- Mi marido hizo la transición y ahora es mi mujer. Ahora es mucho más feliz.
- Nuestras hijas, de 9 y 2 años, no se inmutaron cuando su padre salió del armario como trans.
- Soy bisexual y valoro las expresiones de género no tradicionales.
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«Vamos de compras», dijo mi mujer, Stefanie, un domingo por la tarde. «¡Necesito un vestido!» Apenas reconocí a la mujer rubia que me sonreía en la abarrotada tienda outlet.
Después de más de una década de matrimonio, mi marido, Stefan, «salió del clóset» como mujer trans y se convirtió en mi esposa, Stefanie. Pasó casi un año y ya no me sorprenden los cambios en su aspecto físico —es preciosa—, pero todavía me sorprenden los cambios de personalidad.
Mi marido odiaba ir a comprar ropa con nuestras dos hijas, de 9 y
dos años, mi mujer lo disfruta mucho.
Las dos estamos felices
Stefanie se deleitó con el movimiento de las telas sedosas, el cosquilleo del cashmere y el tintineo de los accesorios. Nunca la había visto tan feliz mientras se reinventaba a sí misma, una túnica y una pulsera de plata a la vez. También me sorprendió que se ofreciera a empujar el cochecito del niño para que yo pudiera comprar sin problemas.
A medida que Stefanie se adapta a su cuerpo, yo también encuentro más alegría en la vida cotidiana.
Nunca había oído hablar de la expresión «euforia de género» antes de que mi esposa transicionara. A los medios de comunicación les encanta destacar los aspectos negativos de la vida de las personas trans, pero la otra cara de la disforia de género —la euforia— también merece atención.
Ser mujer trans mejoró la vida de Stefanie y la de nuestra familia. Nuestros hijos apenas parpadearon la primera vez que vieron a su padre con un vestido. Pero definitivamente han notado que Stefanie los lleva más al zoológico y al parque de diversiones.
No quiero minimizar el dolor de los 42 años de lucha de Stefanie con el género. Pero ese viaje es su propia historia para contar. Necesitamos más historias escritas por personas trans que capturen todos los colores de esta experiencia, no solo los tonos más oscuros.
También necesitamos historias de familias trans.
Stefanie salió de las nubes oscuras como un sol deslumbrante. Yo me deleito con su resplandor. Que mi pareja «saliera del clóset» como mujer trans fue una de las mejores cosas que me han pasado.
Sabía que mi pareja tenía problemas antes de la transición
A lo largo de nuestro matrimonio, sabía que mi entonces esposo tenía problemas emocionales, pero nunca sospeché que fuera una cuestión de identidad de género.
Como persona bisexual, valoro las expresiones de género no tradicionales.
Apreciaba la sensibilidad de mi marido y sus largas pestañas, pero no creía que mostrara los signos «típicos» de ser trans. No había medias de encaje escondidas en los cajones, y hablaba de jugar con camiones de juguete cuando era niño.
Pero yo no entendía la amplia gama de experiencias trans en ese momento.
Durante años, mi marido había buscado en Google historias de transexuales y transiciones médicas sin saber muy bien por qué. Él (ella) reprimía estos deseos por miedo a la estigmatización y a perder nuestro matrimonio. La tensión del secreto nos agobiaba a los dos. Ahora ambas estamos exhalando.
Es difícil para una persona cisgénero como yo —alguien cuya expresión de género coincide con su apariencia externa— comprender plenamente el agotamiento de una persona trans por vivir en constante discordia. Imagina una orquesta que afina sus instrumentos en un frenesí de notas que chocan.
Después de que Stefanie aceptara que era mujer trans y comenzara la transición médica, la música de su interior se volvió finalmente melodiosa. Como su esposa, yo también escucho esa música. No puedo evitar bailar con ella, incluso en medio de una tienda de ropa de descuento.
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