoy como lo eran las sobras malolientes en la nevera de la oficina en 2019.

Si preguntas ahora a tus compañeros de trabajo, seguramente más de 90% reconocerá que tiene la necesidad de añadir un «extra» en la conversación digital —frases múltiples, puntuación, emoticones…— para aclarar el tono y el significado. De hecho, una encuesta a 3,000 profesionales realizada por Loom reveló que 97% lo hace.

Unos cuantos signos de exclamación por aquí y una cara sonriente del revés por allá puede parecer algo inofensivo, pero los expertos dicen que tener que explicarse en los chats de trabajo resulta psicológicamente agotador. Sobre todo por la gran cantidad de mensajes a los que nos enfrentamos durante la jornada laboral.

Un informe de Zapier de 2021 reveló que 90% de los trabajadores pasaban hasta 5 horas al día revisando aplicaciones de mensajería del trabajo como Slack y Microsoft Teams.

«Esto, desde luego, no ayuda a la ansiedad social», dice Aditi Paul, profesora adjunta de la Universidad de Pace, Estados Unidos, cuya investigación se centra en la influencia de la tecnología en la comunicación interpersonal.

Pero, según Paul y otros expertos, eliminar el Slack-splaining para siempre no es la solución, porque también tiene beneficios. Te hace pensar más en los demás, por ejemplo.

El punto óptimo, dicen, se encuentra en la intersección de la empatía y la autenticidad. Es decir, ser considerado con los miembros del equipo y, al mismo tiempo, ser fiel a uno mismo. Si te inclinas demasiado en una u otra dirección, aumentas el riesgo de agotamiento y desvinculación con el resto.

«Convertir tus pensamientos en un mensaje escrito es muy diferente a decirlo durante una reunión», dice Paul. «Hay que pensar en el mensaje, tener en cuenta el contexto e imaginar cómo se interpretará cuando se envíe. Todos esos microcálculos hacen que el proceso sea complicado y agotador. Y, por supuesto, nos pasará factura».

Por qué nos explicamos en chats de trabajo

Cuando la pandemia encerró a todo el mundo en sus casas y se abandonaron los puestos de trabajo que podían continuar su actividad en remoto, casi toda la comunicación se volvió digital de la noche a la mañana. 

La falta de interacción cara a cara con los compañeros dificulta el desarrollo de ritmos naturales de comunicación. Solo hay que preguntar a Natalie Bartels, directora de relaciones públicas de 31 años, Estados Unidos. 

Bartels, que dirige un equipo de 10 miembros de la generación Z repartidos por todo el país, dice que ha tenido que construir una personalidad en Slack en el trabajo que es notablemente diferente de su comportamiento en la vida real, que tiende a ser «sarcástico y seco».

Le preocupa que sus mensajes a los miembros de su equipo sean malinterpretados, por lo que «los adorna con emojis y signos de exclamación» para asegurarse de que no se perciben de una manera demasiado negativa.

«Tengo que asegurarme de que suena bien», dice.

Su impulso es de bondad, pero eso no lo hace menos agotador. Solo se ha reunido con sus colegas en persona un par de veces.

«Tengo que pensar en los sentimientos de los miembros de mi equipo: si alguien tiene un mal día, no quiero que un mensaje mío en Slack sea la razón por la que se desborda», dice.

«Pero también cansa mucho tener que pensar en ello todo el tiempo», añade.

Estamos constantemente intentando replicar lo que haríamos en persona en el ámbito digital, según Jeanine Turner, profesora de la Escuela de Negocios McDonough de la Universidad de Georgetown y autora de Being Present: Commanding Attention at Work (and at Home) by Managing Your Social Presence.

Cuando estamos físicamente con otras personas, tenemos una comunicación verbal y no verbal a través de nuestras expresiones faciales, el lenguaje corporal, el tono y el uso del espacio, explica. En un entorno que elimina las señales —el correo electrónico, los mensajes de texto y Slack— sentimos la necesidad de complementar lo que decimos.

«En persona, podrías decir: ‘Qué gran idea’, y sonreirías y te inclinarías hacia adelante, y habría emoción en tu voz», dice.

«Tu reto en Slack es comunicar ese mismo entusiasmo con las manos atadas a la espalda. Si dijeras ‘bonito’ o ‘bien’ sin un signo de exclamación o un emoji sonriente, la otra persona podría salir pensando: ‘¿Esto es terrible, no?'».

La sutil ventaja de intentar explicarse en Slack

Sí, el Slack-splaining requiere un esfuerzo extra. Y hay que pensar mucho y cuestionarse. 

Pero, según Turner, puede ser lo mejor. Cuanto menos conozcas a una persona, más tendrás que esforzarte para transmitir lo que quieres decir. Al fin y al cabo, con tan poca interacción cara a cara, ¿cómo va a brillar tu personalidad? 

«Con el trabajo a distancia, la relación no puede desarrollarse de otra manera», dice. «Si se eliminan las oportunidades de conocer a alguien en la hora del café, Slack y el correo electrónico son la forma de construir relaciones».

Es más, el fenómeno tiene un lado positivo, dicen los expertos. 

La necesidad de hablar por Slack nos obliga a comunicarnos con claridad y empatía, una habilidad muy necesaria en el lugar de trabajo actual, según Paul. En dosis demasiado elevadas, puede dejar al más animado de nosotros agotado. Pero en cantidades moderadas, puede fomentar la cohesión entre los equipos y, en última instancia, hacernos mejores personas.

«Tienes que pensar en cómo va a recibir tu mensaje tu audiencia», dice. «Lo que te hace más consciente y sensible».

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