Carlos Brown

Carlos Brown

Colectivo

Desde su primer día, 2020 se ha vuelto un desafío global derivado de una doble crisis coyuntural: la pandemia de Covid-19 y la crisis económica provocada por ésta, que han cimbrado nuestro entendimiento común sobre el modelo económico, político y social en que vivimos. Sin embargo, estas crisis coyunturales –que empiezan a mostrarse como estructurales– se suman a tres crisis que ya enfrentan nuestras sociedades desde hace unos años: la climática, la democrática y la de cuidados.

Todas estas crisis tienen algo en común: constituyen un ataque a lo público, a lo que debería ser de todas las personas, y un recordatorio de lo mucho que lo público importa para construir mejores sociedades. La obtención urgente de una vacuna contra el virus SARS-Cov-2 se vuelve imposible sin la cooperación internacional y sin equipos sin fronteras que trabajen de forma conjunta para desarrollarla cuanto antes.

Sin embargo, las decisiones económicas, políticas y sociales de las últimas décadas han moldeado un mundo que enaltece al individuo y debilita lo colectivo, en detrimento de lo que es de todas las personas. Este problema parte de que no damos valor a lo colectivo como lo hacemos con la propiedad privada.

En 1968, Garrett Hardin nombró a este problema como ‘la tragedia de los comunes’ en un famoso artículo en la revista Science, en un intento por justificar el giro individualista que ocurría en la época de posguerra, que llevó poco a poco al modelo actual. Esta tragedia se da en un sistema de recursos compartidos (como el estado de bienestar, el medio ambiente o el espacio público) donde los individuos, actuando de manera independiente de acuerdo con su propio interés, se comportan de manera opuesta al bien común de todas las personas al arruinar o sobreexplotar los recursos compartidos a través de su acción colectiva.

Hardin ejemplifica este dilema social con una parábola de campesinos que alimentan a sus vacas con el pasto de un terreno común. Aquel campesino que lleva una vaca adicional obtiene una ventaja respecto a los otros granjeros, pero también acelera la explotación del pasto hasta hacerla insostenible. Si todos actúan movidos por el interés individual, pronto ya no quedará pasto en el terreno común.

Pero, un par de décadas después, la estadounidense Elinor Ostrom decidió desafiar esta visión individualista. Para ella, la tragedia de los comunes no tiene por qué ser necesariamente una tragedia: ésta se puede evitar sin necesidad de un liderazgo jerárquico, pero se requieren reglas claras que promuevan la cooperación, la autonomía, el entendimiento mutuo y los acuerdos. Este trabajo le valió el Premio Nobel de Economía de 2009 junto a Oliver Williamson, convirtiéndose en la primera mujer en obtener dicho reconocimiento en la historia.

Sin embargo, casi cualquier grupo donde sus integrantes tengan que trabajar juntos para conseguir un objetivo común tendrá individuos con comportamientos egoístas. Ejemplos conocidos y vigentes sobran: desde Trump ofreciendo miles de millones de dólares para obtener la exclusividad de la vacuna desarrollada contra la Covid-19, hasta la alianza federalista en México que sigue creyendo que están mejor fuera del pacto fiscal cuando se benefician enormemente de éste.

Así, muchos de los problemas que enfrentan nuestras sociedades en la actualidad se relacionan con la falta de reglas, incentivos y mecanismos para poner la cooperación por encima de los intereses individuales. Los tiempos que atravesamos exigen que repensemos los mecanismos de gobernanza, participación ciudadana, de finanzas públicas, entre otros, desde lo colectivo.

Por ello, en este espacio que llamaremos ‘Colectivo’ se pondrán sobre la mesa las principales discusiones sobre desarrollo económico y democracia desde un enfoque de igualdad y justicia, poniendo en el centro lo colectivo. Para ello, me valdré de referentes de que una mejor sociedad es posible que no necesariamente vienen de aquellos lugares que nos parecen utopías inalcanzables, como Copenhague, Wellington o París. Hay muchas lecciones que aprender gracias a lo que ocurre en Escobedo, Chihuahua y Lisboa, más cercanas a nuestra realidad.

Frente a un modelo económico, político y social que se ha construido desde el ‘yo’, es momento de regresar a pensar en ‘nosotras’. De pensar en colectivo.

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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