• Hace cinco años, la 'guerra del streaming' trajo consigo millonarios contratos para firmar a algunos de los más afamados showrunners. 
  • Shonda Rhimes, quien cambió a Disney por Netflix, fue uno de los casos más sonados.
  • Sin embargo, el giro que dio la industria hacia la rentabilidad acabó con esta tendencia: hasta los showrunners tendrán que apretarse el cinturón.
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La palabra austeridad lleva año y medio caminando en paralelo al negocio del streaming.  Ha afectado a las plantillas, al volumen de producción original y a la velocidad en la expansión internacional. Y sí, también a la inversión. 

El gasto en contenido de las plataformas siempre ha estado en el punto de mira, incluso cuando nada parecía amenazar el crecimiento de sus bases de clientes.

La pandemia, la crisis económica que le siguió, la eclosión de la competencia y la exigencia de rentabilidad crearon un caldo de cultivo poco propicio para ciertas inversiones.

Por ejemplo, las que durante años se destinaron a asegurar la vinculación de showrunners a las plataformas streaming en exclusiva durante varios años. 

Todo empezó con Shonda 

showrunners
Netflix

Shonda Rhimes cambió las reglas del juego. En 2017 era una showrunner cotizada, con varias series de éxito al aire (como Grey’s Anatomy y Scandal). Ella estaba en una posición privilegiada dentro del sector del entretenimiento.

Netflix consiguió seducirla con un contrato que se rumoreó rondaba las nueve cifras, una cantidad astronómica a cambio de trabajar para ellos en exclusiva durante cinco años.

La jugada no le salió nada mal ni a la creadora ni a Netflix. De la mina de Shondaland ha salido, por ejemplo, la franquicia de Bridgerton, una de las series más exitosos de la plataforma. 

La pregunta que todos se hicieron en su momento fue por qué Rhimes decidió abandonar Disney. Al parecer, un desafortunado comentario de un ejecutivo de su anterior empresa fue la gota que derramó el vaso de su relación con ABC. 

Entonces también declaró que le seducía mucho la libertad creativa que le garantizaba la plataforma, así como los abundantes recursos que ponían a su disposición. En Netflix se podían hacer cosas que eran impensables en televisión abierta.

Para la compañía fue un triunfo. Que una showrunner de éxito decidiera vincularse contractualmente por varios años a un nuevo medio lanzó un mensaje muy poderoso: las plataformas streaming eran una alternativa sólida y válida para la televisión. 

Y tuvo consecuencias. Rhimes dio el salto de fe que allanó el camino a la fuga de muchos showrunners hacia las plataformas. Esto, en última instancia, contribuyó a que se perpetuasen prácticas que luego llevaron al sindicado de guionistas a la huelga.

El fin de los cheques en blanco  para los showrunners

Con un mercado que está mirando con lupa los libros de contabilidad, resulta lógico entender por qué las plataformas streaming ya no ven las ventajas de poner a prueba el talento.

Esto ocurre especialmente si requiere de salarios astronómicos y financiar proyectos faraónicos, muchas veces inviables para el sector tradicional, sobre todo si se tiene en cuenta que el modelo de distribución de plataformas reduce las ventanas a la mínima expresión. 

Los cheques en blanco a showrunners han dejado de tener sentido en el marco de una estrategia generalizada de ahorro. 

Además, las plataformas streaming están en un lugar completamente diferente al que justificó en sus inicios dichos fichajes. Por ejemplo, Netflix, el gran impulsor de esta práctica, quemaba dinero incluso cuando estaba en números rojos.

De acuerdo con la periodista especializada Julia Alexander, lo hacía porque “necesitaba demostrar que podía ser el hogar de showrunners”. 

Además, se asumía que parte de la audiencia seguiría al creador a su nuevo hogar. La “guerra del streaming” acentuó todavía más esta carrera por hacerse con un porfolio de showrunners de primer nivel, lo que elevó de manera exagerada el valor de los acuerdos. 

Actualmente, con un negocio consolidado y mucha competencia, tener en exclusiva a un creador es tan solo un factor más de los muchos que vertebran la propuesta de valor del servicio, como el precio, las funcionalidades o el catálogo disponible.  

Ahora el sector prefiere recoger cierto control de riesgos en los contratos. Es lo que explica que haya “un mayor énfasis en que los acuerdos generales sean productivos, con una compensación basada en la ejecución de proyectos de éxito en lugar del pago por anticipado”, explicó Todd Spangler a Variety. 

Además de los acuerdos que quedaron suspendidos por la huelga, es probable que gran parte del talento cuyos contratos con plataformas acaban de vencer (como la propia Rhimes o Ryan Murphy) no reciban las propuestas económicas que tuvieron cinco años atrás. 

El modelo streaming actual está muy lejos del paraíso económico y sin limitaciones de sus orígenes. Los usuarios comenzaron a darse cuenta el año pasado,con la implantación de medidas. Por ejemplo, las subscripciones con anuncios, las restricciones a las cuentas compartidas y el aumento de los precios.

Ahora es el turno de que los showrunners también se aprieten el cinturón. 

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