• Este 2020, todo fue diferente, muy diferente en el primer día de regreso a clases.
  • No hubo carreras por alcanzar la puerta abierta de la escuela, ni por pararse temprano y desayunar: la carrera fue contra la tecnología.
  • Los maestros merecen un aplauso de pie, nunca como hoy su labor está valorada y también porque se enfrentan al reto profesional más grande, y donde su paciencia se pone de manifiesto.

Este ciclo escolar no hubo filas repletas en las papelerías, a tan solo unas horas para regresar a las aulas. Tampoco la emoción de estrenar mochila, zapatos y uniforme nuevo. Este 2020, todo fue diferente, muy diferente.

La carrera matutina por llegar a tiempo a la escuela no sucedió, en su lugar la carrera fue por tener listas las herramientas de tecnología que permitirían entrar a las aulas virtuales. Algo nuevo para todos, pese a que el ciclo escolar anterior se terminó gracias a clases por plataformas de videoconferencias.

Pero este día era diferente: había que dar de alta correos institucionales (no faltó la mamá o papá despistados que olvidaron la contraseña para acceder), y aprender a manejar las diferentes herramientas de Google, por ejemplo, Classroom, Meet y Drive. La novedad y el caos eran la regla.

Los papás ayudándose unos a otros a través de chats, preguntando: “¿y a dónde debemos entrar y cómo?” Lo que al final del día se convirtió en solidaridad y agradecimiento de quienes no son tan diestros con la tecnología.

El primer día de clases en las aulas virtuales

Y una vez ya en las aulas virtuales, los que merecen un aplauso de pie son los maestros que tienen el reto más grande de su vida profesional: transmitir las bases del conocimiento a través de una pantalla; batallar con todos los inconvenientes técnicos (como que se vaya la luz o el internet no decida correr el video que es parte de la clase); responder una y otra vez la misma pregunta del alumno, la del papá (que no debería estar en el aula, pero que se cuela) y que sin duda se vuelve una piedra en el zapato por su sobreprotección; de intentar seguir la clase con las múltiples distracciones que la tecnología podría representar para los niños.

Para ellos, los niños, la emoción de estar por primera vez a través de una aula virtual les hizo olvidar la razón por la que se optó por esta herramienta; pero poco duró la novedad, pues con la constante repetición de instrucciones el aburrimiento llegó.

Así será por lo menos esta primera semana de adaptación, un ciclo escolar que representa un reto para los niños de escuelas particulares porque utilizan plataformas y entornos escolares como G. Suite de Google, pero que en definitiva los posiciona en una situación de privilegio, diferente de los alumnos de las escuelas públicas.

El primer día de clases no fue igual para todos los niños del país

Adriana es alumna de escuela pública, sus clases no serán virtuales, sino a través de la televisión; sin embargo, su reto más grande será encontrar la forma de enviar las tareas.

Con una enorme pena, Adriana se acerca a una vecina que sabe que tiene internet, y le pide le permita conectarse a su red para enviar sus trabajos escolares. La vecina dice que sí y le da la clave; le dice que dejará el modem cerca de la puerta, pero la señal no llega hasta su casa, por lo que regresa a la puerta a intentar enviar la tarea. La niña no fue la única que recurrió a su vecina para cumplir, a su puerta llegaron varios alumnos a solicitar ayuda.

Los sesgos de oportunidades se hicieron presentes con la puesta en marcha del programa implementado por la Secretaría de Educación Pública (SEP). Esos sesgos que duelen porque representan desigualdad que existe en el país, entre quienes están conectados y quienes no, la brecha digital se hizo presente.

De los pueblos en donde ni la señal digital de televisión llega, ya ni hablamos, tal vez para ellos el aprendizaje será en su vida cotidiana.

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