José Salgado

José Salgado

Economía Espacial

Dicen que Thomas Edison dijo: «no fracasé, solo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla”. Esta frase resulta atinada y cierta cuando se aplica a la exploración espacial. Justo esta semana, el cohete StarshipSN9 de la compañía SpaceX explotó en el aterrizaje, tal y como ocurrió meses atrás con otro cohete del mismo tipo.

Para entender mejor qué significa esto, pensemos que cada Starship vale aproximadamente 216 millones de dólares y que será el cohete más grande del mundo, con una capacidad de casi 100,000 kilos de carga. Actualmente el cohete Falcon 9 puede llevar solamente 22,000 kilos de carga. Pero lo más importante es que el Starship contará con la capacidad de llevar humanos a Marte.

Así que los errores en el campo espacial son esperados y bienvenidos. Por ello, además de los gobiernos federales a través de sus agencias espaciales, solamente las personas y empresas más ricas del mundo pueden permitirse la inversión en este sector. 

Cómo hacer más segura la carrera en el sector espacial

Un dato poco conocido es que, por cada vehículo que se ha utilizado en las misiones espaciales, otro exactamente igual ha sido construido. Y esto aplica no solo para complejas misiones espaciales sino también para el lanzamiento de satélites. Cada compañía que quiere poner un satélite en órbita, debe proveer a la compañía que lo lanzará dos modelos exactamente iguales, uno operativo y el otro no. Así, la versión no operativa pasa las pruebas de integración con el cohete antes del lanzamiento.

Hoy en día, en una bodega cerca de Denver se está construyendo la nueva nave de la NASA llamada ORION, que llevará a los próximos astronautas a explorar la órbita lunar. Sin embargo, la nave de Denver no saldrá jamás de la Tierra —y probablemente ni de la fábrica— pues es un modelo para pruebas, construido con los mismo materiales y la misma funcionalidad que la versión operativa.

Esta versión recibirá pruebas de vibración, la bombardearán con frecuencias iguales a las que el paso de la atmósfera produce, la expondrán a calor y frío extremos; probarán su resistencia a altas presiones, en pruebas acústicas —porque al romper la barrera del sonido se produce un “boom” sónico que puede dañar la nave— y le realizarán muchas pruebas más para encontrar sus puntos débiles antes de ser tripulada. Mientras tanto, la nave “gemela” se encuentra cerca de la zona de lanzamiento en Florida, a 3,200 kilómetros de distancia. 

Incluso el lanzador Vega, un cohete de 30 metros de alto con capacidad de carga de hasta 300 kilogramos que es operado por la empresa Arianespace, tuvo un comienzo increíble con 14 vuelos exitosos desde 2012. Sin embargo, en julio de 2019 una falla en el sistema ocasionó que el cohete explotara. La investigación sobre lo sucedido duró casi un año y en septiembre de 2020, Vega volvió a volar, llevando 53 satélites a la órbita baja de la Tierra.

Así pues mientras continuamos el camino a convertirnos en seres interplanetarios, podemos tomar prestada la frase de Edison y decir: ”No fracasamos, solo descubrimos 999 maneras de cómo no hacer una nave”.

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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