• Los peores augurios plantean el colapso de la red social, con la desaparición de memes, anécdotas y el inmenso patrimonio de toda una década.
  • Esto reabre el debate sobre la preservación de archivos digitales: ¿cómo se contará la historia del mundo e internet?
  • El panorama es adverso para Twitter, pero te mostramos lo que requieres conocer al respecto.
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Para hablar de Twitter, vamos a regresar en el tiempo. La creencia popular es que la biblioteca de Alejandría, uno de los mayores centros del conocimiento de la Antigüedad, se perdió en un magnífico incendio a principios de la era común. La realidad es más prosaica.

Incendios hubo, varios, pero el declive de la biblioteca fue acompasado con batallas, faraones, abandonos y, en definitiva, con el peso de la historia.

Hay quien fija el inicio de ese declive en el siglo I antes de Cristo, en el reinado del faraón Ptolomeo VIII. Tras su segundo ascenso al trono, purgó Alejandría de intelectuales, ya que muchos se opusieron a sus intrigas para tomar el poder.

Entre ellos estuvo el que entonces era director de la biblioteca, Aristarco de Samotracia, que huyó a Chipre.

Elon Musk es la persona más rica del planeta, aunque no es un faraón. No ha necesitado serlo para, apenas días después de tomar el control de Twitter, despedir a prácticamente la mitad de sus trabajadores. 

Ahora se sabe que envió un correo hace días en los que advertía al resto de empleados que deberían laborar en condiciones extremas.

Los que todavía no se habían marchado lo han empezado a hacer. Los medios ya están publicando las advertencias que lanzan algunos de esos excolaboradores: a Twitter le pueden quedar horas, días o semanas.

La plataforma, que cobija la conversación pública y tiene un enorme archivo histórico creado durante más de una década, puede desaparecer sin un gran incendio.

Cuando la biblioteca de Alejandría desapareció, con ella lo hizo una gran cantidad de documentos y archivos gracias a los que probablemente hoy entenderíamos mucho mejor aquella etapa de la humanidad.

Si Twitter desaparece es muy posible que suceda lo mismo. Se perderá una ingente cantidad de contenido e información con la que los dos últimos lustros se comprenderían mejor en el futuro.

Lo explicaba así el bibliotecario Diego Núñez en Mastodon: «Si Twitter desaparece puede ser una de las mayores desapariciones de patrimonio de la historia».

«Twitter ocupa un espacio público que va a ser difícil de imaginar en el futuro. La mayoría de noticias de medios digitales tienen una parte que enlazan tuits. Hay tuits que han sido noticia. Puede sonar a broma, pero no lo es. Si desaparece pronto sin un buen archivo, será un desastre sin precedentes en lo cultural», enfatizaba.

La sombra de un colapso se cierne sobre Twitter

Las posibilidades de que un fallo a gran escala acabe colapsando Twitter no paran de crecer. Lo advierten expertos y antiguos empleados de la plataforma. 

La situación se acrecentó cuando Elon Musk envió un nuevo correo a lo que quedaba de plantilla: o aceptaban condiciones extremas o se marcharían con una indemnización de tres meses.

La respuesta no fue la que el multimillonario esperaba. Muchos empezaron a dimitir. Tanto, que al final el número de extrabajadores descontentos que todavía tenían acceso a los servicios internos de la plataforma aumentaba en número.

Finalmente, Elon Musk prohibió a las oficinas centrales.

En economía y especialmente en banca hay una expresión que es «demasiado grande para quebrar»; hace referencia a aquellas compañías cuyo desplome tendría consecuencias sistémicas en sus sectores y en todo el mercado.

Hubo un tiempo en el que esta expresión también era válida para gigantes tecnológicos.

Pero Twitter, con todo lo que está sucediendo, podría demostrar que se puede. Muchos usuarios de la red social llevan días asumiendo que las que viven son las últimas horas en una plataforma que les ha acompañado, en muchos casos, más de una década.

No tiene una opinión tan negativa Ofelia Tejerina, presidenta de Asociación de Internautas. 

«No creo que Elon Musk sea tan tonto como para tumbar a Twitter como negocio. Como mucho cerrará unas horas para reformar la red social y ajustarla a sus criterios, para seguir ganando dinero con ella».

Pero, ¿y si los cambios provocan pérdida de información?

«Tendrá que responder por esa pérdida», defiende Tejerina, que recuerda que en la plataforma han mediado contratos entre anunciantes y servicio, así como usuarios y servicio.

Cuando un internauta adquiría por ocho dólares al mes una polémica verificación de cuenta, «media un contrato».

Juan Carlos Marcos Recio, periodista y profesor de Documentación en la Universidad Complutense de Madrid se muestra más contundente. «Los órdagos, señor Musk, se lanzan para ganarlos», apunta.

Marcos Recio, junto al bibliotecario Diego Núñez, lanzan una advertencia. En términos culturales y patrimoniales, la pérdida de información masiva con la desaparición de Twitter sería devastadora, equivalente al incendio de la biblioteca de Alejandría digital.

Papiros de hace 1,000 años, mejor preservados que tuits dentro de décadas

«La vida es efímera. La información lo es», apunta el profesor de la Complutense. Aunque se tiende a pensar que preservar archivos en formato digital arroja más garantías que guardar los documentos en papel, eso no siempre es cierto.

Ocurre, por ejemplo, en el videojuego. El medio se afana desde hace años por convertirse en un sector cultural, y no únicamente en una industria del entretenimiento. Hay iniciativas que se realizan en bibliotecas y museos. Pero los problemas de que los juegos estén en plataformas en línea lo complican todo.

Un ejemplo con un título que te sonará: «League of Legends». Este es uno de los más seguidos de todos los tiempos. El deporte electrónico por excelencia. Pero la edición de este año es muy distinta a la de 2009. A esta última versión es hoy imposible jugar de manera comercial. Es una historia perdida.

«Parece una tontería, pero es un ejemplo que hemos vivido con otras cosas que han desaparecido de internet de golpe», incide Diego Núñez. Y a los contenidos que se generan y comparten en plataformas como Facebook, Twitter, Twitch, YouTube y otros «le pasará algún día lo mismo», pronostica Marcos Recio.

Es algo que ha ocurrido con otros servicios. Núñez lo ejemplifica con GeoCities, «que desapareció de un día para otro».

«Pasó incluso con los Sites de MSN. Hubo una generación que los utilizamos como una red social primigenia, antes incluso de MySpace». 

«Los bandazos que dan este tipo de empresas no son buenos para el patrimonio», afirma Marcos Recio.

«Hay filtraciones de datos, se para la actividad informativa, no se siguen los procesos de análisis de los datos. Lo peor es que los contenidos hay que gestionarlos técnicamente para el futuro». En el caso del Twitter de Elon Musk, «la desbandada de ingenieros no ayuda».

«El patrimonio se valora en el largo plazo y por eso hay que pensar no solo en los contenidos que ya tienen conservados, sino también en los que se producen en estos días de incertidumbre». 

El riesgo que desaparezca todo lo que se ha vivido entre 2010 y 2022

La diferencia entre lo que sucedió con plataformas como GeoCities, los Spaces de MSN —o los Windows Live Spaces— y otras tantas plataformas que fueron extinguiéndose es que no alojaban ni recibían el volumen de información que sí ha almacenado Twitter. Sí, incluidos sus memes.

«A nivel testimonial y documental de la sociedad desde 2010 a 2022 más o menos, está todo. No solo está la información, sino muchas cosas que explican qué ha ocurrido», señala Núñez. 

La Primavera Árabe, el 15-M español, movimientos como el #MeToo, el veto al expresidente Donald Trump. Todo ha pasado ahí y tiene un respaldo técnico que ahora podría desaparecer.

Un buen ejemplo de ello es el movimiento #MeToo, cuando muchas actrices empezaron a compartir los casos de abuso sexual de productores de la industria, generando una oleada de solidaridad e indignación que saltó a otros ámbitos.

Muchos de los tuits que se publicaron bajo esa etiqueta fueron archivados en los fondos y bibliotecas de centros académicos.

«Si Twitter desaparece esta noche, quién nos dice que el día de mañana aparezca gente negando que ese archivo documental sea fidedigno», apunta Núñez.

«Implicará que mucha gente no tendrá por qué creer que el #MeToo existió; alegarán que esos archivos los hicieron universidades progres y que los tuits nunca existieron y nunca tuvieron esa repercusión».

También afectará a creadores de contenido. La cuenta Internet Molaba explica que el fin de Twitter supondría el fin de su proyecto.

«Nacimos en (esa plataforma) y usamos los códigos de esta red. Compramos un dominio y probablemente iremos pasando parte del contenido ahí, sobre todo los hilos en los que hemos puesto mucha investigación».

«Para crear comunidad, Twitter es perfecto por su inmediatez. Pero quizá lo hemos utilizado para algo que no debería ser, como crear contenido».

Bibliotecas y centros académicos, al rescate: «Si dependemos de una empresa, no habrá posibilidades»

El problema de que mañana no exista Twitter no es que su información se vuelva más accesible.

«El problema está en el crecimiento exponencial de los fondos documentales. El acceso es cada día más complicado porque todo se duplica, triplica». Tratar de salvaguardar copias de seguridad de todo es prácticamente imposible.

«Es responsabilidad de las instituciones públicas pero no tiene presupuesto y es prácticamente inalcanzable. Los únicos que pueden procesar ahora mismo toda la información que hay en Twitter son sus propios servidores. Tampoco existe documentalista que sea capaz de filtrar toda la información de Twitter por relevancia», coincide Núñez.

La Biblioteca Nacional de España, por ejemplo, al igual que hace con los videojuegos, también almacena fondos generados en páginas y plataformas, apunta el bibliotecario.

Marcos Recio confirma que a través de su Servicio de Difusión de Contenidos Digitales, Portales y Redes Sociales se guardan fondos «de Facebook, Twitter, YouTube, SlideShare y Flickr». Pero los esfuerzos «deben ampliarse».

«La tecnología no garantiza que en el futuro vayamos a poder utilizar el patrimonio que se está produciendo ahora mismo. Puedo leer un libro que tenga más de 300 años. ¿Podré hacerlo con los formatos actuales cuando pasen otros 300 años?», insiste el docente. 

«Que el patrimonio sea digital no significa que en el futuro lo tengamos a nuestra disposición, sobre todo porque hay empresas que desaparecen y con ellas todos sus fondos».

Uno de los mayores esfuerzos en catalogación y preservación de fondos digitales es Archive.org, que contiene «millones de libros, películas, programas informáticos, música o sitios web».

«Instituciones, fundaciones, universidades, medios y particulares donan sus fondos con el compromiso de que perduren en el tiempo y se puedan consultar gratis».

Cuestionado ante una posible alternativa a Twitter que se erige estos días, Mastodon, Diego Núñez avanza que aunque su propiedad sea distribuida adolece el mismo problema que la plataforma si el día de mañana desaparece.

«Una instancia en Mastodon, si desaparece, al menos no es tan masiva como Twitter, pero se perderá información que podría contextualizar otra información».

«Seguimos con el mismo problema de fondo. No sabemos si esto generará una conversación que pueda ser interesante y de estudio de cara a futuro. La simple idea de que nos planteemos esto probablemente implique que ya se está generando. Pero corre el riesgo de perderse, como cualquier cosa que pongamos en la esfera pública pero en un entorno digital».

«Si dependemos de una empresa no hay ninguna posibilidad de que esto funcione a futuro si no le es rentable. Es más necesaria una obligación legal de conservación que depender del libre mercado, que ya sabemos que es una opción que no funciona», puntualiza el bibliotecario.

Todavía queda conocer el fin de Twitter y Elon Musk. Sí se sabe cómo terminó la historia de Ptolomeo VIII. 

Los ciudadanos de Alejandría se amotinaron e incendiaron el palacio real, haciéndole huir. Aunque a los años, tras imponerse en una cruenta guerra civil, regresó al poder, que ostentó a duras penas hasta su muerte.

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