• El ser humano es un animal social que requiere de compañía, y un nuevo estudio reveló los riesgos físicos que implica el aislamiento.
  • Según sus conclusiones, ocho horas de soledad pueden minar la energía y aumentar la fatiga tanto como ocho horas sin comer.
  • A largo plazo, la soledad también puede acelerar el envejecimiento tanto como el tabaco.
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Como animales sociales, la soledad tiene consecuencias negativas en la mayoría de los seres humanos.

A largo plazo, puede acelerar el envejecimiento tanto como el tabaco e incrementar hasta en 30% el riesgo de sufrir un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular, de acuerdo con la American Heart Association.

¿Y qué sucede en un plazo más corto? Un nuevo estudio publicado en Psychological Science reveló que ocho horas de soledad resultan tan agotadoras para algunas personas como no comer. 

Elaborado por científicos de la Universidad de Viena y la Universidad de Cambridge, el estudio concluyó que el aislamiento puede minar la energía y aumentar la fatiga tanto como la falta de alimento. 

Las pruebas de laboratorio y los experimentos de campo del equipo demostraron que las personas que viven solas —o que disfrutan especialmente de las interacciones sociales— son las más propensas a verse afectadas por la falta de compañía, informó Science Alert.

¿A qué se debería esta falta de energía? 

soledad
Pexels

La falta de conexión social desencadena una reacción biológica y el organismo genera una respuesta homeostática para regresar al equilibrio. 

“En el estudio de laboratorio, encontramos sorprendentes similitudes entre el aislamiento social y la privación de alimentos”, afirmaron Ana Stijovic y Paul Forbes, psicológos de la Universidad de Viena y autores del estudio.

“Ambos estados inducían una disminución de la energía y un aumento de la fatiga. Esto es sorprendente ya que la privación de alimentos nos hace perder literalmente energía, mientras que el aislamiento social no lo haría”.

En el análisis se examinó a 30 mujeres voluntarias en tres días distintos de ocho horas cada uno: un día sin contacto social, un día sin comida y un día sin contacto social ni comida.

Tuvieron que aportar datos sobre su estrés, estado de ánimo y fatiga. También se midieron indicadores como la frecuencia cardiaca y los niveles de cortisol en la saliva, principal hormona del estrés.  

Por otro lado, el experimento de campo contó con 87 participantes residentes en Austria, Italia y Alemania. Abarcó periodos de medidas de aislamiento por el Covid-19 entre abril y mayo de 2020.

Al pasar al menos ocho horas aisladas, se les pidió que respondieran a preguntas sobre su estrés, estado de ánimo y fatiga a través de una aplicación.  

Los resultados del experimento coincidieron con los del laboratorio, sugiriendo que la comparación entre pasar tiempo sin interacción social y sin sustento es válida.

Las personas más afectadas se situaban en los dos polos: las más sociables y las más aisladas. Los niveles de energía disminuyeron más en los días en los que no interactuaron con nadie.

“El hecho de que observemos este efecto incluso tras un breve periodo de aislamiento social sugiere que la baja energía podría ser una respuesta adaptativa ‘homeostática social’. A largo plazo puede volverse desadaptativa”, apuntó la psicóloga Giorgia Silani, de la Universidad de Viena.

Tampoco hay que menospreciar la soledad: en muchas personas resulta beneficioso para el bienestar. La ciencia tendrá que seguir escarbando para explorar los secretos de los efectos del aislamiento en el cuerpo y la mente.

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