Carlos Brown

Carlos Brown

Colectivo

En tiempos de redes sociales, se han vuelto comunes los argumentos “de libro de texto”, es decir, cuya lógica es tan sencilla que aparece hasta en los libros básicos. A propósito de la discusión sobre el alza del salario mínimo a nivel nacional para 2021, varias voces salieron a defender –algunas con peras y manzanas– que este incremento tendría un efecto negativo tanto en los precios como en el empleo. Prácticamente todos los argumentos para explicar estos efectos negativos se redujeron a los que encontramos en los modelos simplistas que se utilizan en los primeros capítulos de los libros de texto de economía.

En respuesta a estos argumentos, el presidente de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (Conasami), Luis F. Munguía, publicó un texto explicando que el análisis de las implicaciones de un alza del salario mínimo era mucho más complicado que lo que los modelos más simplistas permiten explicar. Al final del texto, Munguía llama a seguir discutiendo el tema, pero que “es importante hacerlo con un marco teórico amplio y moderno”. La realidad es mucho más complicada y el análisis requiere más complejidad que un modelo básico, y la misma Conasami ha publicado durante los últimos dos años un gran cúmulo de evidencia para mostrar que dichos efectos negativos no han ocurrido en nuestra economía.

La respuesta del doctor Munguía es un recordatorio de la importancia de pensar fuera de la caja– más allá de nuestros modelos convencionales– no sólo para entender lo que ocurre en nuestro país y en nuestro mundo, sino también para pensar en soluciones que consideren los contextos y las complejidades de nuestras economías. Esta discusión definitivamente no es nueva: cuando el FMI y el Banco Mundial empujaron el Consenso de Washington por el mundo, con sus –ahora conocidos y documentados– catastróficos resultados para varias economías, esta discusión resultó más pertinente que nunca. Como nos recuerda el economista turco Dani Rodrik, la clave para el desarrollo está en considerar las características institucionales e históricas de cada país.

Las crisis sanitaria, económica, social y de cuidados que enfrenta México llaman a pensar en soluciones que rompan con las políticas dictadas por los libros de texto de economía y empecemos a pensar en soluciones más radicales –es decir, que vayan a la raíz del problema. Esto quizá le suene a algo que leería en un panfleto que considere poco serio, pero hasta uno de los periódicos de más renombre a nivel internacional y fiel defensor de la visión ortodoxa de la economía, el Financial Times, llamaba hace unos meses a abandonar lo que en sus propias páginas habían defendido hasta hace poco y a buscar soluciones radicales a los problemas que aquejan a la humanidad por la pandemia de Covid-19.

Esto es especialmente importante ante lo que ocurre en México: la actual administración federal, que llegó al poder con una plataforma que se asemejaba a la centro-izquierda de los países de Europa occidental o a la izquierda en Estados Unidos, ha defendido la ortodoxia fiscal a ultranza cuando ni el gobierno alemán –que es más papista que el papa en cuanto a ortodoxia fiscal se refiere– se ha atrevido a defenderla ni a escala europea ni a nivel nacional.

¿Qué quiere decir esto? Para entender a la economía mexicana, Jaime Ros explicaba que ésta era como un avión con distintos motores que lo mantienen en el aire y lo ayudan a que las caídas no sean tan profundas para evitar que se estrelle. Cada motor representa una política económica que puede utilizarse para impulsar al avión –fiscal, monetaria, comercial, industrial, entre otras– y la capacidad para hacer menos graves las caídas depende de que ese motor esté funcionando en el momento y de manera adecuada.

Usando el ejemplo de Ros, México decidió apagar durante los últimos dos años el motor fiscal del avión, uno de los más importantes a pesar de la histórica debilidad de las finanzas públicas mexicanas. En medio de una crisis sin precedentes, la peor en el último siglo según la estimación oportuna del PIB para 2020, el gobierno mexicano tiene uno de los paquetes de políticas fiscales de estímulo más pequeños entre las economías emergentes alrededor del mundo, que apenas alcanza el 2% del total de lo que produce nuestra economía en un año. Mientras la mayoría de los gobiernos alrededor del mundo responden con todos los elementos a la mano para evitar que sus sociedades retrocedan décadas en sus niveles económicos y sociales, en México decidimos ser más ortodoxos que los alemanes en el peor momento posible.

Esto no tiene por qué quedarse así. El costo de la inacción de nuestros gobiernos –tanto a nivel federal como estatal y municipal– ya comenzó a pasar factura a millones de familias en el país, que resienten los efectos de las crisis en sus ingresos por el desempleo o el cierre temporal de sus negocios, su deuda familiar o comercial creciente porque el gobierno no quiso endeudarse para apoyar a estas familias, su cada vez menor disposición del tiempo por los cuidados de niñas, niños, personas enfermas o adultas mayores. Es momento de exigir que salgamos de la caja de políticas del libro de texto para poder salir de estas crisis.

Brenda Peralta
Brenda Peralta

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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