• Las personas refugiadas deben adaptarse a un nuevo país y, mientras tanto, son proclives a escuchar ciertos mitos sobre ellas.
  • Sin embargo, estos afectan su estancia y la manera en la que pueden integrarse a un entorno diferente.
  • Silvia Garduño, oficial de Comunicación del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en México, y la internacionalista Ana Vanessa Cárdenas, explican el tema.
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Las personas refugiadas, además de enfrentarse a la incertidumbre, muchas veces lidian con discursos y políticas que afectan su llegada a otros países.

Un ejemplo de ello se vio durante el gobierno de Donald Trump, expresidente de Estados Unidos. En su mandato, que duró de 2017 a 2012, forjó una visión contra quienes huyeron de sus naciones y también hacia los migrantes.

Uno de sus dichos más conocidos fue ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en septiembre de 2019, donde aseguró que, mientras él fuese mandatario, las personas extranjeras en esa situación no pisarían su nación.

Pero esta clase de mitos siguen permeando a la sociedad, afectando su visión sobre las personas refugiadas. Para aclarar este tema y en el marco del Día mundial del refugiado, Silvia Garduño, oficial de Comunicación del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en México, y la internacionalista Ana Vanessa Cárdenas, nos hablan de ello.

1. Las personas refugiadas son ilegales

Es uno de los mitos más comunes. El solicitar asilo y recibir refugio son un derecho; los lineamientos se estipulan en la Convención sobre el estatuto de los refugiados y las Declaraciones de Cartagena sobre refugiados.

«La búsqueda de asilo no implica nada ilegal; por el contrario, es un derecho humano universal. Confundir los términos ‘refugiados’ y ‘migrantes’ puede menoscabar el apoyo público a los refugiados y a la institución del asilo, en un momento en el que los refugiados necesitan más que nunca dicha protección», menciona ACNUR en su sitio web.

Si no conoces las diferencias entre ambos grupos, te explicamos en este texto.

2. Dejan su país natal porque quieren

Este tema va unido al tópico anterior. Las personas refugiadas dejan sus naciones de origen porque su integridad o la de su familia están en peligro y no hay manera de protegerse en el suelo donde nació.

«Una persona refugiada es aquella que sale del país porque no tiene otra opción. Está huyendo de situaciones de violencia, conflicto, persecución o guerra. Con el contexto de Ucrania, la gente entiende muy bien quién es una persona refugiada en un ámbito bélico», dice la oficial de Comunicación de ACNUR en México.

Garduño agrega que nuestra nación se ha caracterizado por ayudar a quienes solicitan asilo.

«Tenemos una tradición de asilo muy fuerte (en el país), donde históricamente hay momentos importantes. (Por ejemplo, cuando) México abrió sus puertas a los refugiados españoles en el 39 o en las dictaduras militares en América Latina (…). Pero ese contexto se identifica más en el pasado y (se cree) que, actualmente, son migrantes. Ahí hay una inercia de narrativa que, justamente, es lo que debemos ir cambiando», agrega.

3. Quieren quedarse con nuestros empleos

Las personas refugiadas no quieren quitarte tu trabajo; ellas llegan a nuestros países buscando una oportunidad para rehacer la vida que, por cuestiones que van desde la guerra hasta el cambio climático, tuvieron que dejar en sus naciones de origen.

Prueba de ello es el Programa de Reubicación e Integración Local de ACNUR que, en colaboración con la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), ayuda a la gente a hallar empleo. En seis años, han apoyado a más de 20,000 individuos.

El proyecto está respaldado por el Marco Integral Regional para la Protección y Soluciones (MIRPS), en el que México forma parte para apoyar a la población desplazada de manera forzada.

«Vimos que había estados y ciudades más hacia el centro y norte (del país) con muchas vacantes. ¡No nos imaginábamos que había tantas en Coahuila, Nuevo León o Jalisco! Cuando los refugiados tienen empleo formal, pueden contar con IMSS e Infonavit; les da más certezas», comenta Garduño.

Esto muestra que las personas refugiadas no quieren mermar el campo laboral de quienes vivimos en México.

«Ellos no le quitan el trabajo a los mexicanos porque no hay (connacionales) ahí; son tantas las ofertas que las personas locales no logran llenarlas. Así se derrumba el mito de que vienen a (quedarse con los puestos laborales)», asegura.

Si quieres conocer su aportación en materia laboral y fiscal, haz clic aquí. Si deseas conocer los temas que podemos aprender de ellos, sigue este enlace.

4. Son personas «peligrosas»

Uno de los mitos más difíciles de eliminar es el de señalar a las personas refugiadas como «peligrosas»; es un juicio que devela cuestiones de xenofobia y racismo.

Este, en varias ocasiones, es replicado en medios de comunicación y diversos sectores.

«En general, las poblaciones vulnerables son criminalizadas. Los refugiados y migrantes no son la excepción. Se cree que, como llegan a otro país en el cual no tienen vínculos o redes y que vienen huyendo y sin dinero, que es una realidad (cometerían delitos) (…). Al salir en estas condiciones, se encuentran en situaciones de pobreza e inestabilidad al momento de llegar a un país. ¡Eso no los vuelve criminales! La gente que viene a delinquir tiene características muy identificadas que van más allá de la situación en la que se encuentren», asegura Cárdenas.

A esto se suma la creencia de que, al pisar una nueva nación, se unirán a un grupo delictivo.

«Se piensa que no encontrarán fácil un trabajo por el idioma o la vinculación con el país y que, por lo tanto, se sumarán en un intento desesperado a las filas del crimen organizado; que serán reclutados por bandas traficantes de drogas o personas y que aceptarán fácilmente (…). el refugiado, al gozar de garantías del derecho internacional, no debería enfrentarse a problemas para hallar trabajo», indica.

¿Por qué debemos eliminar estas creencias?

La internacionalista hace énfasis en que mantener un discurso xenófobo y cerrado contra las personas refugiadas es delicado no solo para ellas, sino para la sociedad en general.

«Es un peligro importante (hacia) una crisis y colapso social. Pone en riesgo los derechos humanos de un grupo de personas. El hecho mismo. de violentar el (acceso) a una vida digna ya es peligroso. Al no reconocer (los derechos) en el otro, tampoco los reconozco en mí. No podemos hablar de poblaciones de primera o de segunda o cosificar a unos y estigmatizar a los otros», afirma.

A esto se suma una visión que puede desembocar en crímenes de odio.

«Cuando lo vemos, por ejemplo, en la Alemania nazi, nos escandalizamos, pero es exactamente lo mismo que hacemos al creen que son criminales. Nos confronta el desconocimiento del otro y de nosotros mismos en material de derechos humanos. El riesgo de (ese discurso es) que ocurran atrocidades históricas; estamos reproduciendo los mismos ejes de conducta en sitios donde ha existido el genocidio o crímenes de lesa humanidad», puntualiza.

Entonces, ¿qué más podemos hacer para entender el tema de las personas refugiadas?

Tú o yo podemos convertirnos en un «abrir y cerrar de ojos» en una persona refugiada, por lo que sensibilizarnos en el tema es muy importante.

Esta labor, de acuerdo con la oficial de Comunicación de ACNUR en México, es esencial en la agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

«Cuando la gente entiende cuestiones como qué harías para poner a tu familia a salvo o que el dejarlo todo es lo mejor que puedo hacer, es (el momento) y la manera más fácil de que se sensibilice. El problema es que esos mensajes todavía no están en la dinámica social», puntualiza.

El modificar el discurso sobre las personas refugiadas es un desafío que, paso a paso, debe vencerse.

«Cuando se habla de la concientización y socialización de un tema, es un reto. A menos que no sea algo como el futbol, que todos entienden, hay reto en comunicación. Por eso se activan campañas, iniciativas o distintas maneras de poder llegar a las personas. (El cambio) no se dará de un día para otro; es un trabajo de todos los días. Permanente», indica Garduño.

Garduño explica que, una manera para avanzar en ello, además de donando, es escuchando a los refugiados.

«Algunas personas se acercan a hacer voluntariado; sí pueden escuchar a personas que, a lo mejor de otra manera, no les conocerían. A veces sucede que en la empresa trabaja, por ejemplo, una persona de Honduras, que no sabes mucho de (su cultura), poco a poco vas conociendo a la gente», considera.

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