• La soledad puede desencadenar ansias de interacción social en tu cerebro, al igual que el hambre provoca ansias de comida, según una nueva investigación del MIT.
  • Los investigadores encontraron que para una persona aislada una imagen de personas riendo juntas causa que las mismas áreas del cerebro se iluminaran como cuando una persona hambrienta miraba un gran plato de pasta.
  • Algunas personas son más susceptibles a la soledad que otras, según el estudio.

Las medidas para evitar la propagación del coronavirus harán que muchas personas pasen la Navidad y las fiestas decembrinas solos, por lo que es posible que dichas personas anhelen la compañía tanto como a la comida.

Esto se debe a que partes del cerebro responden a la soledad de manera muy similar a como reaccionan al hambre, según un estudio publicado esta semana en Nature Neuroscience.

Investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y el Instituto Salk escanearon los cerebros de 40 adultos jóvenes sanos y sociales después de 10 horas de ayuno o aislamiento social.

Descubrieron que después de estar solos, las respuestas neurológicas de los participantes a las señales sociales eran similares a las de las personas hambrientas que reaccionaban a la comida, es decir, se activaban ciertas áreas del cerebro relacionadas con los antojos.

Para una persona aislada, una fotografía de personas riendo juntas provocó que las mismas áreas del cerebro se iluminaran como cuando una persona hambrienta miraba un gran plato de pasta.

Esto sugiere que nuestro cerebro considera que la interacción social es una necesidad básica, así como nuestros cuerpos necesitan alimentos para sobrevivir, dijo Julianne Holt-Lunstad, profesora de psicología y neurociencia en la Universidad Brigham Young que no estuvo afiliada al estudio.

“Al igual que el hambre es una sensación desagradable pero te motiva a buscar comida, y la sed te motiva a buscar agua, esa soledad es una necesidad biológica que nos motiva a reconectarnos con los demás”, dijo Holt-Lunstad a Insider.

Las personas solitarias pueden anhelar más compañía que comida

Los investigadores se sorprendieron al descubrir que las personas privadas de socializar se volvieron mucho más centradas en esa necesidad y menos reactivas al hambre. A medida que aumentaba su soledad, se volvían menos sensibles a las fotografías de comida.

Esto fue inesperado porque investigaciones anteriores encontraron que tanto las personas como los animales a veces “sustituyen” necesidades no satisfechas con otras formas de recompensa.

Por ejemplo, un estudio reciente encontró que los roedores aislados tendían a comer más, posiblemente usando el efecto positivo de la comida para compensar la falta de interacción social. Las investigaciones sugieren que esto también puede explicar por qué las personas aisladas pueden ser más vulnerables a la adicción.

Estos últimos hallazgos sugieren que la relación entre la comida y la soledad podría ser más complicada de lo que pensamos, a pesar de la noción popular de comer por estrés para hacer frente al aislamiento social.

Se necesita más investigación para comprender las complejas formas en que las personas lidian con la soledad.

Sin embargo, este estudio también encontró que las personas hambrientas respondían menos a las imágenes de socialización.

Lo anterior sugiere que estar “hangry” (un término en inglés que se usa para describir a una persona que está enojada porque tiene hambre) es algo real, ya que las personas realmente se vuelven antisociales cuando necesitan un bocadillo.

Algunas personas pueden ser más vulnerables a la soledad que otras

Existen algunas limitaciones para este tipo de investigación. La soledad es subjetiva y algunas personas pueden ser más propensas a ella que otras.

En este estudio, varios participantes informaron que no se sentían solos después de 10 horas de aislamiento, mientras que casi todos experimentaron algún tipo de hambre después de 10 horas de ayuno.

Eso puede tener que ver con los hábitos sociales únicos de los participantes. Las personas que informaron tener una vida social más activa tuvieron una respuesta más severa al aislamiento que aquellas que estaban más acostumbradas a pasar tiempo solos.

En este estudio, los participantes también sabían que su aislamiento terminaría después de las 10 horas, por lo que también es difícil saber qué significan estos hallazgos para episodios más largos o más severos de aislamiento social.

La soledad en el mundo real es difícil de cuantificar y puede ser difícil de imitar en los estudios por razones éticas, ya que largos períodos de aislamiento pueden tener efectos negativos en la salud física y mental.

Los adultos mayores tienen un riesgo especialmente alto de soledad y muchos de ellos están viviendo la pandemia del coronavirus en aislamiento social.

Las comunidades de personas mayores se han vuelto creativas para promover un contacto social seguro, con soluciones como una “pared de abrazos” hecha de una cortina de ducha de plástico transparente.

Resolver la soledad no es tan simple como comer un bocadillo

Si bien estudios como este pueden ayudar a los científicos a comprender cómo el cerebro procesa la soledad y posiblemente mitigar las consecuencias negativas, las personas son únicas y necesitan diferentes niveles de interacciones sociales para satisfacer sus necesidades.

Si bien la soledad puede ser similar al hambre, arreglarla no es tan fácil como comer un platillo; pero la ciencia lo está intentando. Los investigadores ahora están estudiando si las interacciones virtuales, como las llamadas de Zoom, pueden ayudar a satisfacer los antojos sociales.

Holt-Lunstad también ha observado una ola de tecnologías diseñadas para combatir la soledad, desde peludas mascotas robot hasta manos incorpóreas que se aprietan.

Estas intervenciones han tenido diversos grados de éxito en la mejora del bienestar, pero todas demuestran una necesidad colectiva de conectarse con los demás, dijo.

“En este momento, se siente como si todos tuviéramos mucha sed, pero el agua no es segura para beber”, agregó.

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