• Viviana Alávez fabrica velas a mano desde hace 64 años.
  • Es de las últimas personas en su pueblo, Teotitlán del Valle, Oaxaca que mantiene viva la tradición.
  • La artesana recibe pedidos desde fuera de Oaxaca e incluso de una joyería en Nueva York.
 

Viviana Alávez es una de las últimas personas en Teotitlán del Valle, Oaxaca que conserva la tradición de hacer velas a mano. El negocio ha estado en su familia por unos 300 años.

Tradicionalmente, se utilizaban para servicios religiosos y ceremonias de proposición de matrimonio. Pero, la ruptura de Viviana con la tradición fue lo que salvó el negocio familiar y a esta forma de arte.

Así es como Viviana hace las velas

La artesana nos contó que aprendió el oficio a los 8 años. Sus padres la abandonaron cuando era niña y su abuela no pudo permitirse enviarla a la escuela. Así que le enseñó a hacer velas y 64 años después, ella dirige el negocio junto a su familia.

Su fabricación comienza con la cera. La nuera de Viviana, Guillermina, rompe los trozos a mano y luego los funde sobre fuego hecho con madera y maíz.

Después sumerge una jícara —que sirve de molde— en cera caliente y luego en agua fría para endurecerla; y los coloca en el techo de su casa hasta que se blanquean. Esto ayuda a purificar la cera y convertirla en un lienzo en blanco para fundirla y teñirla.

Finalmente llega el momento de hacer velas. Se comienza solamente por la mecha colgada. Vierte cera sobre ellas de una en una y se dejan secar por 10 minutos antes de añadir la siguiente capa.

Viviana contó que le toma un mes hacer velas de unos 40 centímetros y que la más grande que ha hecho midió cerca de 2 metros y pesó 9 kilos.

Por último cortan la parte inferior, para que las velas queden parejas.

El cambio climático y la pandemia por Covid-19 afectaron el negocio

El negocio no siempre fue así, Viviana contó que en los años 80, ella y otros fabricantes de velas no cobraban por su trabajo; sino que las ofrecían a la iglesia a cambio de comida.

«No cobramos porque así es la costumbre acá. Es un servicio lo que estás dando», explica.

Esto era así porque solían obtener cera de los apicultores locales. Sin embargo, el cambio climático les obligó a buscar otra fuente, a más de 300 kilómetros de distancia, en Chiapas.

Con el tiempo, los fabricantes no pudieron cubrir los gastos para seguir trabajando y buscaron otros oficios. Pero Viviana no se rindió e ideó nuevos diseños como flores hechas de cera en lugar de papel.

Adicionalmente, tuvo que romper la tradición al vender sus velas para salvar el negocio, acción que no le gustó a su abuela.

Pero el negocio decayó durante el último año, pues la pandemia detuvo las reuniones habituales y por ende, la demanda de velas. Ahora que las actividades reanudan Viviana está emocionada por volver a trabajar.

Viviana y su familia reciben pedidos desde Nueva York

Viviana enseña el oficio a otras mujeres jóvenes del pueblo, para que la tradición se mantenga viva después de ella. Y dijo a Insider que cuenta con su nuera para que la transmita también a sus hijos.

De hecho, sus flores y creaciones se volvieron tan populares en el pueblo, donde viven los indígenas zapotecos desde el siglo XV, que ahora es una celebridad local.

Viviana conserva algunos elementos de sus velas originales. Aún tiene los moldes que han pasado por tres generaciones. Por ejemplo, aún conserva uno que utiliza para hacer una figura de ángel.

Todos los tintes son naturales, como el color rojo, que proviene de un insecto; y aún utiliza flores de papel, como su abuela. Aunque las flores de cera son las que le dan más orgullo.

Esta artesana y su familia crean cientos de figuras de cera cada semana cortando, dando forma y moldeando. Cada adorno tiene un significado.

Es la primera fabricante de velas en vender fuera de su pueblo, recibe pedidos de parejas de todo Oaxaca y de una joyería en Nueva York. En México cada vela se vende por 300 pesos y también se utilizan durante las fiestas religiosas, como la Mayordomía, una celebración anual en honor al santo del pueblo.

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