• Seúl anunció en noviembre del año pasado su proyecto de crear un ecosistema de su ciudad en el metaverso.
  • Ello para optimizar la administración y los servicios, mejorando así la vida de las personas residentes.
  • No obstante, hay gente que cree que los intereses empresariales se acabarán anteponiendo a los de las y los ciudadanos.
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Seúl entra en el metaverso y es de las primeras ciudades donde ocurre, lo que pone «en jaque» el tema de privacidad.

Ese anuncio lo hizo el ayuntamiento de la capital de Corea del Sur en noviembre del año pasado, declarando que la ciudad «creará un ecosistema en el metaverso para todas las áreas de su administración municipal».

La noticia se produjo un mes después de que Facebook anunciara que cambiaría su nombre por el de Meta, que coincidía con la nueva estrategia anunciada por la propia compañía: «Dar vida al metaverso».

Tras ello, muchas compañías anunciaron sus propias inversiones, como Microsoft, Nike y Shopify.

¿Qué tanto se necesita el metaverso?

A pesar de la gran inversión de dinero y esfuerzo tras estas noticias, las firmas implicadas no están respondiendo a una pregunta clave sobre el tema: ¿es realmente necesario el metaverso?

Desde salas de conferencias virtuales de Microsoft hasta los tenis de Nike que no pueden llevarse físicamente, pasando por la red social inmersiva de Facebook, la función del metaverso parece limitarse a realizar acciones del mundo real en el mundo virtual, ofreciendo soluciones a problemas que nadie tiene en realidad: intentos de acaparar cuota de mercado disfrazados de ventajas para las personas consumidoras.

El proyecto del metaverso de Seúl, que cuenta con un presupuesto de unos 3 millones de euros (64 millones 581,279 pesos, aproximadamente), presenta una visión que facilitaría la administración de servicios públicos, como la presentación de quejas o la petición de prestaciones municipales.

La ciudad también planea utilizar la plataforma para celebrar versiones virtuales de los eventos culturales y las atracciones turísticas, haciéndolos accesibles a un público global.

Simulacro de la vida real

El metaverso de Seúl sería un simulacro parcial de la ciudad real. Desde entonces, se han anunciado iniciativas similares: Barbados propuso una embajada en el metaverso y Santa Mónica (California), la gamificación del centro de su ciudad mediante la realidad aumentada.

Sin embargo, hasta el uso más práctico de Seúl para el metaverso es una continuación de otra adición tecnológica compleja.

La «ciudad metaversa» es la extensión lógica de la ciudad inteligente, una popular idea de administración urbana que ha surgido en las dos últimas décadas gracias a las nuevas capacidades de recopilación y análisis de datos.

Aunque es probable que las ciudades del metaverso obtengan muchos de los mismos beneficios que las ciudades inteligentes, es igualmente probable que reproduzcan e incluso amplíen muchos de sus defectos, exponiendo a las y los ciudadanos a los mismos problemas creados por las plataformas digitales, como la vigilancia, el control corporativo y problemas con la privacidad.

Si las ambiciones prácticas como la de Seúl fracasan, atraerán la atención sobre las deficiencias del propio metaverso, planteando una vez más la cuestión de cuál es su propósito.

Las ciudades del futuro

La ciudad inteligente, definida de forma sencilla, es la impulsada por los datos.

Se trata de un método de recopilación de información en tiempo real mediante sensores y otras fuentes de datos sobre actividades como los patrones de tráfico o el uso de la red eléctrica para, a continuación, sintetizar esa información y racionalizar las operaciones de la ciudad.

Un primer ejemplo destacado fue el Centro de Operaciones de IBM en Río de Janeiro. Se inauguró antes de los Juegos Olímpicos de 2016.

El centro era un sistema que combinaba datos de alrededor de 30 organismos. Incluidos los de transporte, policía y alcantarillado, todo ello alojado en una elegante instalación llena de pantallas desde la que se controlaba todo.

El beneficio teórico de este tipo de iniciativas para las y los residentes es una eficiencia operativa que mejora la calidad de los servicios municipales y aumenta la velocidad para solucionar problemas como árboles caídos tras una tormenta o restablecer el suministro eléctrico después de sufrir un apagón.

Las ciudades inteligentes suelen recurrir al crowdsourcing como método para informar de problemas como luminarias fundidas, alcantarillas obstruidas o depósitos de basura perdidos. Al agilizar este proceso, en teoría, los problemas se identifican y solucionan con mayor rapidez.

La ciudad en el metaverso que propuso Seúl es, en cierto modo, una extensión directa de las ciudades inteligentes, con todo y sus cuestiones de privacidad.

Se trata de una zona inteligente, libre de las limitaciones de las localidades físicas, como el tránsito lento de las carreteras o las infraestructuras deficientes.

Por ejemplo, si una persona tiene que entregar algún documento en una oficina, no se retrasará por el hecho de que haya muchos vehículos circulando. Podrá hacerlo sin moverse de casa.

Para las personas con capacidad limitada para desplazarse físicamente, el acceso a esa comunicación digital directa es una ventaja aún mayor. El metaverso también hace que estas interacciones sean más rastreables. No habría que archivar papeles físicos para después digitalizarlos, sino que sería automático.

La propuesta de Seúl para las ciudades del metaverso

La primera característica del proyecto de Seúl, cuyo lanzamiento está previsto para el año que viene, será el «Centro Metaverso 120», que Quartz describe como un «espacio de servicios públicos virtuales en el que los avatares se encargarán de las preocupaciones de las y los ciudadanos que antes solo podían tratarse cara a cara en el ayuntamiento».

Las y los habitantes de Seúl podrán obtener permisos para sus negocios o presentar quejas sobre cuestiones de mantenimiento público mientras siguen realizando otras actividades de forma tradicional, no digital (al menos por ahora).

Con el tiempo, este metaverso de Seúl incorporará funciones más sólidas, como visitas virtuales a lugares históricos populares y otras atracciones locales.

La ciudad también tiene previsto celebrar en el metaverso grandes festivales, como el Festival de los Faroles de Loto.

Estos planes sugieren que los beneficios de las ciudades en el metaverso y las inteligentes se solapan de forma significativa.

Ambas sirven para promocionar la ciudad a los recién llegados, atrayendo además la inversión, los negocios y la atención positiva. Tal y como la concibe el ayuntamiento de Seúl, también promete ayudar a racionalizar las operaciones de la ciudad y centralizar sus datos, al tiempo que mejora la seguridad y la comodidad de sus residentes.

Aunque las ambiciones pueden parecer factibles sobre el papel, la historia de las ciudades inteligentes muestra lo que podría ser el lado oscuro del proyecto.

Lo cierto es que, con mucha frecuencia, los intereses de las empresas se han antepuesto a las necesidades de las y los ciudadanos.

Buscando el capital inversor

Al igual que las ciudades inteligentes, las ciudades metaversas parecen estar preparadas para capitalizar el interés del mundo empresarial por su concepto de base.

El uso del término «ciudad inteligente» es a menudo vago. Suena más como un artificio de marketing para atraer a las tecnológicas que como un planteamiento sustancial para gestionar una ciudad.

En un ensayo de 2019 para Real Life, el investigador tecnológico Jathan Sadowski escribió: «La ‘ciudad inteligente’ no es un concepto coherente. Mucho menos una entidad realmente existente. Se entiende mejor como un eufemismo engañoso para un futuro urbano controlado por las empresas».

Como ya demostraron las compañías tecnológicas el año pasado cuando se apresuraron a explicar sus planes en el metaverso, este proyecto corre el riesgo de volverse igualmente incoherente con aspectos como el de privacidad, utilizado realmente para suscitar un sentimiento local positivo o para atraer inversiones a ciudades.

Por otra parte, las versiones más coherentes de estos conceptos tienen sus propios inconvenientes.

Inconvenientes en el metaverso

Un artículo del New York Times de 2012 sobre el proyecto de ciudad inteligente de IBM en Río de Janeiro enumeraba varias de estas preocupaciones.

«Algunos se preguntan si todo es un simple artificio, para tranquilizar a las y los responsables olímpicos y a personas inversoras extranjeras. A algunas les preocupa que beneficie más a los barrios acomodados que a las favelas. Otras temen que toda esta vigilancia pueda limitar las libertades o invadir la privacidad. Y otras consideran este centro como un parche que no resuelve los problemas de infraestructura básicos».

Pruebas más recientes indican que muchas de estas preocupaciones tenían todo el sentido. La ciudad inteligente de Río no repartió sus beneficios de forma equitativa entre los grupos socioeconómicos; demostró falta de transparencia y priorizó las soluciones a corto plazo sobre las mejoras a futuro.

Christopher Gaffney, que estudió la ciudad inteligente de Río, dijo a The Atlantic: «Cuando entras en estos lugares, todo parece un decorado de película (…). Da la impresión de ser sofisticado y tecnológicamente avanzado, pero no es más que una representación».

A pesar de que el expresidente brasileño resaltó la ciudad inteligente en sus discursos en 2014, y de que generó una prensa positiva relacionada con los Juegos Olímpicos, el proyecto dio lugar a una fuerte división según criterios socioeconómicos.

Seguridad

En cuanto a la seguridad, Gaffney explicó a The Atlantic que las zonas más ricas estaban más vigiladas. «Se supone que el sistema funciona para aumentar la participación en la comunidad, no para castigar a la gente por ello», añadió. Estos problemas podrían repetirse en el proyecto de las ciudades metaversas.

Un supuesto clave de la ciudad de Seúl es que beneficiará, ante todo, a sus residentes. Incluso si se logra este noble objetivo (construir una versión racionalizada de la ciudad que despliegue la tecnología para mejorar la vida de sus habitantes), eso no garantiza que otras ciudades vayan a utilizar la tecnología con la misma benevolencia, o que vayan a ser administradores disciplinados de los datos que recojan.

De hecho, hay buenas razones para ser escépticos sobre la capacidad del metaverso para funcionar como cualquier tipo de plaza pública digital.

Las ciudades inteligentes y las compañías como Meta que están lanzando estas iniciativas, ya han demostrado que el bienestar de las personas y la privacidad en el metaverso y sus usuarios no es su principal preocupación, a pesar de su afirmación de estar alineados con el interés público.

Meta, en particular, tiene un historial de problemas de este tipo. Por ejemplo, poner a disposición los datos de la gente para la manipulación electoral y permitir la difusión de información errónea con el fin de maximizar las interacciones dentro de su ecosistema.

Sadowski se refiere a la ciudad inteligente como «la ciudad capturada», un sistema que con frecuencia no es utilizado por la gente, sino sobre la gente. 

Las redes sociales como Facebook han reformulado al público como el producto en sí mismo, un objeto del que recoger datos para venderlos a terceros o dirigirlos a la publicidad segmentada.

Al hacer aún más visible la huella de datos del sujeto urbano, las ciudades en el metaverso podrían alinearse con los objetivos más nefastos de las ciudades inteligentes y las plataformas corporativas, produciendo un estado de vigilancia urbana cada vez más privatizado que extraiga el máximo valor de sus ciudadanos.

Consecuencias de las ciudades en el metaverso

Con el tiempo, los objetivos de esas ciudades del metaverso podrían incluso converger con las prácticas de segmentación publicitaria y recolección de datos de las plataformas digitales, dañando la privacidad.

El peor de los casos, como señala Sadowski, es algo parecido a la vigilancia policial de las ciudades inteligentes.

En lugar de hacer que las autoridades respondan mejor a las necesidades de sus comunidades, la policía acaba sirviendo al objetivo final de hacer que las ciudades sean más atractivas para el capital inversor.

Pueden sofocar las protestas y manifestaciones con mayor decisión, con la ayuda de la vigilancia de las ciudades inteligentes; se desentienden de los delitos graves en las zonas menos prósperas.

La vigilancia también puede beneficiar a las y los habitantes de las ciudades, por supuesto. Pero cuando la recopilación de datos sustituye a su bienestar como prioridad, esto refleja mal el enfoque de las ciudades inteligentes.

Todo depende de los intereses

La posibilidad de que entidades corporativas como Meta comercialicen el proyecto de ciudades en el metaverso es real.

En un ensayo de The Atlantic de 2018, Bruce Sterling argumentaba que la verdadera ciudad inteligente no era más que la amalgama de tecnología digital orientada al consumidor.

Eso de una manera similar a los smartphones personales y la conectividad a internet por fibra óptica.

«Estas tediosas pero importantes transformaciones digitales llevan un par de generaciones arrastrándose por la ciudad», afirmaba Sterling.

Amadía: «La futura ciudad inteligente será internet, la nube móvil y un montón de extraños artilugios desplegados por los ayuntamientos. Sobre todo para hacer las ciudades más atractivas para los inversores».

Con los intereses equivocados, estos artilugios corren el riesgo de ser peor que lo que sustituyan.

Lucro

Es probable que la ciudad en el metaverso funcione de forma similar, con Meta o Microsoft que consiga un lucrativo contrato para ofrecer alguna ligera mejora de los servicios. Ello al tiempo que recoge datos que la empresa puede rentabilizar en otros lugares. Y esto nos devuelve a nuestra pregunta original: ¿es realmente necesario el metaverso?

Aunque no tendremos ninguna prueba concreta hasta que el experimento de Seúl se ponga en marcha el año que viene. Muchos de los riesgos son visibles con solo fijarse en la historia de la ciudad inteligente.

En el peor de los casos, la ciudad en el metaverso será un sistema de apoyo a la vigilancia policial; extracción empresarial y herramienta de marketing.

En el mejor de los casos, será una forma de optimizar los servicios de la ciudad y albergar nuevos tipos de experiencias comunitarias.

Aunque la evidencia ofrece muchas razones para dudar, la implementación de la tecnología marcará la diferencia en las ciudades del metaverso y su privacidad.

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