• Los “jajalpesos” son unos billetes que funcionan como vales para intercambiar por alimentos.
  • Son como un billete con su propio diseño y códigos de seguridad, respaldados por el dinero en la caja del municipio que aportan los habitantes por trámites.
  • No cuentan con el respaldo del gobierno ni de las autoridades monetarias, sólo valen en la localidad y comercios designados.
  • Los comerciantes que los reciben los canjean por dinero en efectivo con la autoridad local.
  • Equivalen a un peso, y cada familia recibe 100 jajalpesos en promedio.

Rosa Quintero no ha recibido el dinero que suele enviar su esposo a México desde Canadá, adonde va a trabajar cada seis meses como agricultor, pero los ‘jajalpesos’ que recién obtuvo son un alivio ante la crisis económica por el coronavirus.

«(Mi esposo) está en Canadá, pero por (…) esta enfermedad no puede salir a trabajar. Dice que hasta los 14 días (de cuarentena) no puede salir, y ahorita con lo poquito que me dejó, con eso la vamos a ir pasando», dice Quintero, de 50 años.

Los ‘jajalpesos’ que le entregó un funcionario municipal son unos vales parecidos a un billete que se puede canjear por alimentos en cuatro comercios de Santa María Jajalpa, comunidad de unos 6,000 habitantes a 80 km de Ciudad de México.

Crean un «billete» mexicano para repartir ayuda

Los beneficiarios cambian los bonos por hortalizas, pollo o tortillas; luego, los comerciantes los canjean por dinero en efectivo en la delegación municipal.

Un vale en lugar de dinero en efectivo evita que los recursos se malgasten.

Los papeles están respaldados por el dinero que recauda esa delegación por los diversos trámites administrativos que suelen hacer los mismos pobladores. Su valor está en paridad con la moneda corriente.

Como un billete normal, los ‘jajalpesos’ tienen códigos de seguridad y un sello, y únicamente pueden ser cambiados en comercios de la comunidad designados previamente. Están adornados con el emblema del pueblo y jaguares, en homenaje a una danza tradicional que se realiza en septiembre.

En México, la única moneda de curso legal, es decir, que tiene valor y respaldada por la autoridad, es la que emite Banco de México (Banxico).

La iniciativa busca aliviar a personas como Rosa Quintero, sin ingresos ante el cierre de actividades por la pandemia, que amenaza con hundir la economía mexicana.

Los ‘jajalpesos’ han dado respiro a unas 200 familias y son también una forma de dinamizar la economía del pueblo.

Los habitantes de Jajalpa reciben sus jajalpesos en su hogar. AFP

Los jajalpesos ayuda a enfrentar el hambre

Javier Castañeda, delegado municipal de Santa María Jajalpa, y su equipo reparten los ‘jajalpesos’ puerta a puerta en sectores pobres.

«Venimos de gente humilde. Mi padre es campesino, no escucha y no habla bien. Sabemos qué se siente el hambre, qué se siente que algunas autoridades hagan mal uso de los recursos o beneficien a unos cuantos», sostiene el funcionario, de 40 años, antes de iniciar su recorrido.

Pero sus fondos son limitados. Prevé entregar vales por un total de 50,000 pesos, pues hasta el momento el programa no cuenta con apoyos de los gobiernos estatal y federal.

El pequeño tamaño del pueblo ayuda a su tarea porque prácticamente todos se conocen y es más fácil determinar las necesidades de los más vulnerables, a quienes entregan unos 100 ‘jajalpesos’ en promedio por familia.

«Se elige a las familias por su nivel de vulnerabilidad, que hayan sido despedidos o no tengan dónde trabajar», explica el delegado.

Algunos beneficiarios trabajan cultivando maíz y hortalizas, como uno de los hijos de Quintero, sin trabajo desde hace un mes.

Otros pobladores se dedican al comercio de esos productos, pero el cierre de mercados en localidades cercanas, donde suelen vender, los está asfixiando.

Javier Castañeda, delegado municipal de Santa María Jajalpa, y su equipo reparten los ‘jajalpesos’. AFP

Los beneficiarios de los jajalpesos

Aunque inicialmente algunos recibieron el programa con incredulidad -una niña llegó a romper los vales al pensar que se trataba de un billete de juguete-, ahora aceptan la ayuda con alegría, como la familia de Remedios Hernández.

El padre no ha podido trabajar una pequeña huerta que arrienda, y debe mantener a un hijo y dos nietas.

«No hay trabajo y no puede meter el tractor», cuenta la mujer de 44 años, quien ahora limpia una casa para reunir algo de dinero.

Por eso, casi llora de emoción cuando el equipo de Javier le entregó unos vales.

«No comemos carne, pero un chile frito, una sopita, unas papas, pues gracias a Dios no les faltan a mis niños», dice.

«Me sentí muy emocionada porque nos deberían de dar a los que no tenemos: madres solteras, los hombres campesinos, y pues no lo tenemos».

Con información de AFP

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