• Este fenómeno lleva a los jóvenes a elegir otras formas de "crecer" profesionalmente, dejando de lado la clásica estructura jerárquica profesional.
  • El sentido del éxito laboral está transformándose en manos de las generaciones más jóvenes, motores de cambio que influyen en las generaciones anteriores.
  • 4% de los encuestados pretendía ascender profesionalmente frente al 62% que quería mantenerse donde estaba.
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La primera vez que se empleó el término de ‘quiet ambition’ no fue en referencia a los jóvenes de la Gen Z.

Un artículo de Fortune relacionaba esta palabra que está en tendencia con los entornos de trabajo. El titular decía ‘Americans are in the era of quiet ambition: No longer ‘chasing achievement for achievements’ sake’, es decir, los americanos están en la era de la ‘ambición silenciosa’: Ya no persiguen el éxito solo por el mero hecho de alcanzarlo.

El éxito como tal, ya no se considera éxito

Un estudio llevado a cabo por Visier reveló que solo 4% de los encuestados pretendía ascender profesionalmente frente al 62% que quería mantenerse donde estaba. Los trabajadores ya no están motivados a perseguir las aspiraciones que se daban por hecho hace años. 

Llegar a ser el líder de tu empresa, convertirte en jefe, ascender profesionalmente… Ya no se considera sinónimo de éxito como se hacía antes. ¿Por qué? Ahora la gente prefiere establecer su propio sentido del éxito y vivir acorde a él. 

Jornadas interminables, trabajar los fines de semana, asumir toda la responsabilidad y el liderazgo de un área y lo que eso significa… Dar lo máximo de ti y tener que dar explicaciones por otras personas.

La ‘ambición silenciosa’ pone por encima la posibilidad de ascender, la satisfacción de necesidades personales: por eso prioriza la flexibilidad, un trabajo acorde a los valores del empleado y un sentido de la trascendentalidad dictado y establecido por ti.

Por otro lado, la ambición silenciosa refleja un cambio en la mentalidad y una divergencia en la forma en la que concebimos lo que es el éxito, y por ende, el sentido de la vida. Llegar a lo más alto ya no es tan importante.

La toma de responsabilidades, la presión, el estrés y la necesidad de destacar constantemente para poder escalar ya no están a la orden del día.

Trabajar mucho ya no es sinónimo de éxito

Aquí, y como con todo, podríamos debatirlo y relacionarlo con diversos factores. ¿La gente ya no cree tanto en el sistema, da por hecho que no se le va a recompensar? ¿Ahora somos más individualistas y no queremos hacernos cargo del trabajo de otros? ¿No relacionamos el sentido de procedencia y de status con el trabajo y lo basamos en otras métricas? Quizá. 

A lo mejor los recientes conflictos, la pandemia y demás acontecimientos nos han hecho reorientar el sentido que tenemos de todo, o la precariedad laboral nos ha llevado a desconfiar de las empresas.

¿Y por qué no íbamos a hacerlo? Hasta ahora, se nos vendió la idea de que si se llegaba a trabajar lo bastante, se tenía talento para destacar y se tenía ese objetivo en mente, se podía ascender. 

Pero es complicado llegar a creerse esa historia, que demasiadas veces es ficticia: llega a parecer demasiado bonita para ser real, y nos lleva a comportarnos como alguien (el jefe) quiere que nos comportemos. 

El término de la ‘indefensión aprendida’

La ‘indefensión aprendida o impotencia aprendida’ es un término en psicología que se refiere al comportamiento pasivo o a la causa de un condicionamiento que lleva a creer a la persona que no es capaz de responder, a pesar de existir oportunidades para hacerlo. 

Estamos condicionados a creer, por diversos factores, que si nos portamos bien, nos van a pasar cosas buenas. Es lo primero que se les enseña a los niños, para moldear su comportamiento y tratar de establecer ya desde pequeños una serie de reglas para poder convivir y prosperar en sociedad. 

Pero este 2+2 son 4 no siempre se aplica. Hasta ahora había funcionado con generaciones pasadas; ahora, con la precariedad laboral, trabajar más duro en el trabajo ya no significa prosperar. 

Lo que realmente importa

En momentos en los que la vida es más complicada y sentimos menos control sobre lo que nos rodea, tendemos a crear y transformar. 

Los jóvenes quieren revelarse ejerciendo control sobre lo que sí tienen poder: el tiempo. Mejores condiciones laborales, es decir, mayor flexibilidad en horarios y espacio, que son dos prioridades para la generación Z, y la posibilidad de desconectar al terminar la jornada laboral, son cosas a las que se tendría que renunciar si se pone por delante la posibilidad de ascender. 

El tiempo es ahora un activo, un valor y un determinante. Hay quien dice que el dinero viene y va, pero que el tiempo no va a volver.

Invertir la cantidad de tiempo y energía que requiere tener un cargo más alto ya no es tan viable para el trabajador. A no ser que tenga algo que ver con los valores acordes a los que queremos vivir. 

Los jóvenes están empezando a reflexionar sobre los valores que les han enseñado otras generaciones y sobre el impacto que estos deberían tener en la visión que tienen del trabajo y la vida.

Al fin y al cabo, no podemos comparar la realidad que vivimos ahora con la que heredamos, y no tenemos por qué vivirla de la misma forma.

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