• El feminismo ha cambiado nuestra perspectiva y actuar en gran parte de los ámbitos de nuestras vidas.
  • Sin embargo, hay algunos temas en donde falta avanzar.
  • Sobre ello y nuestro papel como sociedad, nos explica la escritora y traductora Irmgard Emmelhainz.
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El feminismo ha revolucionado durante siglos la manera en la que observamos al mundo. Gracias a este movimiento, se han conquistado diversos derechos en gran parte de los países, por ejemplo, el de elegir a nuestros gobernantes.

Pero hay aún tópicos por atender y entender no solo por parte de quienes se nombran feministas, sino por la sociedad en general.

Para reflexionar al respecto, la escritora e investigadora independiente Irmgard Emmelhainz publicó su nuevo libro «Amores tóxicos, futuros imposibles: el vivir feminista como forma de persistencia» (Taurus, 2022), en el que ahonda lo que aún falta por hacer.

En 238 páginas y diversas cartas y postales, la experta da un panorama sobre el papel de las mujeres desde lo biológico, artístico, económico, emocional y laboral.

Enunciarse desde tu posición

Emmelhainz realizó su texto durante la pandemia de Covid-19 y este fue «nutrido» por diversas perspectivas.

«Tenía súper claro que quería un texto sobre la maternidad, interpelando a Lina Meruane, y uno sobre la violencia hablando con Sayak Valencia, y uno m´as sobre la guerra neoliberal (…). Eso demanda una voz más teórica, analítica, desde el pensamiento», explica en entrevista para Business Insider México.

Agrega que, ante ello, retomó las enseñanzas de Donna Haraway, feminista, investigadora y bióloga, quien es pilar para el conocimiento situado.

«Este va en contraposición con el conocimiento objetivo y científico, que es masculino y blanco. Ella dice que una manera de generar conocimiento desde el feminismo es enunciando desde dónde una habla. Por eso es que hago esas postales; son una pausa donde describo lo que me rodea, lo que veo y lo que estoy sintiendo. Son momentos de vida. Me parece que aterrizan en el texto y hacen que la voz esté más viva», detalla.

Para la también traductora, es un deber político sentar las bases de nuestro propio discurso.

«Para mí es muy importante hablar desde el privilegio y de las intersecciones de clase, de cómo está borrada del panorama político (…). Era conectar esto con el feminismo y la militancia de la izquierda en México», expone.

El enojo en las mujeres

Durante la obra, Irmgard Emmelhainz hace énfasis en cuál es la visión tanto del gobierno como de la sociedad respecto las mujeres feministas, especialmente las que denotan mayor enojo ante las injusticias.

Para ello, retoma momentos trascendentales para la lucha, como el #MeToo, la marcha del 8 de marzo de 2020 y el paro que se hizo un día después, las manifestaciones a favor del aborto y cómo el encierro derivado de la pandemia agravó los casos de violencia doméstica.

«Platicando con feministas más jóvenes, me di cuenta que el significante que engloba a los feminismos es el situarse como víctima delante del Estado reclamando restitución (del daño), se legisle, se haga algo contra la impunidad ante la violencia de género; eso se debe castigar. Pero la sociedad nos pone en un lugar y requerimos ser sumisas; desde el sitio de la víctimas y sufriendo, nos vemos muy bonitas. Las mujeres emputadas no tenemos cabida porque no nos toleran; siempre nos acusan de ser histéricas o estar locas, con adjetivos que nos han ligado histórica y periódicamente», precisa.

Por ello, ahonda Emmelhainz, el que las mujeres retomen la violencia es algo mal visto.

«Apropiarnos de la agresión y expresar nuestro enojo en el espacio público es algo profundamente subversivo y simbólico porque justamente indicamos que el Estado-nación y los monumentos que le adornan, al vandalizarlos, estamos señalando con el dedo como LasTesis en ‘Un violador en tu camino’. El Estado como garante de la continuidad de la máquina y el pacto heteropatriarcales (…). Me parece (esencial) retomar esa energía y pensar en qué sigue después», asevera.

Un feminismo con divisiones

Aunque se habla de la lucha feminista como un todo, la realidad es que existen diversos feminismos. Esto se ha enunciado durante siglos; lo menciona de manera sencilla Nuria Varela en «Feminismo para principiantes» (Penguin Random House, 2005).

No obstante, en el siglo XX y lo que va del XXI, se ha hecho mayor énfasis en las diferencias que forjan al movimiento. Emmelhainz retoma la importancia de esa pluralidad, es pos de un entorno mejor para las personas.

«Debemos tejer las redes de solidaridad. Ya hemos avanzado muchísimo, lo estamos tirando (al patriarcado) (…), pero los movimientos feministas están profundamente divididos y tienen qué ver con el hecho de que estamos heridas, enojadas, desconfiadas unas de otras; hay toxicidad y tensiones en nuestras relaciones interpersonales, por lo que requerimos encontrar herramientas en terapias privadas o de grupo para sanar eso», resalta.

Un entorno más saludable

Además de tejer redes de apoyo, la experta considera que algunas opciones para forjar un mejor entorno desde una perspectiva feminista como asistir a terapia, ya sea individual o de grupo.

«Apuntemos a crear estructuras (distintas) y pensar que el cambio viene desde lo celular y no desde lo social, porque ya estamos viendo que esas macroestructuras se están derrumbando, están podridas y fallan. Hay que concentrarse en lo celular y expandir desde ahí», apunta.

A eso se suma la búsqueda de un sistema donde se eduque a los hombres para que comprendan qué es el acoso y el abuso sexual.

«Hay que lograr que ellos entiendan en vez de cancelarlos y que ellos también comprendan. En el libro trato de dibujar esos patrones de abuso emocional que terminan en un plano físico; empiezan por pequeñas, que lo habla de manera magistral Cristina Rivera Garza en ‘El invencible verano de Liliana‘ (Random House, 2021). (Trato) de ‘encender alarmas’ y hacer consciencia colectiva, que sea algo categóricamente reprobado por la sociedad», explica.

No obstante, reflexiona sobre la dificultad de hablar sobre casos de violencia sexual con la familia o el círculo donde está el agresor.

Además, la autora señala que hay tomar en cuenta el peso del capitalismo en cada ámbito de nuestra vida, como en la doble función de las mujeres, tanto en la cuestión laboral como reproductiva.

«Yo descubrí la maravilla del trabajo reproductivo en la pandemia y el gozo. ¿Cómo podemos revelarnos en contra del (mundo laboral), desear diferente, a cuidarnos y cultivarnos entre nosotres? (…). A lo mejor la utopía que propongo (en la obra) de renunciar al (empleo) y dedicarnos a reproducir la vida y a los cuidados tendrá que ser una realidad, que ejerceremos en un contexto brutalmente violento», concluye.

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