• El doctor Wayne Baker es un profesor de la Escuela de Negocios Ross de la Universidad de Michigan y director de facultad del Centro para Organizaciones Positivas. 
  • Lo siguiente es un extracto de su libro “All You Have to Do Is Ask”
  • En él, escribe que usualmente subestimamos lo mucho que las personas están dispuestas a ayudarnos.
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Pedir ayuda es algo con lo que todo mundo batalla. Una manera de superar esta reticencia es entender dos creencias comunes sobre preguntar— y después actualizar estas creencias basadas en evidencia de investigaciones.

Subestimamos la disposición y habilidad de ayudar de otras personas.

Imagina que estás en las calles de la ciudad de Nueva York cuando te das cuenta de que se te olvidó realizar una llamada muy importante. Ahora, que le ofrezcan a tu mejor amigo un trabajo depende de que des una referencia sobre él en la próxima media hora. Buscas en tu bolsillo o bolsa, sacas tu celular, y descubres que no tiene batería. Tu pulso se acelera. ¿Ahora qué? ¿Qué tal pedirle prestado su teléfono a un desconocido? ¿Te sentirías a gusto haciéndolo? La mayoría de las personas aborrecen el simple hecho de acercarse a desconocidos, ni qué decir de pedirles un favor como el que les presten su teléfono. “Demasiado incómodo,” puedes pensar. Además, ¿cuáles son las probabilidades de que alguien te diga que sí?

Resulta que son mucho más elevadas de lo que crees. Eso es lo que psicólogos descubrieron en un estudio llevado a cabo en la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York (un lugar que no es precisamente famoso por su amabilidad con los extraños). Los participantes debían acercarse a extraños en la calle y simplemente preguntar, “¿Puedo usar su celular para hacer una llamada?” No podían elaborar en por qué lo necesitaban, o inventar algún tipo de historia triste. Sin embargo, para su sorpresa, muchos extraños estaban dispuestos a ayudar: en promedio, solamente tomó dos intentos para lograr que un neoyorquino les prestara su teléfono.

En variaciones del experimento, otros participantes debían acercarse a desconocidos y pedirles que llenaran un cuestionario, o pretender que se encontraban perdidos y pedir que se les llevara a un edificio cercano. Una vez más, solamente debieron pedirlo a dos desconocidos antes de que uno aceptara a completar el cuestionario.

Y sólo tomó un promedio de 2.3 preguntas para lograr que un desconocido los escoltara a algún lugar. Pero aquí está la parte realmente interesantes. Antes de mandar a los participantes a llevar a cabo estos experimentos, los psicólogos les pidieron estimar a cuántos extraños pensaban que tendrían que acercarse antes de conseguir un “sí.” Resulta que sus estimaciones estaban muy alejadas de la realidad. Predijeron que tendrían que preguntar más de dos o tres veces para conseguir una respuesta favorable.

Finalmente, los psicólogos querían saber qué pasaría si el favor pedido fuera aún mayor: como pedir dinero. Reclutaron voluntarios del área metropolitana de Nueva York que estaban participando en Team in Training, un programa donde la gente entrena para caminar, correr o usa una bicicleta para un maratón o medio maratón, o para competir en un triatlón, con el fin de recaudar fondos para la Sociedad de Leucemia y Linfoma. La única condición es que deben alcanzar una meta de recolección para participar.

Cuando los investigadores le pidieron a los participantes estimar a cuanta gente tendrían que preguntarle para recaudar los fondos necesarios, predijeron en promedio unas 210 personas. En realidad, solamente tuvieron que preguntarle a 122. Al preguntarles cuanto creían que la gente les daría, predijeron que la donación promedio sería de 48.33 dólares, cuando en realidad fue de 63.80 dólares.

En todos estos estudios vemos un patrón común: rutinariamente subestimamos la disposición y habilidad de otros para ayudar. La verdad es que la gente se ayuda entre sí más seguido de lo que pensamos. De hecho, una encuesta de Gallup encontró que tres de cada cuatro estadounidenses (73%) ayudó a un desconocido durante el mes, y que la mayoría de las personas encuestadas en más de la mitad de 140 países han hecho lo mismo. Además, Gallup estima que, a nivel mundial, 22 mil millones de personas ayudaron a desconocidos en el periodo de un mes. Otro estudio realizado por un equipo internacional de antropólogos y lingüistas encontró que de 1,057 favores diarios— fuesen de un recurso, servicio o apoyo— cerca del 90% fueron cumplidos inmediatamente.

Sin embargo, muchos de nosotros asumimos que los demás no están dispuestos a ayudar. Tememos ser despreciados. O pensamos que incluso si otras personas quieren ayudar, nadie tendrá el tiempo o la habilidad. He observado esta limitante autoimpuesta una y otra vez en eventos que he facilitado por varios años. Frecuentemente, alguien se me acercará y susurrará, “no voy a pedir lo que realmente necesito porque sé que nadie aquí puede ayudarme.” Cuando esto sucede, mi respuesta siempre es la misma: “Nunca sabes los que la gente sabe o a quién conoce hasta que les preguntas. No prejuzgues las capacidades de un grupo. Sólo pide lo que realmente necesitas.” Cuando lo hace, rara vez se decepcionan.

Es lógico que cuando una persona te concede un favor, es probable que te animes a pedir otro. ¿Qué sucede cuando una persona rechaza tu petición? ¿Le pedirás el favor de nuevo en un futuro?

La mayoría de las personas no se atrevería. Pero aquí, también, te estarías limitando innecesariamente. Investigadores han encontrado que la gente está dispuesta a responder a tu segunda petición, porque se sienten mal de no haber respondido a la primera. Muchos de nosotros también nos solemos sentir incómodos pidiendo favores a cualquier fuera de nuestro “círculo interno”, familia o amigos. Pero al hacerlo subestimamos enormemente la capacidad de respuesta de los “lazos débiles”— nuestros conocidos y personas que no conocemos muy bien. Estos lazos débiles, de acuerdo con lo aprendido por los investigadores, son extremadamente valiosos porque son los puentes entre los círculos sociales. Información novedosa, nuevas soluciones a problemas y otros recursos viajan a lo largo de estos puentes. También subestimamos enormemente la capacidad de respuesta de los “lazos latentes”— las conexiones que alguna vez tuvimos pero que no hemos mantenido.

Sin embargo, la mayoría de las personas en tu pasado estarían contentos de saber de ti y ayudarte, de acuerdo con investigadores organizacionales. El paso del tiempo no borra una historia compartida de entendimiento, emociones y confianza.

Reactivar estas relaciones latentes puede ser profundamente gratificante en más de una manera. Porque tú y tus compañeros de la prepa ahora viven en mundos diferentes, sus conocimientos y redes sociales no se superponen tanto como antes. En otras palabras, esta persona conoce personas y cosas que tú no. Los lazos latentes pueden ayudarte de maneras que no te imaginas, pero tienes que preguntar.

Percibimos que existen costos sociales al pedir ayuda

¿Te preocupa que pedir por ayuda es una señal de debilidad? Una creencia común es que la gente competente no pide ayuda. Psicólogos organizacionales le llaman a esto “el costo social de pedir ayuda.”

De acuerdo con esta creencia, si tu no puedes resolver todo por ti mismo, le estás diciendo a otros que eres débil, flojo, ignorante, dependiente o incapaz de realizar tu trabajo. Las buenas noticias son que este temor está infundado. Bajo las circunstancias correctas, pedir ayuda puede incrementar las percepciones de tu capacidad, de acuerdo con una investigación de un equipo de Harvard-Wharton. En primera, pedir consejos dice que tienes confianza en ti mismo. Transmite sabiduría (eres consciente de que no sabes algo y sabes cuándo preguntar). También dice que estás dispuesto a tomar riesgos. Pero, para dar una impresión positiva, tienes que hacer peticiones bien pensadas e inteligentes. Pedir consejos sobre una tarea difícil incrementara la percepción de tu capacidad, pero pedir ayuda ante una situación sencilla, simple o trivial hará que la gente piense que eres incompetente o flojo.

Si percibimos que existen altos costos sociales a pedir ayuda, ¿esto significa que las mujeres, quienes (desafortunadamente) tienen que trabajar más duro para ganar capital social en el espacio de trabajo y en la sociedad en general, son más reacias que los hombres en pedir ayuda? La respuesta es complicada, como diversos estudios han descubierto. Depende qué es lo que se está pidiendo, la composición de género del grupo, la naturaleza de la tarea o trabajo, y más.

En culturas donde se espera que los hombres sean más autosuficientes y la búsqueda de ayuda es considerada como una conducta atípica para líderes hombres, entonces es menos probable que los hombres pidan ayuda por miedo de que hacerlo impugne su reputación de ser competentes. Pero la investigación muestra que, cuando se trabaja en equipos donde los hombres son la mayoría y se hacen tareas estereotípicamente “masculinas”, como desarrollar una estrategia de negociación, es más factible que tanto hombres como mujeres busquen retroalimentación.

Hombres presentes en grupos principalmente masculinos haciendo tareas masculinas son más proclives a buscar retroalimentación, comparado a hombres que trabajan en grupos mayoritariamente femeninos, y mucho más probable de hacerlo comparado con mujeres en grupos femeninos con actividades masculinas. Interesantemente, las mujeres no son proclives a buscar retroalimentación en un grupo de mayoría femenina que hace labores estereotípicamente “femeninas” (como desarrollar una estrategia de relaciones para solventar un conflicto).

Aprender a pedir lo que se necesita es más fácil una vez que actualizamos nuestras creencias basadas en evidencia de investigación. La mayoría de la gente, de hecho, están dispuestas a ayudar si uno lo pregunta. También, pedir ayuda y consejos elevará las percepciones de tu capacidad, siempre y cuando hagas preguntas bien pensadas e inteligentes.

Extracto adaptado del libro “ALL YOU HAVE TO DO IS ASK: How to Master the Most Important Skill for Success” © 2020 por Wayne Baker. Publicado por Currency e impreso por Penguimn Random House LLC, el 14 de enero. Ninguna parte de este extracto puede ser reproducido o reimpreso sin el consentimiento escrito de la editorial.

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