• Muchas veces no logras cumplir objetivos porque no has entrenado a tu mente para solucionar problemas.
  • Estos buenos hábitos, recomendados por un investigador en neurología, te ayudarán a modificar tu mente.
  • Con ello, tendrás no solo una visión más positiva, sino que alcanzarás el éxito.
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Todo el mundo quiere triunfar en la vida, tener éxito y cumplir sus sueños. Pero, si es un anhelo tan compartido, ¿por qué hay tan poca gente que acaba consolidando los objetivos que tiene en mente?

Más allá de los problemas de cada persona, el gran problema del ser humano es el cerebro. Por un lado, es la herramienta más potente que existen. Es la máquina que soluciona nuestros conflictos.

Por otro lado, la mente es falible. Le cuesta crear objetivos certeros, se puede ver condicionada por creencias negativas o por lo que los demás esperan de ti, le cuesta pensar a largo plazo. Todo ello puede provocar que no tengas éxito en lo que quieres.

¿Te gustaría «jugar» a cambiar tu forma de pensar? ¿Tener una mente más positiva y abierta que te ayude a alcanzar lo que quieres? 

Jonathan Benito, profesor e investigador de neurociencia de la Universidad Autónoma de Madrid, acaba de publicar «Redefine (im)posible», un libro que ahonda en cómo potenciar y «hackear» tu mente para conseguir el éxito.

Aquí tienes algunos de los trucos que Benito explica en su publicación (métodos destacados inicialmente en «Rac1«).

Léelos atentamente, quédate con uno de ellos y ponlo en práctica durante unas semanas. Verás que pronto notas los resultados.

1. Ejercicio de la rueda de la vida

¿Alguna vez te has detenido a pensar por qué te cuesta tanto cumplir y tener éxito en tus objetivos, propósitos y deseos por más que los trabajes en tu mente?

Más allá de los problemas de procrastinación o de gestión de tiempo, debes tener en cuenta que el cerebro solo está programado para satisfacer las necesidades esenciales, como comer, tener un lugar seguro en el que dormir o reproducirse.

La mente aún no está habituada a pensar en metas más elevadas, como conseguir un aumento de sueldo, iniciar tu propia empresa, terminar una novela o más «caminos» hacia el éxito.

Por otro lado, la motivación está vinculada a la claridad de tus objetivos. Cuánto más claro sepas qué quieres, y por qué lo quieres, más energías y ganas tienes de ponerte en marcha.

Así que si dejas que tu cerebro piense en metas de forma automática, creará objetivos muy difusos que no te motivarán.

Jonathan Benito propone un ejercicio rápido que te ayuda a identificar objetivos valiosos para ti y a pensar en ellos de forma concreta. Especificidad y necesidad nos darán… ¡energía a raudales!

La táctica se llama rueda de la vida. Consiste en hacer un círculo y dividirlo en diferentes aspectos de la vida: salud; dinero; amistades; amor; trabajo; desarrollo personal; inspiración; descanso, ocio, por citar algunos temas.

Existen muchas plantillas al respecto, aunque siempre se recomienda añadir algunos temas propios, relacionados con cosas que te afecten directamente.

A continuación, puntúas cada sector del cero al 10 (cero es que todo está fatal, 10 estás en la situación ideal).

Al terminar, conectas cada puntuación para que visualmente te sea fácil saber qué ámbitos de tu vida deberías priorizar: son los sectores más vacíos.

Imagina que todos tus sectores están por encima del cinco menos el de amistad, que tiene solo un dos. 

¿Qué deberías hacer o conseguir para que la calificación en este ámbito sea al menos de suficiente? No te detengas en la meta más ambigua. Busca el paso o los pasos tangibles que, al darlos, vayan subiendo la puntuación.

Si te bloqueas, piensa en los sectores más saludables de tu rueda. ¿Qué haces en esos ámbitos para conseguir puntajes tan buenos? ¿Puedes adaptar esa estrategia y aplicarla de alguna forma en el área de tu vida que necesita ser revitalizada?

La acción concreta que salga de meditar durante un buen rato se convertirá en un objetivo más motivador que los que generas habitualmente.

Verás enseguida los beneficios y querrás ponerte en marcha cuanto antes para que, cuando hagas la rueda una vez más dentro de unos meses, esté más completa y positiva.

2. Imagina la película de tu mayor éxito

¿Te suena el efecto placebo? Es una intervención, en forma de medicamento, terapia, simples autoafirmaciones que, mediante la pura confianza y fe, consigue cambiar positivamente a la persona que está siendo intervenida.

Un ejemplo sencillo y tonto es estar resfriado, tomarte una pastilla de menta pensando que es un medicamento y, de repente, sentirte mejor, como si realmente te hubieras tomado una medicina.

En el mundo del desarrollo personal, ese acontecimiento tiene un «primo hermano»: el efecto Pigmalión.

Es un mecanismo en el que el resultado se acerca a las expectativas previas porque inconscientemente se modificó la conducta para conseguirlo.

El efecto Pigmalión está presente en el día a día, solo que muchas veces son los demás los que lo desencadenan.

Por ejemplo, un profesor que esté convencido de que un alumno sacará buenas calificaciones (expectativas previas), lo condicionará para que se vea como un estudiante capaz.

Le alabará, se preocupará de averiguar si entendió la lección, tendrá paciencia, hablará muy bien de él en las reuniones con su familia, entre otros rubros.

En ningún momento hubo una prueba empírica de que ese niño iba a ser buen alumno. Todo nació de la fe y la esperanza. Pero el coaching indirecto del docente alteró la conducta del niño para que se esmere en la asignatura de rigor. 

Habrá muchas posibilidades de que acabe el curso con buen promedio (resultado igual o parecido a las expectativas previas), no porque estuviera motivado desde el inicio sino porque adquirió buenos hábitos gracias al efecto Pigmalión.

Existe un mecanismo voluntario que te puede ayudar a explotarlo: la visualización.

Es una técnica muy usada en el mundo de los deportes. Consiste en dedicar unos minutos cada día a visualizarte llevando a cabo tu objetivo, meta o deseo.

Es importante que esta película mental acabe con final feliz: obtienes el éxito que esperabas y disfrutas de la consecuencia. Adelante. Regodéate todo lo que quieras. Pásalo bien.

Estás creando las expectativas previas con las que da inicio el efecto Pigmalión.

Sabrás que has creado una película mental vívida porque notarás la emoción y el placer, como si ya hubieras cumplido la tarea. Permítete impregnarte de esta dicha.

No solo te sientes bien: condicionas a tu cerebro para hacerlo creer que ya has cumplido el objetivo. Es la antesala a un cambio de conductas para conseguir que las expectativas se cumplan.

Por lo tanto, tu mente cree, gracias a la película, que tienes las capacidades para realizar la tarea y genera la motivación suficiente como para que quieras hacerla. Has sido el maestro y el alumno.

Si te estás preguntando por qué las películas mentales logran manipular al cerebro, la respuesta es sencilla: el cerebro no sabe distinguir realidad de una ficción convincente.

Si creas una escena imaginada muy real, el cerebro no se la cuestiona y la da por válida.

Ojo: es muy posible que el resultado final no sea idéntico al de las expectativas.

El efecto Pigmalión no es magia ni es un «milagro». Pero se acercará mucho a lo que deseabas. Tanto que tu mente lo considerará un éxito y seguramente entrarás en un círculo virtuoso de triunfos constantes.

3. Prioriza cantidad, no calidad

Jonathan Benito explica que la clave del éxito es la perseverancia. Si quieres adoptar nuevos hábitos o mejorar ciertas habilidades, debes dar tiempo que tu cerebro ejecute las conexiones neuronales necesarias.

¿Cuál es el problema? Que muchas veces se quiere conseguir el éxito con prisas. 

Empiezas una nueva actividad, no te sale tan bien como esperabas (normal, por otro lado), fracasas (nadie nace sabiendo), te rindes y no das tiempo a tu mente a fomentar buenos hábitos.

Un buen truco para combatir la frustración y ser perseverante pese a las adversidades consiste en plantearte objetivos de cantidad en lugar de calidad.

Por ejemplo, si quieres correr 10 kilómetros en una hora, por decir algo, no empieces obsesionándote por tu velocidad. Plantéate este otro objetivo: hacerlo durante 10 minutos seguidos durante una semana e ir subiendo semanalmente el tiempo.

De esta forma, te estás centran en metas cuantificables que no se centran en la calidad subjetiva, sino en progreso empírico: correr durante un periodo de tiempo de manera constante.

Con esta filosofía, gozarás de varios beneficios. El más directo es que te sentirás feliz al cumplir objetivos; el placer siempre genera más motivación. 

Darás tiempo a tu mente para desarrollar un hábito (y, en el ejemplo de arriba, a tu cuerpo para prepararse). Finalmente, aprenderás a disfrutar del viaje, y llegarás a tu meta con menos esfuerzo y antes de lo que creías.

En el caso de que no puedas idear un objeto similar al del ejemplo, juega a fracasar. Si tu meta es hacer más amigos, ponte de tarea «ser rechazado o ignorado por tres desconocidos cada semana en entornos sociales».

Puede sonar duro, pero en realidad con una tarea así generas tolerancia al rechazo, vas adquiriendo habilidades sociales y, por pura estadística, tarde o temprano encuentras a alguien que querrá seguir hablando contigo.

En cambio, si te planteas hacer amigos sí o sí (todo o nada), llegará el domingo por la noche, concluirás que no crece tu círculo social y eso será perjudicial para tu mente y tu meta de éxito.

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