• Desde mucho antes de su guerra con Ucrania, la OTAN ya temía que Rusia saboteará los cables submarinos que brindan conexión de internet al mundo.
  • Estas infraestructuras se encuentran particularmente desprotegidas, por lo que es importante tener planes para su protección frente a posibles ataques.
  • Sin embargo, para generar una disrupción mundial sería necesario un ataque simultáneo en varios puntos del mundo, pero saboteos puntuales pueden beneficiar la “guerra híbrida” de Rusia.
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El conflicto bélico entre Rusia y Ucrania se torna más cruel con el paso de los días y —al igual que con las centrales nucleares o los gaseoductos— crece el riesgo de sabotaje a los cables submarinos que sostienen la infraestructura de internet en el mundo. Así lo manifiestan expertos y analistas desde hace tiempo.

“Han sido un objetivo desde hace más de una década”, reconoció a Politico Keir Giles, experto del think tank Chatham House y especialista en las acciones de guerra informática que ejecuta Rusia.

Aunque no se conocen —o no han trascendido— sabotajes o ataques a este tipo de infraestructuras, estos cables son frágiles y no están muy vigilados.

En otras palabras, la amenaza de torpedear la conexión global de internet es real. No en balde, Rusia lleva años jugueteando con la idea de desconectarse de la propia red; llegando a ejecutar pruebas de cómo sería vivir con su propia infraestructura de conectividad, la Runet. Este tipo de ideas deslizan un futuro en el que internet dejará de ser algo global.

“Si no se le da más atención a este tipo de activos cruciales, los países occidentales solo se podrán culpar a sí mismos”, insistió Giles.

Pero, ¿por qué son un objetivo? ¿Qué conseguiría una potencia atacando estos cables? ¿Por qué están tan poco vigilados? ¿Cómo afectaría a países europeos?

El temor sobre un ataque de Rusia a los cables submarinos de internet existe desde 2018

Aunque el conflicto entró en un nuevo escenario, la preocupación en Occidente por un ataque de Rusia a los cables submarinos de internet se remonta a 2018. Fue durante este año que el mando militar de la OTAN expresó públicamente su preocupación por la actividad naval que Moscú llevaba a cabo.

Fue un teletipo de Associated Press el que dio la alarma en abril de 2018, después de que el comandante de Estados Unidos para Europa advirtiera en el Congreso de ese país que detectó actividad de la armada rusa “y particularmente actividad submarina” que no se habían visto “desde la década de 1980”.

Aquellas declaraciones desataron el temor de que Rusia estuviese intentando sabotear cables submarinos de internet; o usarlos para interceptar comunicaciones y lanzar campañas de espionaje.

Estados Unidos y sus aliados asumieron entonces que Moscú podría estar llevando la amenaza de una guerra híbrida “a nuevos horizontes”.

Por qué los cables submarinos no están protegidos

Un cable submarino antes de que se le agregara su revestimiento. Alcatel
Un cable submarino antes de que se le agregara su revestimiento. Alcatel

Desde convenciones internacionales del siglo XIX al Manual de Tallinn —la “Convención de Ginebra” para las ciberguerras— la literatura jurídica da pistas sobre la importancia de estas conexiones subacuáticas y de la pertinencia de su manutención. 

Estas son infraestructuras críticas, ya que de ellas depende el internet civil usado en el mundo; así como el funcionamiento de los mercados financieros e incluso algunas “capacidades militares”, explicó hace dos años Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN.

Aunque jamás se ha notificado un cable submarino cortado por una potencia, sí se han diagnosticado muchos casos en los que estos cables sufrían daños por la mera actividad marítima.

Los buques que navegan sobre estos cables, generalmente en aguas internacionales —lo que dificulta el control de ellos por países—, provocan muchos de esos daños.

¿Cómo pueden protegerse mejor estos cables submarinos?

En 2018, Rishi Sunak, parlamentario conservador en Reino Unido, escribió un informe titulado “Cables submarinos: indispensables, inseguros”. En el texto, Sunak, dio algunas recomendaciones para proteger mejor estas infraestructuras.

Entre ellas se encuentran que la OTAN contara con los recursos marítimos suficientes para hacer frente a la amenaza de un ataque a los mismos; desplegar con compañías privadas cables de seguridad “oscuros” o secretos; e instaurar zonas de protección alrededor de esta insfraestructura.

Países como Australia, por ejemplo, cuentan con zonas de protección de cables —en el caso del país oceánico, las zonas de Perth y Sidney— que limita el tránsito de buques en aguas nacionales sobre estas instalaciones.

A nivel comunitario, la Unión Europea creó en 2017 su Caja de Herramientas para la Ciberdiplomacia. En caso de que suceda un sabotaje premeditado a un cable submarino, la UE podría hacer uso de ese instrumento para emitir sanciones.

Rusia llegó a exigir este mismo año a Occidente que “desmilitarice” la red, y la UE y Estados Unidos firmaron una nueva “alianza” por “el futuro de internet”, como contrapeso al modelo sinoruso.

Un “mallado” desregulado hace muy vulnerables a ciertas áreas del planeta

España es uno de los países clave en el despliegue de canales subacuáticos. Las compañías que operan estas instalaciones —como Google, Meta o Telefónica— entienden que la península no es solo un buen puerto para conexiones entre Europa y América. También lo es para África.

El boom de cables submarinos hacia África sucederá; sin embargo, lo potencialmente positivo también es vulnerable. Países como Rusia podrían sabotear zonas de mallado de estos cables en el Estrecho de Gibraltar, Malta o, ya más hacia el este, el Canal de Suez.

Por supuesto, si un país decidiera sabotear la red de cables submarinos del mundo, debería ejecutar un ataque a una escala inasumible. Primero debería cortar conexiones al mismo tiempo en varios puntos del planeta. De lo contrario, sabotear una de estas líneas únicamente podría tener efectos reducidos, aunque también muy peligrosos.

Por ejemplo, esto provocaría retrasos en las conexiones o dificultades en la red sobre usuarios de alguna región concreta, como los Balcanes; sin embargo, nada tan masivo como para ocasionar una disrupción a nivel global. 

“Ya no estamos en el punto en el que si se corta un solo cable todo se cae”, apuntó Giles a Politico.

Los desafíos de una guerra híbrida requieren desde embajadas de datos a refugios digitales

Los desafíos a la integridad del internet global que representan estos cables submarinos vulnerables son arduos, pero no los únicos. El de la guerra de Rusia y Ucrania puede ser el primer conflicto contemporáneo en el que se ven escenas de guerra híbrida.

Más allá de ciberataques a uno y al otro lado de la trinchera, eso también tiene repercusiones para el resto del mundo.

Los estudios que Rusia hizo sobre desconectarse del resto del planeta alimentó, por ejemplo, el debate sobre la posibilidad de que el internet del mañana dejase de ser algo global para convertirse en una red a dos velocidades; una encarnada por Occidente y otra encarnada por Rusia y China con otro modelo de interconexión.

El Manual de Tallinn publicó en su segunda entrega algunas de las recomendaciones para proteger los cables submarinos y abordar conflictos bélicos en el ciberespacio.

La investigadora del Real Instituto Elcano, Raquel Jorge Ricart, también compartió algunas claves en Business Insider España sobre lo que podría verse en caso de que el conflicto se recrudeciera y alargara. Ricart decía que Kiev había adoptado “una posición preventiva en la defensa de su infraestructura digital”.

Así hacía referencia a los diversos planes de contingencia que adoptaron entonces, tras el estallido de la guerra, varias agencias estatales ucranianas. Algunos de esos planes contemplan escenarios como la necesidad de borrar “los servidores informáticos que hay a lo largo del país y transferir todos los datos sensibles primero a Kiev y posteriormente fuera del territorio”.

No es nuevo. Estonia abrió la primera embajada de datos en 2007 en Luxemburgo, cuando sufrió un ciberataque procedente de Rusia que puso en jaque sus servicios gubernamentales.

Una alternativa todavía no explorada pero investigada por países como Lituania o Irlanda es “estrechar lazos con sus nacionales que viven en el extranjero”: confiar muchos de esos datos en las diásporas de emigrantes en otros estados seguros, fiables y estables.

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