Al ser un adolescente creciendo en Boston, recuerdo leer en aquellos años (eran los 80) sobre un México con una economía cerrada. Aunque oficialmente eran una democracia, tenía al mismo partido político en el poder por 40 años, algo que no sucedía en ninguna otra democracia. Imaginaba algo como la vieja URSS, pero con tacos y tequila en lugar de borscht y vodka.
Cuando llegué a México por primera vez en 2002, la realidad que vi de primera mano fue radicalmente diferente de la cual había leído veinte años atrás. Encontré un país en un momento de transformación positiva, y cuando terminé mi MBA en Londres, decidí regresar para ser parte de ese cambio.
El punto económico es el que más me interesa cubrir en este espacio, pues el de México es un caso particular. Las crisis económicas de 1982 y 1995 tuvieron un impacto fuerte en el corto plazo, pero también dejaron secuelas en la población a largo plazo: generaron en muchos mexicanos la percepción de que el sistema financiero es un peligro que debe evitarse a cualquier costo.
Durante los últimos 20 años se ha trabajado para restaurar esta confianza en las instituciones financieras, y hay algunos avances destacables en este sentido. La aplicación Finerio indica que el mexicano promedio resguarda hasta 30 mil pesos en fondos líquidos, lo cual es un buen indicador; sin embargo, el problema es que la gente no invierte. De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Inclusión Financiera, apenas el 1% de la población utiliza algún producto de inversión.
Necesitamos mejorar la confianza de las personas en los instrumentos financieros, pues se verán beneficios para toda la población. La calculadora de inflación en México señala que la diferencia de inflación de 1980 a 2000 fue de 905 veces; en contraste, del año 2000 a 2020 ha sido de apenas de 2.39. Esto significa que hay buenas oportunidades de proteger los ahorros con instrumentos cuyo rendimiento es superior a la inflación, y es un gran momento para ahorrar e invertir.
Existen varias opciones para una nueva cultura financiera
Opciones muy seguras, como los CETES, están al alcance de todos los bolsillos: pueden invertir desde 100 pesos a un mes con un rendimiento de 3 a 4 veces superior al que ofrece una cuenta de ahorro en un banco. Más allá de lo básico, existen opciones como plataformas de préstamo personal, con rendimientos de hasta 10%, y otros esquemas de fondeo colectivo, que ofrecen hasta 15% con un perfil de riesgo ligeramente mayor; además, pueden generar rendimientos anuales de alrededor de 3,000 pesos para el caso mencionado de una persona con ahorros de 30 mil. ¡Guardándolos en casa jamás los podría obtener!
Un par de ejemplos más. Primero, si el pago de tu tenencia es de 1,000 pesos anuales, invirtiendo 20 mil en CETES a un año, generarías este monto sin hacer nada más. Segundo, si el seguro de tu auto tiene un costo de 3,000 pesos anuales, invirtiendo 15,000 en un instrumento con una tasa de 10% anual, en dos años puedes pagarlo sin hacer ningún esfuerzo. Incluso podemos ver este proceso como un beneficio adicional: al no tener acceso inmediato a estos recursos, no existe la tentación de usarlos para gastos impulsivos de los que luego podrías arrepentirte.
El pensamiento que arrastran muchas personas en México de que mantener la liquidez es lo más importante, debido a ideas muy comunes como “uno nunca sabe”, “es lo que hay” o similares, nos limitan en la toma de decisiones importantes para construir nuestro futuro.
En definitiva, dejar de invertir por miedo no es una buena estrategia para el ahorro: hay que mantenerse alertas, investigar, preguntar y evaluar, sin detenernos demasiado esperando a que llegue ‘el día’.
Comenzar por la inversión a corto-mediano plazo para crear un colchón suficientemente fuerte para pasar a inversiones a mediano-largo plazo (con mejores ganancias) es posible siempre que exista la voluntad y se pierda el miedo. Es una tarea de todos por el bien de todos.
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