• NBC Universal dio luz verde para producir el spin-off Suits: LA.
  • Esta nueva producción se logró gracias al éxito que Suits cosechó tras llegar al catálogo de Netflix.
  • Esto demuestra la capacidad que tiene el servicio streaming de volver a poner en circulación contenidos que parecían ya no tener una vida útil.
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Suits: LA, el nuevo spin-off de la serie de televisión Suits, ya es una realidad.

NBC Universal dio luz verde a su producción, que comenzará a finales de marzo en Vancouver. Hasta el momento, ninguno de los protagonistas de la serie original están vinculados al proyecto, aunque no se descarta su participación.

Suits tuvo una duración de nueve temporadas (de 2011 a 2019) y se transmitió en USA Network. Sin embargo, no fue su éxito alcanzado en la televisión por cable lo que motivó esta nueva entrega, sino su popularidad global al incorporarse en el catálogo de Netflix.

La misma compañía que se dedicaba a resucitar series canceladas —como ocurrió con Manifest Lucifer— o prolongar series ya finalizadas (como pasó con La Casa de Papel) ahora tiene otras prioridades.

Entre ellas no está buscar el nuevo fenómeno derivado de un contenido licenciado. Por lo tanto, otros están buscando aprovecharse de ello.

El efecto Netflix 

Suits
USA Network/Shane Mahood/USA Network

Suits lideró el ranking de series más vistas en Netflix Estados Unidos, de acuerdo con Nielsen. El éxito que el programa cosechó en la plataforma streaming es resultado de varios factores.

Sin duda, contribuyó su formato. Es una serie de televisión clásica, de varias temporadas y muchos episodios por temporada, con una premisa fácil y amable. Todo esto se convierte en una invitación formal para disfrutar de un maratón.

No obstante, también tuvo mucho que ver su modelo de distribución global. Este permitió que el producto conectara no solo con sus audiencias de origen (volviendo a ver la serie), sino también con otras nuevas.

El fenómeno Suits tiene numerosos precedentes. Netflix es, de hecho, una plataforma experta en relanzar series. La magia de sus algoritmos y el volumen de su audiencia es capaz de dar una escala a la programación que no está al alcance de ningún otro agente del mercado. 

Los flujos de la distribución que se instauraron durante la “guerra de streaming” están en proceso de reestructuración con el objetivo de sanar financieramente a las compañías. Lo vimos con la restauración de la ventana en salas de cines, que fue desmantelado por la pandemia de covid-19.

También lo vimos en la superación de los catálogos basados en exclusividad. En el caso de Suits, es la manera en que los productos encuentran una nueva vida al pasar por otras ventanas de distribución.

En los inicios de Netflix, las cadenas de televisión encontraron en la plataforma un poderoso aliado. El hecho de poner a disposición de sus suscriptores las temporadas previas de series que seguían en emisión funcionaba como una herramienta para elevar los ratings de nuevas temporadas.

Netflix no tardó en darse cuenta de que la popularidad global que imprimía en las producciones era una gran oportunidad para aumentar el volumen de sus contenidos originales.

Fue así como optó por dar continuidad a series que habían finalizado su circulación en televisión con ayuda de un formato Netflix Original.

Lo que importa es retener a la audiencia

Parece que ahora el valor del contenido licenciado ya no está en detectar historias que tienen una conexión particular con la audiencia y que pueden seguirse explotando comercialmente. Hoy, lo que importa es su capacidad de generar horas de reproducción, lo que funciona como un incentivo a la retención de clientes. 

La gran corrección del streaming provocó que las plataformas calmaran sus ambiciosos planes de crecimiento en suscriptores. Estos resultaban poco realistas en un entorno saturado y económicamente difícil.

En ese entorno, el contenido —nuevo y exclusivo— era la gasolina que impulsaba más conversión a clientes. No obstante, ahora la prioridad es la retención, y uno de sus mejores aliados son las horas de consumo.

Un contenido licenciado como Suits se las sirve en bandeja: genera muchas horas vistas, refuerza el engagement y eleva los índices de satisfacción con el servicio. 

Netflix sigue aprovechando la popularidad global que genera, solo que lo está haciendo de otra manera. A falta de vocación por parte del servicio streaming por dar continuidad a la propiedad intelectual, no han tardado en salir otros pretendientes: las mismas cadenas de televisión que antes eran cementerios y hoy son camillas que resucitan series.

Los últimos dos años han provocado una profunda transformación en la propuesta de valor de Netflix, pero también han sido meses de recuperación de algunas de sus señas distintivas. 

La reactivación del mercado de licencias y una nueva línea estratégica —que apuesta por la austeridad y la eficiencia— modeló su obsesión por tener amplios catálogos de contenido exclusivo.

El contenido licenciado les ofrece incluso más ventajas, en especial como refuerzo de segmentos de audiencia clave, ahorrándose el riesgo financiero de tener que cubrirlos con una producción original.  

Netflix llegó a comportarse como un “buscador de oro” con el contenido licenciado. Ahora parece muy cómodo limitándose a hacer lo que mejor sabe: ser un trampolín de éxito.

Y si ese éxito lo capitalizan otros, la rueda de la distribución seguirá girando, abriendo la puerta a más colaboraciones. Todos ganan. El audiovisual parece cada vez más convencido de que la virtud está en el equilibrio. 

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