Ivonne Vargas

Ivonne Vargas

Laberinto Laboral

El banderazo para colocarnos en semáforo anaranjado, con respecto a la pandemia por Covid-19, puede pensarse como una oportunidad para mejorar el desempleo, ocasionado por el cierre de actividades económicas. No me gusta ser pesimista, pero debe quedar claro que salir de la mala racha requiere más que un cambio de color, pues México trae varios indicadores en semáforo rojo.

Comparto algunos indicadores para dar una idea de aquello sobre lo que el presidente no suele hablar. El país está marcado por un incremento en la pobreza laboral (cuando el ingreso no alcanza para alimentar a todos los integrantes de una familia), 44.5% de la población está en tal situación, cifra que supera 35.7%, registrado en abril de 2020. Por otra parte, hay un aumento considerable en la tasa de subocupación (personas que trabajan menos de 35 horas a la semana y dice tener tiempo disponible para otro empleo) , pasando de 8.5 a 17 puntos porcentuales, de acuerdo con cifras del INEGI.

Agrego a esta lista lo difícil que resulta acceder a la seguridad social (ni 60% de la población tiene esta prestación), seguramente muchos jóvenes ni siquiera conocen lo que es un empleo con prestaciones. Tener a personas sin posibilidad de recibir atención médica es un hecho que más temprano que tarde genera problemas y un ejemplo inmediato es la responsabilidad que hoy asume el patrón ante un diagnóstico por Covid, considerada como enfermedad del trabajo desde 2020.

Y en cuanto a puestos de trabajo, entre marzo y diciembre de 2020 se registró la pérdida de 709,211 empleos, inscritos en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

¿Se puede disminuir el desempleo?

El propio IMSS dio a conocer que en enero de 2021, la cifra de empleados asegurados ascendió a 47,919 personas, mucho menos que los 75,000 puestos, prometidos por el presidente López Obrador, según cifras analizadas por el Centro de Estudios para el Empleo Formal.

Para combatir este escenario se requiere estrategia, centrada en mirar qué otros indicadores impactan en la generación de empleo, de calidad. Pero quizá este concepto no encaja con el argumento elaborado por el presidente, y el cual se centra en culpar a otros factures de su escasa o nula planificación laboral. Entonces ¿por qué no empezar por mejorar la comunicación?

No es un secreto que existe una desarticulación entre la forma en que comunica y las acciones del Presidente, y  la población, la iniciativa privada y los apoyos que se están entregando. Resolver la problemática del desempleo solo apoyándose en otorgar créditos es un ‘barco a la deriva’, por ejemplo. Lo importante es contar un plan multifactorial en el que, de entrada, haya un discurso que transmita confianza por parte de las autoridades.

En lugar de ello, sin embargo, una inversionista se encuentra con altos niveles de inseguridad, mensajes confusos y la ausencia de un marco legal para muchos temas.

Otro aspecto que ayuda es priorizar. En el caso del desempleo, si bien un amplio margen de la población tiene problemas para contratarse, son los jóvenes las que mayor dificultan enfrentan. Hoy no solo pesa la falta de experiencia, también hay problemas  ocasionados por el tránsito al modelo de enseñanza virtual, que tiene que considerar el acceso desigual a las tecnologías de la información, lo que implica graves consecuencias para la calidad educativa.

Entonces, tenemos en la lista: pobreza laboral, aumento de subocupación y un rezago educativo, que daña la permanencia de los jóvenes en su formación académica.

Estamos ante un problema grande y la imposibilidad del presidente de escuchar otras voces no suma. Si la persona no tiene acceso a seguridad social, por ejemplo, el camino más evidente para tener un ingreso y subsistir es la informalidad. Nos quejamos de que los vendedores ambulantes han salido la calle, aun con semáforo rojo, pero no contar con una estrategia y un diálogo más estrecho con las instituciones que pueden ayudar en la capacitación de estas personas, y disminuir el presupuesto de programas de apoyo al empleo en 92%, pues, me parece igual de grave.

El Coneval señala que las afectaciones por la reducción de actividades económicas podrían generar un aumento de entre 8.9 y 9.8 millones de personas con ingreso inferior a la línea de pobreza por ingresos; y de entre 6.1 y 10.7 millones de personas con ingreso inferior a la línea de pobreza extrema por ingresos.

Mi pregunta, y dejo esta reflexión para nuestros amables lectores, es si la parece que en el gobierno hay estrategia y de qué tipo. Y no me refiero a los insistentes argumentos de ‘apoyar a los más pobres’ frenando la corrupción.  Para una presentación de campaña está bien, pero al menos a mí me falta entender cómo desde la administración federal se puede construir un verdadero sistema de bienestar, que contemple las diferentes etapas de la vida laboral y personal.

Hacer una reforma de pensiones no es sinónimo de que la gente tiene mejores condiciones de retiro, si no hay una cultura y educación financiera, así como la evasión por outsourcing no se frenará sino se hacen cumplir las leyes que ya existen.

No tengo certeza de que mis ojos alcanzarán a leer este tipo de noticias, es decir, las relacionadas con una estrategia congruente. Lo que sí leo, es que con las medidas hoy asumidas, nos acercamos a lo que el novelista Gabriel García Márquez llamaría «Crónica de una Muerte Anunciada…en lo laboral».

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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