• Soy Joan Pons Laplana, un enfermero español residente en Reino Unido desde 2002.
  • En mayo recibí un email de la Universidad de Oxford que decía que buscaban voluntarios en primera línea para los ensayos de su vacuna con AstraZeneca.
  • Más allá de atender a pacientes de Covid-19, esta era la única otra forma de ayudar a acabar con la pandemia: ser voluntario para probar la vacuna contra el coronavirus.

Cuando llegó la pandemia de Covid-19, dejé mi despacho de dirección en el hospital y me fui a la primera línea para atender a pacientes con coronavirus. 

Hasta el momento, me encargaba de gestionar cómo mejorar la calidad y los servicios asistenciales que se prestan en Inglaterra; pero con la pandemia no podía quedarme en el sofá y esperar a que otros lo hicieran.

Mis conocimientos iban a ser mucho más útiles en la primera línea, y ya había trabajado antes en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). En mayo, cuando ya estaba atendiendo a pacientes con Covid-19, recibí un email.

La Universidad de Oxford había enviado un correo electrónico a todos los hospitales de Reino Unido, en busca de personal sanitario y trabajadores de primera línea que estuvieran en contacto con pacientes infectados. 

Lo tenía claro: la única manera de acabar con este virus era con una vacuna. “2021 no puede ser tan malo como lo está siendo 2020 para todo el mundo”, pensé. 

Además, a nivel personal, creía que si quería salir a la calle sin ansiedad, viajar a España, abrazar a mis padres, poder ver a mi hijo o, aunque sea, ir al cine, tenía que poner mi granito de arena y empezar a formar parte de los ensayos de Oxford como voluntario. 

Entré en la fase III del ensayo de Oxford y AstraZeneca, cuando todas las farmacéuticas buscan corroborar la eficacia de la vacuna

Mi participación en el estudio formaba parte de la fase III de la vacuna de la Universidad de Oxford con AstraZeneca. 

En la fase III de los ensayos de una vacuna, todas las farmacéuticas —también Oxford— buscan corroborar la eficacia de la candidata. 

La única manera de conocer si funciona es que los voluntarios entren en contacto con el virus.

Una de las formas de conseguirlo, para ir más rápido y poder avanzar en la investigación, es buscando a personas con alto riesgo de contagio. 

Para entonces ya había leído que Sarah Gilbert —la doctora que lidera la investigación— había vacunado a sus hijos entre los primeros voluntarios de la vacuna. 

Me dio muchísima más confianza de la que ya tenía porque, hasta ahora, no conozco a ninguna madre que ponga en riesgo la vida de sus hijos. 

No sé si me han administrado la vacuna, pero di positivo y he superado el Covid-19 sin síntomas

El ensayo es de doble ciego, pero dado mi caso, quiero creer que pertenezco al grupo de vacunados del estudio. 

Al principio, de junio a septiembre, tenía que escribir un diario. En ese período, si va a darse alguna reacción, es más probable que se manifieste.

A partir de septiembre solo tenía que sacarme sangre cada mes y hacerme pruebas de diagnóstico cada semana. El 7 de octubre una de mis pruebas dio positivo. 

Joan Pons Laplana, español enfermero residente en Reino Unido.
Joan Pons Laplana, español enfermero residente en Reino Unido.  Cortesía Joan Pons Laplana.

En ese momento, lo primero que se me pasó por la cabeza fue: “Por favor, ojalá me hayan puesto la vacuna y no el placebo”. 

Incluso sabiendo que, tarde o temprano, el virus me iba a atacar, no podía dejar de pensar en los ojos de muchos de mis enfermos que tuve en la UCI que no pude salvar.

Cuando lo notifiqué se activaron unos protocolos increíbles. Me hicieron romper mi cuarentena en el hospital, hacer un diario de síntomas y empezaron a hacerme varias pruebas analíticas de todos los líquidos que te puedas imaginar. 

A los siete días las repitieron, y de nuevo a los 14 días de dar positivo al SARS-CoV-2, el nuevo coronavirus que provoca el Covid-19. 

Si al poner mi nombre en la computadora les hubiera salido que tenía el placebo Oxford no habría invertido tal cantidad de dinero en hacerme las pruebas y en poner en peligro a tanta gente. 

No desarrollé ningún síntoma. Me recuperé y volví al trabajo —sin vacaciones y sin nada. Ahora, me hago pruebas de diagnóstico cada semana y analíticas una vez al mes. 

Y no tengo que seguir rellenando el diario, solo avisar si tengo algún problema. 

Los ensayos se han parado varias veces, pero los resultados finales están a punto de ver la luz —ya es un 70% efectiva

Algunos voluntarios de la vacuna de Oxford ha desarrollado enfermedades que no estaban relacionadas con ésta. Algo que es totalmente normal.

No somos súperhombres por ponernos una vacuna, y mañana mismo nos puede dar un ataque al corazón. Pero los protocolos son extremadamente rigurosos. 

Si aparece una enfermedad extraña todo se pararía. De hecho, hasta que no se estudiara por completo no se reanudarían los estudios. 

Para estar más cerca de conocer la eficacia final de la vacuna, tiene que haber más casos positivos como el mío. Esa es la única forma de saber si funciona o no. 

Esta vacuna, al final, no evita que te infectes, sino que ayuda al organismo a responder a la infección. 

Para Navidad, las vacunas de Oxford, Pfizer y Moderna podrían ser aprobadas

La Universidad de Oxford y AstraZeneca ya anunciaron que su vacuna es 70% eficaz contra nuevos casos de Covid-19.

También Pfizer ya pudo corroborar la eficacia de su vacuna: 95%, según la última guerra mediática. Y Moderna con un 94.5%.

La razón por la que Pfizer ha podido declarar antes que Oxford sus resultados es, en gran parte, porque tiene 43,000 voluntarios. Por lo tanto, la probabilidad de positivos de Pfizer es el doble.

Oxford tiene 20,000, similar a Moderna. Pero esta última está en uno de los países con más incidencias del mundo, Estados Unidos. Eso también aumenta las probabilidades de infección. 

En este escenario no creo que Oxford esté muy lejos de publicar los resultados finales. Solo lo anunciará a través de una revista científica revisada por pares, The Lancet. 

Además, la vacuna de Oxford y AstraZeneca ha sido la primera en pedir que se revisen sus datos. 

El 1 de octubre, la Universidad y la farmacéutica pidieron a la Agencia Europea del Medicamento (EMA) que se revisara su estudio. Si las cifras no fueran buenas no lo habría hecho.

Para Navidad podríamos tener las tres vacunas de Oxford, Pfizer y Moderna. Creo que la cosa pinta bien.

Una vez se apruebe una de ellas, al menos desde Oxford, se avisará a aquellos que hayan recibido el placebo para que puedan protegerse ante el Covid-19. 

Todavía queda una pregunta por resolver de todas las vacunas: cuánto dura la inmunidad

Mi participación en el estudio no acaba cuando se apruebe la vacuna, ni ninguna de las candidatas. La fecha aproximada sería en diciembre de 2021. 

Sabemos que es segura, que produce una respuesta y, por Pfizer y Moderna, que es eficaz. Pero, ¿cuánto dura la inmunidad que genera?

Hay vacunas que duran un año, como la de la gripe; 10 años, como la del tétanos; y toda la vida como la de la polio o el sarampión. 

Por ello, cada mes, en las analíticas me miran los niveles de anticuerpo: si suben, bajan o son estables. En el peor de los casos sería que dura menos de seis meses. En ese caso, no sería válida. El mínimo es un año.

Por ejemplo, en el caso de la gripe duran siete u ocho meses, pero es anual porque se pone en octubre y en verano no hay incidencia.

No obstante, también entra en juego que el cuerpo humano tiene memoria y es capaz de desarrollar una respuesta más fuerte al virus en la reinfección.

Eso sí, le recomiendo a todo el mundo que vaya a ponerse la primera vacuna que salga. Se conozca esta respuesta o no, una vacuna aprobada puede salvarle la vida en cualquier escenario. 

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