• La población mundial utiliza aproximadamente 129,000 millones de cubrebocas cada mes, o alrededor de 3 millones de cubrebocas por minuto.
  • El desecho de estos millones de cubrebocas representa una catástrofe ambiental en potencia.
  • Los cubrebocas liberan miles de partículas tóxicas, que potencialmente pueden alterar cadenas alimentarias marinas completas y contaminar el agua potable.
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Los cubrebocas de un solo uso han sido el emblema de la era de la pandemia. Desde los primeros encierros de 2020, estas protecciones a base de plástico han sido también un desastre medioambiental en potencia. 

La necesidad de frenar la marea de la pandemia con cubrebocas era crucial; sin embargo, su rápida adopción también significa que sus residuos ahora se pueden encontrar en todas partes.

La población mundial utiliza aproximadamente 129,00 millones de cubrebocas cada mes, o alrededor de 3 millones de cubrebocas por minuto. Los que son desechados se han filtrado en todos los rincones de nuestras vida; desde las aceras de la ciudad, hasta los nichos solemnes de internet. Se han varado en las costas de las desiertas islas Soko de Hong Kong y envuelto a los pulpos de la costa de Francia. 

Científicos y defensores del medio ambiente  expresaron su preocupación acerca de este tsunami de desechos. Previeron las terribles ramificaciones ecológicas que los cubrebocas ocasionan, especialmente una vez que inevitablemente llegaron a las vías fluviales de la tierra.

Las cintas elásticas representan un peligro para tortugas, pájaros y otros animales. Los peces podrían comerse las cintas de fibra plástica que se despliegan del cuerpo de una mascarilla desechada. Luego, está la amenaza incalculable para la salud humana que probablemente se presentará, a nivel microscópico, una vez que comiencen a desintegrarse. 

El dilema de cómo evitar que los cubrebocas se conviertan en una catástrofe ambiental

Ahora, dos años entrados en la pandemia, los gobiernos han tenido mucho tiempo para lidiar con este serio enigma: ¿Cómo mantenemos a las personas a salvo de un patógeno altamente transmisible sin desencadenar una catástrofe ambiental?

Sin embargo, en lugar de prestar atención al coro de advertencias de los expertos e invertir dinero en alternativas biodegradables y reutilizables, los líderes mundiales han ignorado el problema. Y una vez que la emergencia de salud pública inmediata superó las preocupaciones ecológicas, los jefes de la industria del plástico se aseguraron de que siguiera siendo así. 

La industria del plástico vio al Covid-19 como una oportunidad», me dijo John Hocevar, director de la campaña de océanos de Greenpeace USA, desde su oficina en Washington, DC. «Trabajaron duro para convencer a los legisladores y al público en general de que los productos reutilizables eran sucios y peligrosos y que el plástico de un solo uso es necesario para mantenernos a salvo».

En Estados Unidos, la campaña de relaciones públicas de esta industria puede haber alcanzado su punto máximo en julio de 2020, cuando el presidente y CEO de Plastics Industry Association testificó ante el congreso argumentando que el plástico de un solo uso era una necesidad de salud pandémica, afirmando que «el plástico salva vidas». 

El alarmismo funcionó, el consumo mundial de plásticos de un solo uso ha aumentado hasta un 300% desde que comenzó la pandemia, según un informe de 2021 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. La astuta estrategia Covid de la industria del plástico también proporcionó una cobertura plausible para la inercia de los gobiernos a la hora de financiar soluciones sostenibles para las máscaras desechables. 

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La población mundial usa aproximadamente 129,000 millones de cubrebocas al mes. Eric Piermont/AFP vía Getty Images

Para bien o para mal, la respuesta a nuestro creciente desastre de residuos de cubrebocas ahora parece estar en manos de empresarios inteligentes. «Alguien va a ganar un montón de dinero siendo la persona que introduzca un equipo de protección personal (PPE, por sus siglas en inglés) verdaderamente asequible y reutilizable», dijo Hocevar. Pero eso puede no ser suficiente para tener un impacto significativo contra la crisis del desperdicio de mascarillas. 

Desastre a nivel celular

La necesidad de abordar la creciente pila de cubrebocas desechados solo ha crecido durante el transcurso de la pandemia. Un estudio realizado en diciembre de 2021 reportó un aumento del 9,000% en la basura proveniente de cubrebocas en el Reino Unido durante los primeros siete meses de la pandemia.

Y, como las variantes más contagiosas como Delta y Omicron, llevaron a los funcionarios de salud pública a promover el uso de cubrebocas y respiradores desechables resistentes como los KN95 y los N95 no quirúrgicos, en lugar de los modelos de tela reutilizables menos protectores que se alentaron a principios del brote, está claro que las empresas producirán cubrebocas desechables durante los próximos meses.

A medida que ingresamos en nuestro tercer año de pandemia, la investigación no solo respalda los primeros temores de los ambientalistas en torno a la contaminación de los cubrebocas en las vías fluviales, sino que también ha introducido nuevas preocupaciones.

Sarper Sarp, profesor de ingeniería química en la Universidad de Swansea en Gales, dirigió un estudio sobre la contaminación en el que se analizaron nueve cubrebocas de un solo uso de fácil acceso. Después de sumergirlos en agua y dejarlas reposar, Sarp y su equipo descubrieron que todos liberaban partículas de microplásticos y nano plásticas. El lixiviado de esas mascarillas, es decir, las partículas que emitieron en el fluido, equivalía a una especie de té tóxico. 

Los cubrebocas son más contaminantes de lo que se pensaría en primera instancia

También se descubrió que los cubrebocas expulsaban nanopartículas de silicio y metales pesados como plomo, cadmio, cobre, e incluso arsénico. Sarp dice que estaba asombrado por lo que él y el equipo encontraron después de un periodo relativamente breve de inmersión y por la cantidad de partículas liberadas por cada cubrebocas.

Los cubrebocas liberaban cientos, y a veces miles de partículas tóxicas, que potencialmente pueden alterar cadenas alimentarias marinas completas y contaminar el agua potable.

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 Cubrebocas usadas encontradas en un río de Indonesia. Las partículas tóxicas de las mascarillas pueden contaminar el agua potable. Adrian/INA Photo Agency/Universal Images Group vía Getty Images 

La presencia de nanopartículas de silicio fue motivo de especial preocupación. El silicio es un material común en los productos para el cuidado de la salud, fácil de esterilizar y mantener. «Pero cuando se trata de tamaño nano», dijo Sarp, «es una historia completamente diferente».

Las partículas de microplástico se desprenden de todo tipo de plásticos de un solo uso, desde botellas de agua hasta bolsas de supermercado. Si bien no es ideal para los ecosistemas marinos, Sarp explica que estas partículas pueden ser filtradas en gran medida por nuestros sistemas digestivos y pulmones. Pero las nanopartículas, de plástico, silicio u otros materiales, tienen un tamaño tan pequeño que pueden romper las paredes celulares y dañar el ADN. Esto afecta tanto a las formas de vida humanas como a las no humanas a nivel celular.

Investigaciones recientes sobre nanopartículas de silicio, en particular, han demostrado que si una partícula es muy pequeña en escala nanométrica, puede actuar casi como una diminuta bomba cancerígena. Multiplica esto por varios cientos por cubrebocas, a una tasa de 50,000 desechados por segundo, y el alcance del dilema se vuelve vívido.

 “Creo que esta es una situación un poco urgente, tanto como científico como experto ambiental”, dijo Sarp.

Pero debido a la inacción del gobierno, y al oportunismo de la industria del plástico, la responsabilidad de aliviar este creciente desastre ecológico y de salud pública ahora recae sobre los hombros de unos pocos científicos y empresarios. 

Esfuerzos de un mercado fragmentado

En el Reino Unido, la cadena de supermercados Morrisons instaló contenedores de recolección de cubrebocas en asociación con ReWorked. Esta es una empresa que planea fabricar muebles para niños, refugios, jardineras y contenedores de reciclaje con los cubrebocas desechados.

En Canadá, un servicio de reciclaje de plásticos especiales llamado TerraCycle recolecta y procesa cubrebocas, además de otros productos plásticos de un solo uso tradicionalmente no reciclables, a través de “No Waste Boxes” solo por suscripción. 

Otra potencial solución también se asoma por el horizonte, un cubreboca reutilizable que ofrece una protección de nivel N95. En Estados Unidos, una cohorte compuesta principalmente por profesores de ingeniería del MIT se unió para formar “Teal Bio”. Esta es una nueva empresa de equipos de protección personal que tiene como objetivo llevar su respirador reutilizable estilo N95 a manos de los trabajadores de la salud para finales de la primavera. 

«Anticipamos que durante un año, los usuarios pueden desinfectar los cubrebocas después de usarlos con una toallita con alcohol o un limpiador hospitalario estándar, y luego cambiar el filtro después de sus turnos», explica el CEO Tony Casciano. Los filtros son biodegradables y están compuestos en gran parte por lo que Casciano describe como «una lana especial» hecha de «ovejas únicas».

Aunque Casciano no dio más detalles sobre la llamada “lana especial”, se puede obtener información potencial de la industria de la lana de Nueva Zelanda. En 2017, un emprendedor criador de ovejas neozelandés aseguró una marca comercial para Astino, una oveja criada específicamente para una lana ultrafina que podría tejerse en filtros de grado médico. El CTO de Teal Bio, Jason Troutner,  dice que la naturaleza «verdaderamente sostenible» de las fibras de lana es un importante factor de venta.

Troutner y Casciano confían en tener un suministro adecuado de lana para filtros especiales que les permita satisfacer la demanda. Pero Casciano está convencido de que, por ahora, el mercado objetivo de la empresa son los trabajadores de la salud. Tampoco reveló el precio de mercado proyectado de los cubrebocas; sin embargo, dijo que el producto de Teal Bio generaría «ahorros significativos por usuario en el transcurso de un año». En otras palabras, el producto será un artículo de nicho de mercado y no particularmente asequible para el consumidor promedio. 

“Este tipo de enfoques son importantes», dijo Sarp, el científico galés. «Pero deben considerarse en una escala mayor. Estamos produciendo cientos de millones de cubrebocas todos los días. Una empresa en Estados Unidos o Reino Unido no será la solución», especialmente para Teal Bio, si su mercado es solo el sector salud.

‘La salud ambiental es la salud humana’

Si el clima extremo del cambio climático nos ha enseñado algo, es que el bienestar humano depende en gran medida de un nivel de armonía ecológica. Como dice Hocevar: «La salud ambiental es la salud humana».

A woman holding a bucket uses a grabber tool to pick up a face mask on the beach in California.
Los gobiernos han ignorado el problema del desperdicio de mascarillas, dejando que los grupos independientes aborden la creciente crisis. Justin Sullivan/Getty Images

Y la salud pública depende en gran medida de la confianza de los ciudadanos, tanto en los gobernantes como en los demás. Esa confianza se gana, en parte, mediante la inversión pública proactiva en políticas que protegen la salud y el bienestar de todos. Dicha inversión también es fundamental para mitigar el creciente impacto de la contaminación del PPE en el suministro mundial de agua.

Pero, una vez más, los gobiernos han desaprovechado la oportunidad de crear buena voluntad. Se trata de una historia común en esta época de crisis climática, en la que el juego de influencias corporativas y la inacción política suelen dejar a los individuos para asumir la responsabilidad en la medida de sus posibilidades. 

Sería ingenuo suponer que la eventual transición de la pandemia de Covid a la endemicidad oficial anunciará el fin del uso de cubrebocas. Como señalaron recientemente Jacob Stern y Katherine J. Wu en The Atlantic, «endémico» no es sinónimo de un retiro permanente de la enfermedad, y la endemicidad del Covid-19 no traerá un regreso a la «normalidad» de la realidad anterior a 2020. Es probable que los cubrebocas estén aquí para quedarse, al menos hasta cierto punto, y quizás más de lo que nos gustaría. Debido a esto, el hecho de que el gobierno no actúe ahora sobre su desperdicio tendrá repercusiones persistentes para nuestro ecosistema. 

Sarp es cautelosamente optimista sobre la viabilidad de aprovechar varias soluciones para abordar el problema, siempre que los funcionarios electos tomen el asunto lo suficientemente en serio como para financiarlas. Parafraseando el informe sobre plásticos de la OCDE, es hora de dejar de lado los temores de contaminación provocados por el oportunismo empresarial. 

«Hay enfoques realmente prometedores en todo el mundo», dijo Sarp sobre el desperdicio de mascarillas. «Necesitamos unirlos, necesitamos hacer que los gobiernos entiendan que tienen que actuar y luego poner a disposición los recursos. Y luego, con suerte, podemos comenzar a resolver el problema antes de que se salga de control».

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