José Salgado

José Salgado

Economía Espacial

La Inteligencia Artificial o IA aplicada a la tecnología espacial nos da como resultado la herramienta del futuro. Pero para poder aprovechar estos recursos, debemos primero entenderlos. 

Actualmente no existe una definición generalmente aceptada de lo que significa Inteligencia Artificial, y la mayoría de las personas usan este término equivocadamente. Parte de este problema radica en su nombre: la “inteligencia” es un concepto abstracto, difícil de explicar y entender. Para aumentar la confusión, existen soluciones informáticas que pueden o no formar parte de la IA, pero que la práctica son llamadas así; ese es el caso del Machine Learning, el Deep Learning, el Automation y el Big Data, por mencionar algunos. 

Tan grande es el desconocimiento de lo que es IA, que hasta las grandes empresas caen en este error. En Europa, por ejemplo, la firma MMC realizó un estudio donde concluyó que 40% de las startups descritas como empresas de Inteligencia Artificial, no utilizan IA de manera sustancial en sus productos finales.

A pesar del mal uso de la terminología, la Inteligencia Artificial tiene aplicaciones avanzadas en el sector espacial. Actualmente se utiliza para detectar nuevos planetas, predecir climas espaciales (tormentas solares, vientos radioactivos, etc); automatización de satélites y también en robots capaces de realizar tareas complejas en órbita, meteoritos u otros planetas. 

Según la firma Kenneth’s Research, el valor de este mercado en 2018 fue de 2,000 millones de dólares y se anticipa que crecerá en un 7.25% para el 2026. Esta cifra revela la importancia de estas dos tecnologías.

Y es que la principal aplicación de IA tiene que ver con la capacidad de reacción contra el tiempo de latencia de la comunicación entre el espacio-tierra e interespacial. Esto significa que si un vehículo lunar está ejecutando una misión y de pronto se encuentra con un fenómeno no esperado, debe tomar una decisión inmediata. El problema es que actualmente la señal de la Tierra a la Luna tarda varios minutos; este retraso ocasionaría el fracaso de la misión si no se cuenta con un sistema automatizado de reacción que considere todas la variables. Lo mismo sucede en constelaciones de varios satélites que necesitan cambiar de órbita para evitar colisiones o maniobrar para establecer una mejor conexión con los sensores remotos aquí en la Tierra.

A pesar del potencial de estas dos tecnologías, son pocas las empresas que se dedican a desarrollar estos sistemas, debido al riesgo intrínseco que presenta una validación fallida en órbita. Esto implica que si el sistema de maniobra de un satélite falla, el resultado puede ser la pérdida total del activo espacial o la colisión. De hecho la curva de adopción para aplicaciones de este tipo es similar a la de los vehículos que se manejan de manera asistida.

Además de la exploración espacial, el campo de la Observación de la Tierra o EO (por sus siglas en inglés) es otro ejemplo donde ambas tecnologías se unen. De acuerdo al último reporte de la firma Euroconsult, el mercado global de EO será de 8,500 millones de dólares en 2026; de estos, 6,500 millones serán a través de nuevas soluciones para mercados terrestres utilizando AI.

Otro de los problemas que resuelve la Inteligencia Artificial en el sector espacial, es el procesamiento y análisis de datos. La NASA recibe y almacena aproximadamente 2 gigabites de datos cada 15 segundos entre toda su flota espacial; sin embargo, solo se analizan una fracción de esos datos por falta de recursos humanos, tecnológicos y económicos. 

Esta cifra se incrementará en 2021 cuando la NASA ponga en órbita el telescopio James Webb, que sustituirá al actual telescopio Hubble. Este nuevo telescopio transmitirá 458 gigabits de datos cada día y será tan poderoso que podremos ver a través del tiempo, literalmente. Este telescopio, nombrado así en honor a James E. Webb, administrador de la NASA de 1961 a 1968 y que fue vital en el desarrollo del programa Apollo, permitirá observar el universo hace 100 millones de años luego del Big Bang. Esto es un fenómeno que tiene que ver con la velocidad a la que viaja la luz en el espacio. 

Por ejemplo, la galaxia Andrómeda que es visible a simple vista desde la tierra, está a una distancia de 2.5 millones de años luz; lo que significa que la estamos viendo como era hace 2.5 millones de años. Para entenderlo de otra forma, imaginemos que en este momento, algún ser extraterrestre nos observa con un telescopio como el James Webb a una a una distancia de 65 millones de años luz; lo que vería sería nuestro planeta habitado por dinosaurios en la Era Mesozoica. 

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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