• Uno de los animes más queridos por niñas y jóvenes en la década de 1980 fue "Candy Candy".
  • El éxito mundial de la serie la llevó a protagonizar uno de los litigios más icónicos de propiedad intelectual en Japón.
  • La disputa entre sus autoras, Kyoko Mizuki y Rumiko Igarashi, sentó precedente para toda la industria de la animación.
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Si prendiste la televisión alguna vez en las décadas de 1980 o 1990, seguramente viste o, al menos, escuchaste hablar de “Candy Candy”, una serie animada protagonizada por una joven rubia de sonrisa afable, cuya principal característica era su infortunio en el amor.

Ya fuera por el trauma de la muerte de Anthony, su primer amor, o el incesante ir y venir con Terry, un joven actor que se convirtió en el galán de la serie, la historia de “Candy Candy” atrapó a muchas niñas y jóvenes a lo largo de sus 115 capítulos.

Así, nació una sensación mundial.

Sin embargo, el drama y los conflictos para este anime —el nombre que reciben las series de animación japonesa— no se quedaron dentro de la pantalla. A finales de la década de 1990, “Candy Candy” protagonizó una de las disputas más emblemáticas sobre derechos de autor que tuvo importantes repercusiones en la industria.

Un fenómeno mundial

En 1975, cuando el manga —nombre que reciben las historietas— de “Candy Candy” se publicó por primera vez, sus creadoras Kyoko Mizuki (quien en realidad se llama Keiko Nagita) y Yumiko Igarashi no se imaginaron que tendría tanto éxito entre las fanáticas japonesas.

El trabajo de Mizuki, la escritora de la historia, nunca había sido publicado; en tanto, Igarashi, quien diseñó los personajes, apenas se estaba forjando un nombre en la industria.

Sin embargo, la popularidad de “Candy Candy” creció como la espuma y se convirtió en uno de los títulos manga más fuerte entre las mujeres jóvenes de Japón. Y, a un año de su estreno, Toei Animation —uno de los principales estudios de animación de la época—decidió llevarla a la televisión.

Así, el 1 de octubre de 1976, la historia de esta joven rubia y huérfana que busca el amor verdadero entre Estados Unidos y Europa, conquistó a las masas.

El conflicto de derechos de autor

Hasta ahí, todo iba bien. La serie vendía aproximadamente 13 millones de historietas a la semana y representaba más de 45 millones de dólares en regalías.

Pero en 1998, las autoras se enfrascaron en uno de los juicios más icónicos de propiedad intelectual de Japón.

Todo comenzó cuando, a mediados de la década, la ilustradora Igarashi intentó conseguir la totalidad de los derechos de autor sobre los spin-offs de la serie y empezó a producir su propia mercancía de la serie bajo el nombre de “Lady Lady”, de acuerdo con “The Anime Encyclopedia”.

Mizuki contrademandó a su antigua colega, argumentando que las imágenes nunca hubieran existido sin su novela de 1975.

En 1999, la Corte de Distrito de Tokio le dio la razón a Mizuki e impidió a Igarashi lucrar con las imágenes de la serie. Además, determinó que ambas autoras tenían el mismo derecho sobre “Candy Candy”, por lo que la escritora no podría incluir imágenes en ninguna historia posterior y la ilustradora no podría comercializar su mercancía.

De acuerdo con “The Anime Encyclopedia”, “el caso es un parteaguas en la propiedad intelectual japonesa, pues demostró no solo los peligros de que varios autores compartan los derechos de autor, sino la inminencia de las disputas”.

Después de eso, la licencia se llevó un fuerte golpe. Mizuki dejó de escribir durante años sobre Candy, hasta que en 2010 publicó la «Historia final», una novela donde revela lo que fue de Candy tras la serie. Pero, además de tener poco alcance, la historia resultó ser un duro golpe para las fanáticas, quienes deseaban saber si Terry volvería o si Albert se habría casado con ella.

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