• Comer la parte (aparentemente) 'buena' de un alimento con moho, ya sea pan, una salsa, una fruta, o una verdura, no es aconsejable.
  • Las micotoxinas que genera la putrefacción de la materia no solo está presente en la parte mohosa del alimento, sino en todo él, aunque no se ve a simple vista ni se revela en el sabor.
  • Cocinar los alimentos contaminados tampoco desaparece las toxinas, como ocurre con la mayoría de las bacterias.

¿Hace poco compraste una pera o manzana y ya tiene una parte con moho? ¿Tienes en el cajón de las verduras alguna que muestra una mancha con un algo similar a una pelusa? Aun cuando te resulte tentador quitar todo lo podrido y tratar de aprovechar la parte ‘buena’, esto podría poner en riesgo tu salud.

¿El motivo? Unas sustancias indetectables a la vista y paladar humano llamadas micotoxinas; a menos que tengas una reacción alérgica, no te generará ninguna consecuencia la mayoría de las ocasiones.

Es por eso que te confías pero con cada ingesta se acumulan como un veneno en tu organismo hasta formar una fuente de intoxicación alimentaria. Según la cantidad puede ser leve o algo muy grave.

“No intentes buscarlas; son invisibles, incoloras e inodoras”, explica Beatriz Robles, nutrióloga y autora del libro «Come seguro comiendo de todo».

El moho: ese hongo que se quita, pero no se elimina

Es habitual hablar de moho en general, pero en realidad existen numerosos tipos de hongos que afectan alimentos de humanos y animales. Porque así como es malo nuestro organismo, lo es para las mascotas.

Aparece cuando la materia orgánica se descompone. Por ejemplo, en cereales, frutas deshidratadas, frutos secos, salsas, pan de caja e incluso en algunos tipos de especias.

Además, cada alimento produce un tipo de micotoxina particular, siendo las Aspergillus, Penicillium y Fusarium las más habituales. Por supuesto, las tres provocan efectos diferentes.

El peligro de quitar el moho de un alimento y comer el resto radica en que su capacidad de transmisión es muy alta en condiciones de temperaturas elevadas. Por lo que aunque no se perciba a simple vista puede estar presente.

¿Cómo evitar su aparición? Almacenando tus alimentos adecuadamente, a temperaturas bajas y procurando que no haya humedad, según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU).

Diversos estudios apuntan a que entre 60% y 80% de las cosechas en todo el mundo están contaminadas por micotoxinas. Eliminarlas aún no es una solución viable, ya que los métodos probados afectan a los nutrientes del alimento.

México cuenta con una norma oficial respecto al cuidado de los alimentos, en la que menciona que estos deben colocarse en cualquier superficie limpia que evite su contaminación.

Si un producto o materia prima presenta moho, coloración extraña o magulladuras será rechazado para su venta.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda no comprar alimentos en puestos callejeros o tiendas que no inspiren confianza; o que muestren evidentes signos de no conservar o almacenar sus productos correctamente.

Las micotoxinas, un veneno silencioso e invisible

Que el alimento desarrolle moho es evidencia visual de que todo el producto está contaminado con micotoxinas.

Ahora bien, aunque no siempre aparece siguen presentes, lo que supone un riesgo mayor para la población. ¿Cuáles son las consecuencias?

Como explica Beatriz Robles, si se consume un alimento contaminado con micotoxinas —ya sea después de quitar la parte con moho o sin que esta exista— pueden aparecer problemas intestinales.

«Las micotoxinas causan perturbaciones en el intestino, particularmente en el epitelio intestinal», apunta un estudio en revisión publicado en Frontiersin.org.

Sin embargo, lo que es realmente grave es la acumulación de micotoxinas por comer continuamente alimentos que ya tenían moho en algún lugar.

Cocinando los alimentos tampoco desaparece las toxinas, como ocurre con la mayoría de las bacterias, advierte la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN).

“Se sabe que las micotoxinas tienen propiedades neurotóxicas, genotóxicas, teratogénicas, cancerígenas y citotóxicas y, como consecuencia, estas toxinas pueden producir carcinomas hepáticos, disfunciones renales, y también estados inmunosuprimidos”, certifica este otro estudio en la misma publicación.

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