Cristian Huertas

Cristian Huertas

La historia que involucró a Robinhood —la aplicación que permite a cualquier estadounidense comprar acciones, sin comisiones y sin un monto mínimo— y GameStop, un retailer enfocado en vender artículos geek en sus portales y en sus tiendas físicas, fue de lo más sonado en la semana.

¿Qué sucedió? Usuarios de Robinhood, que compartían tips y estrategias en distintos medios —especialmente en foros de Reddit—, se pusieron de acuerdo para «proteger» la acción de GameStop de inversionistas institucionales que estaban ejecutando compras en corto; es decir, compraban acciones baratas que un tiempo podrían elevar su precio. Esto llevó a que varios de dichos fondos perdieran hasta casi el 50% de su dinero. Es decir, los pequeños inversionistas independientes le «ganaron» la batalla a las grandes instituciones de Wall Street (y con un altísimo costo).

El poder de las masas

En medio del proceso, Robinhood tuvo que limitar la compra de las acciones de Gamestop —y de algunas otras compañías— porque no tenía dinero suficiente para las posiciones de cobertura que por regulación debe mantener. Esto enfureció a sus usuarios, quienes querían seguir adelante con sus estrategias de inversión. El 1 de enero, la acción estaba en 17 dólares; llegó a un máximo de 347 dólares el 27 de enero, y el 3 de febrero cerró cerca de los 90 dólares.

Aunque podríamos hablar de muchas cosas que pasaron en medio de este particular suceso, quiero centrarme en una pregunta: ¿Cómo la tecnología está democratizando la participación de los usuarios en distintos ámbitos (como la bolsa de valores), teniendo con esto acceso a la información para tener un poder de decisión aún más grande?

Robinhood permitió, por primera vez, que las personas del común manipularan el precio de una acción en su beneficio. Esto les permitió afectar de manera relevante a los inversionistas institucionales —algo que normalmente pasaba, pero de manera inversa— y ganarles en su propio juego.

La historia de Gamestop y Robinhood es también una lección del culto a la personalidad

El poder que le está dando la tecnología a las personas viene con poca responsabilidad. Por ejemplo, con las redes sociales, las personas que ahora tienen una tribuna pública para poder expresar sus pensamientos comparten contenidos no verificados como verdades, contribuyendo así a la desinformación. En el mismo sentido, con los mercados de valores las personas están invirtiendo en acciones por un culto a la personalidad de sus fundadores, por que se identifican con una marca, pero no porque tengan los atributos para ser un activo (una empresa) altamente rentables.

Facebook y Twitter le dieron a la gente la posibilidad de amplificar su mensaje con muy poca verificación, y eso ha permitido que personas como Donald Trump lleguen a la presidencia de la economía más grande del mundo.

Algunos pensarían que es diferente en los mercados de valores, pero veamos el caso de Tesla. La compañía de Elon Musk vendió 370 mil coches en 2019, mucho menos que los  2.5 millones que vendió BMW. Sin embargo, Tesla vale 8 veces más que la marca bávara. Tesla tuvo ingresos por 21 mil millones de dólares en 2019, mientras que BMW tuvo ingresos 109 mil millones de dólares.

Parece que ahora es más importante ser una marca popular que una compañía rentable. Esto implica un importante giro en las estrategias de inversión de los grandes inversionistas. Ya no solo habrá que analizar si los estados financieros de una empresa son sólidos, sino también cómo el público percibe a esa compañía y a sus fundadores o CEOs, pues el impacto en el precio de la acción será cada vez más grande, debido a que las personas del común pueden invertir de manera directa y fácil.

A todos los que estudian finanzas, Behavioral Economics será una de las materias más importantes de su carrera.

Gamestop y Robinhood | Business Insider Mexico

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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