• La macroeconomía no fue una amiga para los inversionistas y probablemente tampoco lo será el 2024.
  • La mayor volatilidad, los acontecimientos geopolíticos y los cambios estructurales abren oportunidades de inversión.
  • Las fuerzas estructurales (y muchas de ellas disruptivas) son claves.
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Aunque ya estamos en el nuevo año, siempre es un buen punto de partida sacar lecciones del que recién terminó. Si bien los aprendizajes fueron muchos, quisiera destacar tres de ellos que nos pueden ayudar a dar forma a nuestro enfoque de inversión en 2024.

En primer lugar, la macroeconomía no fue una amiga para los inversionistas y probablemente tampoco lo será el 2024. A pesar de que terminamos el 2023 con buenas noticias en este frente, con perspectivas de que una mayoría de los bancos centrales ya no seguirán subiendo tasas y empezarán a recortarlas pronto, creemos que hay que ser prudentes a la hora de asumir riesgos macroeconómicos en este entorno.

Eso lo reflejaron los mercados en la severa volatilidad observada durante el año pasado en el precio de los bonos, instrumentos que tradicionalmente se destacaban por ser mucho más estables.

A medida que el foco de atención macro se traslade desde la inflación al crecimiento, este factor seguirá siendo una importante fuente de incertidumbre. A ello hay que sumar, por cierto, el impacto de una nutrida agenda electoral en el 2024, destacando las de Estados Unidos, India y México.

Los efectos de la incertidumbre

Un segundo aprendizaje es que la mayor volatilidad, impulsada por la incertidumbre macroeconómica, los acontecimientos geopolíticos y los cambios estructurales generan una mayor dispersión en las perspectivas de rentabilidades entre distintas clases de activos, regiones y sectores. Y eso genera oportunidades de inversión.

Esto fue muy claro el 2023 con el asombroso desempeño de las acciones de empresas tecnológicas ligadas a la inteligencia artificial (IA), donde un numero muy reducido de ellas superaron con creces al resto del mercado. Otras oportunidades de diferenciación se observaron en renta fija emergente o en el despegue de la renta variable japonesa.

Esperamos que esto continúe en el 2024 y para que los inversionistas puedan aprovecharlas se requerirá de una mirada mucha más dinámica y en mayor detalle de lo que estábamos habituados a ver en el pasado.

La tercera lección es que, en la búsqueda de oportunidades de inversión, tanto para este año como para los que sigan hacia adelante, las fuerzas estructurales (y muchas de ellas disruptivas) son claves.

Oportunidades para 2024 y los años siguientes

Ya mencionamos el impacto de una “mega fuerza” como la IA sobre los mercados. A nivel macro, el envejecimiento de la población significa que una proporción cada vez mayor de la población ha superado la edad de jubilación, lo que genera escasez de trabajadores.

Esa es una limitación clave que puede alimentar la inflación de mercados laborales ajustados que mantiene presiones sobre salarios.

También vemos una aceleración de la fragmentación geopolítica y la competencia económica que contribuyen a una diferenciación entre países que pueden beneficiarse de la reorientación de las cadenas de suministro por parte de las empresas.

El 2023 puso de relieve los riesgos macroeconómicos y geopolíticos, pero también las oportunidades que ofrecen los cambios estructurales. Asimismo, destacó la necesidad de aplicar estrategias diferentes a las que se aplicaron en el pasado, requiriendo ahora mucho mayor dinamismo y capacidad de entrar en los detalles.

En la identificación de oportunidades son claves las mega fuerzas que no solo tendrán impacto el 2024 sino que por muchos más años en el futuro.

* Axel Christensen es director de Estrategia de Inversiones para América Latina de BlackRock.

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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