Paul Alejandro Sánchez

Paul Alejandro Sánchez

Energía Circular

Hubo una época, antes de la segunda guerra mundial, cuando el transporte aéreo era dominado por zeppelines —que básicamente son aerostatos autopropulsados que se sostenían en el aire gracias a que se llenaban con hidrógeno, que al ser más ligero que el oxigeno, permitía la sustentación aerostática. También conocidos como dirigibles, los zeppelines tenían como principio básico una estructura rígida que sostenía las paredes del globo donde se encontraba el hidrógeno.

Desde los 1890s, el Conde Ferdinand von Zeppelin comenzó el desarrollo del dirigible rígido que, finalmente, llevó su nombre y se completó en 1900. El LZ-1, como se llamó el primer zeppelin, medía 128 metros de largo.

La primera aerolínea del mundo, DELAG, operaba siete zeppelines en 1914. Para entonces ya había transportado casi 35,000 pasajeros en más de 1,500 vuelos comerciales, acumulando más de 170,000 kilómetros y más de 3,000 horas de viaje. La primera guerra mundial detuvo el avance de los vuelos comerciales, pues el ejército alemán tomó las aeronaves de DELAG para usarlas en combate.

Para el final de la guerra, los británicos desarrollaron sus propios zeppelines, siendo el R34 el primero en cruzar el Atlántico en julio de 1919. Después de varios intentos, en 1931, DELAG —utilizando el LZ-127 de la empresa Zeppelin— lanzó varias rutas nacionales, regionales y trasatlánticas; incluso había una ruta entre Alemania y Sudamérica. En ese entonces, los zeppelines adelantaban por mucho las capacidades de los aeroplanos; para 1937 se realizaron cerca de 140 viajes transatlánticos y una vuelta completa al mundo en aerodirigible.

Sin embargo, en 1937 el futuro de los zeppelines terminó en tragedia con el desastre de Hindenburg. El 6 de mayo, la aeronave alemana LZ-129 de la clase Hindenburg se prendió fuego en Nueva Jersey, Estados Unidos. De las 97 personas a bordo, entre pasajeros y tripulantes, murieron 35.

Si bien existen diferentes teorías respecto a la causa de la tragedia, la dominante señala que una chispa provocada por la estática ocasionó una reacción en cadena que, debido a la gran cantidad de hidrógeno dentro del zeppelin, ocasionó que este se encendiera y se magnificara la tragedia.

El hidrógeno es altamente inflamable y es considerado un combustible de alto poder que se quema a alta velocidad y mucha fuerza. Se utiliza, normalmente, en industrias que requieren alta potencia como la aeroespacial, particularmente en el lanzamiento de cohetes.

A pesar de que los incidentes relacionados con el hidrógeno, como el del Hindenburg, han tenido gran relevancia, en realidad el hidrógeno como combustible es potencialmente más seguro que los derivados del petróleo como la gasolina y el diésel. Cuando estos petrolíferos se derraman y se encienden, es altamente probable que el fuego dure un tiempo considerable. En contraste, en un accidente relacionado con el hidrógeno este tiende a dispersarse rápidamente subiendo a una velocidad de 72 kilómetros por hora a la atmósfera; en caso de incendio, el fuego generado tiene menor calor por la ausencia de carbono, por lo que se apaga rápidamente.

La lección del Hinderburg no fue el impacto colosal para la época derivado de su incendio, sino que, en realidad, demostró que el hidrógeno, aunque más inestable, puede ser más seguro. En ese sentido, queda una importante área de oportunidad antes de hablar de estaciones de servicio de hidrógeno y automóviles de hidrógeno: aumentar la seguridad asociada a su almacenamiento y distribución, mucho de lo cual se ha aprendido gracias al desarrollo de la industria automovilística convencional.

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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