• La cesta de la compra sale más cara por culpa del cambio climático, pero también por dejar atrás los combustibles fósiles e incorporar la energía renovable.
  • Llegar tarde a la carrera contrarreloj del cambio climático tiene un costo, pero el simple hecho de afrontarla ahora, también pasa factura.
  • A esto se le llama: greenflation y es uno de los factores de la subida en la inflación.
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El precio de la gasolina lleva meses batiendo récords, cuando estalló la guerra en Ucrania por la invasión de Rusia, la cuerda de precios se tensó al máximo. Fue la gota que derramó un vaso que ya estaba medio lleno.

La inflación de la energía ha contribuido en gran medida a la inflación general en todos los países: representó casi 25% en Estados Unidos y 60% en la zona euro en febrero de 2022.

Que la vida esté encareciéndose a niveles no vistos desde la década de 1980 tiene varias causas, y una buena parte tienen que ver con la greenflation.

Ahora la transición a una energía limpia está creando greenflation

La greenflation o paradoja verde expone que llegar tarde a la carrera contrarreloj del cambio climático tiene un costo; sin embargo, el simple hecho de afrontarla ahora también pasa factura.

«Si bien uno de los responsables de la actual escalada de precios es la incertidumbre por la invasión de Ucrania, también hay voces que destacan que la transición a una economía más sostenible supone costes que debemos asumir, como un mayor coste de la energía», resume Pedro Aznar, profesor titular del Departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad de Esade. 

Aunque en el futuro, la transición a una energía limpia permitirá reducir costos, «la transición a la energía neta cero ha contribuido probablemente al reciente aumento de la inflación energética», coincide Silvia Dall’Angelo, economista senior en Federated Hermes.

Pero no es el único factor, ni el más importante.

Según el Banco Central Europeo, hay 3 grandes shocks de precios a los que la economía se enfrenta en el marco del cambio climático y la transición energética: la inflación causada por el cambio climático; aquella provocada por las energías fósiles y la llamada greenflation.

¿Qué es la ‘greenflation’?

Según explica Dall’Angelo, greenflation «se refiere al fuerte aumento del precio de los materiales y minerales utilizados en las tecnologías verdes».

En otras palabras, la greenflation es la parte de la escalada de precios atribuible a la transición energética.

«El consenso, sin embargo, es que la greenflation es un problema menor en comparación a otros como la inflación fósil. La transición no es la culpable de la inflación actual«, matiza Lara Lázaro, investigadora principal del Real Instituto Elcano. 

El problema, sin embargo, llegará si esa transición se efectúa de forma acelerada, sin dar tiempo a que las cadenas de suministro y la minería se adapten.

Tu compra, más cara por el cambio climático

Cada vez es más difícil llegar a final de mes, y parte de la causa de que la despensa te salga más cara está en el cambio climático.

El primero de los shocks citados por el BCE es la inflación climática, explica Lázaro.

«Hay eventos climáticos extremos, como las sequías o inundaciones, que pueden desplazar hacia la izquierda la curva de los alimentos aumentando el precio», dijo.

Los desastres a corto plazo, como los tornados y las inundaciones, pueden acabar con toda una cosecha anual y fenómenos como la sequía y las temperaturas más altas pueden causar daños a largo plazo al reducir el rendimiento de los cultivos cada año. 

La industria cafetera brasileña, por ejemplo, sufrió el año pasado las dos caras de esta moneda. La peor sequía del siglo perjudicó el crecimiento de la cosecha en otoño, y unos meses más tarde una serie de fuertes lluvias acabó con muchas de las plantas que habían sobrevivido.

Pero quizás el ejemplo más famoso tiene que ver con la crisis de microchips.

Resulta que el corte de suministro provocado durante la pandemia tuvo un componente climático: la tormenta de hielo que azotó Texas durante el invierno de 2021 provocó el cierre de tres importantes fábricas de semiconductores. La escasez de recursos como el agua también afectará a la producción de chips y a su valor. 

Estos problemas se han visto agravados por la invasión de Ucrania, añade Lázaro.

El país atacado es considerado como el granero de Europa, pero la guerra arrasa con parte de los cultivos, lo que provocará restricciones de oferta y, por ende, mayor presión en el precio de los alimentos.

El precio de dejar atrás las energías fósiles  

En marzo de 2022, el precio del petróleo se disparó a máximos no vistos desde la crisis de 2008.

Desde entonces, no se ha llegado hasta las cuotas históricas alcanzadas durante la crisis del crudo de los años 70, pero el precio de la gasolina, por ejemplo, sí que ha batido récords en varias ocasiones, y el gas también se ha disparado.

El problema de esto es el altísimo peso que tienen las fluctuaciones de precio de la energía en la cesta de la compra: alrededor del 50% del aumento de precios se debe a la escalada del gas.

¿Qué hay detrás de la escalada del petróleo y el gas? 

Por supuesto, hay factores geopolíticos, en unas ocasiones ligados a la estrategia de los países productores de crudo, que deciden cuántos barriles sacar al mercado y, en consecuencia, su valor.

Otras causas están relacionadas con crisis como la actual, donde el temor a un corte de suministro energético eleva su precio.

Además de eso, está el aumento de la demanda de gas por parte de China, o el aumento de demanda ante una oferta de crudo que no ha podido crecer al mismo nivel.

Pero también hay una explicación climática, y que tiene que ver, como explica Dall’Angelo, con «la falta de inversión suficiente en las fuentes de energía necesarias para amortiguar la transición de los combustibles fósiles a las energías renovables».

«Es cierto que la transición energética supone costes que pueden trasladarse a los precios. Un claro ejemplo tiene que ver con la decisión de la Comisión Europea de acelerar la transición energética», confirma Aznar.

Los gobiernos que impulsa las energías limpias incentivan a empresas a no invertir en energías fósiles

En el caso del gas, por ejemplo, la Comisión Europea decidió reducir los derechos de emisión de carbono que tienen las empresas, una suerte de derechos de contaminación que podían intercambiar entre ellas en el mercado de derechos de carbono. 

Esta reducción de derechos, añade Aznar, incentiva a las empresas a ser más eficientes o buscar alternativas energéticas, «pero en el corto plazo ha llevado a un aumento de los costes de producción de las centrales de ciclo combinado, lo que implica que es una parte, quizás no la más relevante, de la explicación al aumento del precio del gas natural».

La orientación estratégica de las economías avanzadas hacia una industria energética libre de emisiones ha llevado inevitablemente a una menor inversión en energías fósiles.

Según la Agencia Internacional de la Energía, por ejemplo, desde finales del año pasado no deberían seguir habiendo proyectos de exploración si se pretende cumplir con la neutralidad climática. 

«La transición del barco de vela al barco de vapor se hizo en 100 años. Mientras tanto, ambos coexistieron y en esos años la tecnología de los barcos de vela se desarrolló más para intentar sustituir y mejorar. Aquí hemos dejado de invertir directamente, y sin un sustituto, eso tiene un impacto en el precio de la energía», avisa Mikel Echavarren, CEO de Colliers España.

«Hay señales de menores inversiones en combustibles fósiles. En momentos de mayor demanda, el acceso a energías tradicionales se hace más necesario que nunca, pero se trata de energías cada vez más caras, por la escasez de recursos, por las menores inversiones en sectores con mayor regulación y una política que tiende a buscar que se sustituyan. «, recuerda Lázaro.

Esa menor inversión implica necesariamente menor producción en un momento de altísima demanda, tras la Covid-19. Y, por ende, mayor precio.

Las renovables todavía no suplen el vacío que deja la energía fósil

El problema es que, mientras se reduce el peso de la industria no renovable del mix energético, las renovables todavía no se han desarrollado lo suficiente como para cubrir el vacío que dejan los combustibles fósiles.

Y esto, en un momento de elevada demanda, sólo puede llevar a mayor tensión de precios.

El resultado son energías fósiles en cuya producción no interesa invertir por su impacto ambiental y por un mayor coste derivado de los derechos de emisiones; y una industria renovable que todavía no tiene la capacidad suficiente para responder al vacío.

«Las energías renovables son una parte creciente de la oferta energética. Sin embargo, son todavía insuficientes para cubrir la demanda. En este contexto, es inevitable que en el medio plazo paguemos más por la energía, y por ello los estados  deben procurar acelerar la transición y utilizar herramientas que permitan que el coste se distribuya de forma que no penalice a las rentas más bajas», apunta Lázaro.

La guerra por el litio

Por otro lado, está el problema de que los materiales requeridos para impulsar las energías renovables, como el litio, no son solo escasos, contaminantes y de costosa extracción: es que ya se utilizan para la fabricación de cada vez más dispositivos, como las baterías de los móviles o de los coches eléctricos.

«Muchos de estos materiales se usaban para energías renovables, coches eléctricos, paneles solares… Ahora el cobre resulta que es un elemento fundamental para paneles solares. Antes sólo se usaba para tuberías», recuerda Echavarren.

Según datos de la Agencia Internacional de la Energía, el consumo de estos minerales se va a multiplicar por 4 para 2030 y por 6 en 2050.

«En respuesta al aumento de la demanda, es probable que los precios de otras materias primas necesarias para llevar a cabo la transición verde, como el litio y el cobre, aumenten también en los próximos años. Esto puede acabar siendo una fuente más importante de greenflation en el futuro», coincide Dall’Angelo

La extracción de estos materiales de las minas de cobre o aluminio es igual de contaminante

«Hay un impacto ambiental en esos materiales», reconoce José Luis De la Cruz, director de Sostenibilidad de la Fundación Alternativas.

La solución en este caso, añade, pasa por lanzar prácticas sostenibles de minimización de ese impacto.

«Se trata de tomar esos materiales y mantenerlos al máximo dentro de la cadena de producción. Aquí la economía circular va a jugar un papel fundamental. Que no se usen y se tiren, sino que se reutilicen», añade De la Cruz.

En ese sentido, la propia Comisión Europea desarrolla una directiva de diligencia ambiental que sitúa el respeto por el ecosistema dentro del marco del respeto por los derechos humanos. 

«Está claro que la transición va a requerir materiales minerales esenciales como cobre, litio, cobalto, litio, que han visto los precios aumentar. Esto no significa necesariamente que vaya a haber aumento de precios, todo depende de cómo evolucione la demanda», se cuestiona, sin embargo, Lázaro.

El problema es que, junto al aumento de la demanda, podemos encontrarnos con problemas de oferta.

En Rusia se ubican algunas de las mayores fuentes de minerales necesarios para la transición energética: dispone de 37% del paladio que hay en el mundo, 11% del platino, 9% del níquel, 5% de aluminio, 13% de titanio y 4% cobalto.

«Lo que esté pasando en Rusia va a tener impacto», añade Lázaro.

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