• Grigory Yakushev fue despedido de Google hace seis años tras una fuerte caída en su productividad.
  • Yakushev pensó que sufría agotamiento en su trabajo, pero más tarde descubrió que se trataba de una depresión no diagnosticada.
  • Esta es su experiencia y los consejos que te da para que no sufras lo mismo.
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Grigory Yakushev es director de Investigación en la compañía Daedalean AI, pero anteriormente trabajó para gigantes tecnológicos como Google o Nvidia. En este artículo cuenta en primera persona cómo sufrió una depresión que conllevó su despido de Google. 

En abril de 2015, tras casi cinco años de trabajo en la oficina de Google en Zúrich, Suiza, me despidieron. 

Había notado mi agotamiento un año antes. Mi productividad se redujo: solía enviar unas cinco modificaciones a la base de código a la semana y eso descendió a una sola vez por semana.

En el mismo proyecto y en el mismo entorno laboral. La gráfica de productividad parecía haber caído por un barranco.

Tenía que probar algo, así que cambié de equipo y me trasladé al departamento de búsqueda semántica (el equipo denominado «RefX»).

Cambié de departamento y me arrepentí

Fue un error. La búsqueda es el producto más grande y complejo de Google, y la semántica —la que te ofrece una respuesta directa a una consulta en lugar de enlaces— es uno de los equipos de trabajo más brillantes que hay en la compañía.

En ese momento, mi relación con el mando intermedio y con el director comenzó a deteriorarse. Tenían a un nuevo integrante en su equipo, pero no conseguían sacarme partido.

El primer instinto de mi director fue imponer algo de disciplina. Esencialmente, me obligó a sentarme delante de la computadora y controló cuándo entraba y salía de la oficina, lo que empeoró aún más las cosas.

En una conversación privada, me preguntaron por qué no dimitía sin más. Dije que estaba contento con mi salario en la compañía.

Pensé que, si en Google no estaban contentos con mi rendimiento, podían despedirme, pero yo no iba a saltar por la borda.

Me pusieron un plan de mejora de rendimiento

Un plan de mejora de rendimiento es un acuerdo formal en el que se establecía exactamente la cantidad de trabajo que debía realizar en dos meses.

Después de una semana con el proyecto, para mí fue bastante obvio que no iba a funcionar. Me pasaba el día mirando la pantalla. Incluso llegaba a plantear en mi cabeza el código que tenía que programar, pero de alguna manera no me podía forzar a hacerlo.

Le comenté a mi jefe que lo más probable era que no lograra alcanzar la meta que me había comprometido a cumplir.

Volví a hablar con Recursos Humanos y con el director y me contestaron que podían despedirme por «falta grave», lo que, según entendí, significaba que podían dejarme sin derecho a subsidio por desempleo durante los tres primeros meses.

Según mi contrato, en caso de que me despidiesen por otro motivo, tendrían que pagarme un mes de sueldo y prestaciones.

Me dieron un aviso de despido la semana siguiente, antes de que se cumplieran los dos meses que establecía el plan. 

Devolví mi equipo y mi tarjeta de Google; mi jefe me acompañó fuera del edificio. Todo esto duró unos 10 minutos. Mi cuenta de empleado también fue revocada.

Mi jefe y yo fuimos a una cafetería cercana e incluso me invitó a una copa.

A mi jefe le costó mucho ayudarme

Era un excelente ingeniero y un tipo muy inteligente. Así que, seguro que conmigo le tocó elaborar su primer informe, pero incluso un gerente con experiencia tendría problemas para gestionar a alguien que sufre agotamiento.

Mi contrato tenía un periodo de aviso de despido de un mes, así que ese mes en teoría tuve trabajo y recibí un salario, aunque en realidad no estaba laborando.

Google también me ofreció una carta de recomendación brillante para mis futuros procesos de selección en la que no se mencionaban ninguno de mis problemas de rendimiento.

Este calvario fue, sin lugar a dudas, desagradable. Sin embargo, sigo molesto por la falta de empatía que sentí por parte de mi organización y continúo pensando que su actitud hacia mí fue desagradable.

Para que quede claro, no estoy cuestionando mi despido, sino la manera en la que se produjo. Es una pena cuando sientes que tus superiores no confían en ti.

Mi equipo era uno de los grupos más inteligentes con los que he laborado, era estupendo y me apoyaba, aunque no tuviera ni idea de lo que me pasaba.

Debería haber acudido a un médico

Nunca esperamos que la enfermedad nos llegue a nosotros. El cáncer, la diabetes o la depresión son cosas que se supone que les ocurren a otras personas, pero pueden pasarle a cualquiera.

Ni llevar un estilo de vida saludable ni unos genes perfectos pueden salvarte.

Cuando por fin acudí al médico, rápidamente me diagnosticaron una depresión. Me recetaron medicamentos y empecé a ir a terapia.

Este padecimiento agota nuestra motivación, incluso a la hora de acudir a un profesional, pero es crucial iniciar un tratamiento para llegar a recuperarse.

Aprendí que algunos síntomas de la depresión, como la baja autoestima o los pensamientos suicidas, no están presentes en el agotamiento laboral. Esa fue otra razón por la que no consideré que mi estado requiriese de atención médica.

Han pasado nueve años desde que me despidieron de Google y puedo decir sin miedo que fue un cambio positivo en mi vida.

En mi opinión, Google es una «trampa para ratones»

El sueldo es bueno, estás rodeado de gente tremendamente inteligente, hay comida a la mano y el nivel —generalmente— reducido de problemas hace que sea un lugar de trabajo agradable.

Así que aguantamos, aguantamos y aguantamos… y presentamos nuestras mejoras de 0.1% en la calidad de la búsqueda cada par de meses.

En realidad, no se puede mejorar más rápido que eso, ya que más de 4,000 millones de personas utilizan la herramienta de forma regular.

Pero el agotamiento me obligó a distanciarme y a pensar en mi propia salud mental y en cómo funciona.

Programar era algo que daba por sentado, como caminar o respirar. Cuando esa capacidad desapareció de repente, me causó confusión.

Desde entonces he cambiado de trabajo varias veces y he tenido la oportunidad de laborar en entornos radicalmente distintos y en proyectos muy diferentes.

En ese momento, ser despedido fue terrible, pero no me despojó de mis habilidades ni de mi personalidad; solo fue un capítulo más en mi carrera.

Supuso una especie de fracaso y una oportunidad para aprender una lección.

Esto es lo que deberías hacer cuando creas que estás agotado

En primer lugar, acude a un profesional. Mucha gente pasa por una depresión o sufre ansiedad, hay un montón de especialistas que han construido carreras enteras sobre la investigación, el tratamiento y la prevención de la salud mental.

Aprovecha su experiencia y no intentes superarlo solo.

En segundo lugar, acéptalo. No intentes extraer la productividad que te queda torturándote en el trabajo. No se lo debes a nadie y el tiempo que pases así, difícilmente te hará más feliz o estar más sano.

En las democracias sociales occidentales, es muy difícil morir de hambre y se puede tener una vida decente con muy poco.

Recuerda que todas tus habilidades, toda tu experiencia y todo tu carácter siguen estando contigo, aunque no tengas empleo. En mi caso, sigo viviendo cerca de Zúrich y prosperando.

Trabajo en el desarrollo de un software de control de vuelo autónomo con el mejor equipo que he tenido nunca. 

Son personas curiosas con habilidades increíblemente diversas, desde la óptica y la impresión 3D hasta la certificación de aviación y el aprendizaje automático, desde el diseño de chips hasta la experiencia en motores de aviones, el pilotaje y el espíritu empresarial.

Así que diría que al final todo salió bien, acabar agotado sirvió para «tocar fondo». A veces necesitamos eso.

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