• El espacio se ha convertido en un frente clave en la lucha contra el cambio climático, con satélites que localizan la contaminación industrial.
  • La colaboración entre agencias espaciales y empresas privadas está aumentando, facilitando acceso a información sobre emisiones de gases de efecto invernadero.
  • Empresas como GHGSat utilizan satélites para detectar fugas de metano en yacimientos de petróleo y gas, evitando la liberación de grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera.
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Con satélites que pueden localizar fuentes de contaminación industrial hasta otros aparatos que siguen los movimientos de los huracanes, el espacio se ha convertido en un frente clave en la lucha contra el cambio climático.

Literal y metafóricamente los lanzamientos se están disparando y permiten una mayor cooperación entre las agencias espaciales públicas y las empresas privadas en el mundo.

El seguimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero es una de las áreas de colaboración mas fructíferas.

Un satélite de la misión Copernicus del programa espacial de la Unión Europea mide regularmente en la atmósfera el metano, un potente gas que calienta el planeta.

La nave analiza todo el planeta, pero su resolución es solamente de algunos kilómetros, lo que dificulta la localización exacta de la fuente. Es ahí donde pueden intervenir las empresas privadas.

La compañía canadiense GHGSat tiene actualmente en órbita nueve pequeños satélites del tamaño de un horno microondas. Su misión es la de sobrevolar yacimientos de petróleo y gas en busca de fugas de metano. Al orbitar a menor altitud, pueden observar con detalle cada uno de los lugares.

Esos satélites funcionan como un gran «teleobjetivo» explicó a la AFP Stéphane Germain, fundador de la empresa. El equipo de Copernicus está en contacto permanente con GHGSat para indicarle hacia dónde debe apuntar la cámara.

GHGSat vende su información a grandes petroleras como Total, Chevron, ExxonMobil y Shell.

«Más y más empresas están interesadas porque se están dando cuenta de que tienen que conocer mejor sus propias huellas de carbono», afirmó Germain.

Una fuente habitual de emisiones de metano son las antorchas de quemar gas que están apagadas.

GHGSat calcula que evitó la entrada en la atmósfera de unas 10 megatoneladas de dióxido de carbono, lo que equivale al consumo de energía de 1.3 millones de hogares durante un año.

Hay empresas que ya planean entrar en el sector, entre ellas la francesa Absolut Sensing. Otra empresa, Kayrros, no tiene satélites propios, pero analiza los datos de Copernicus para localizar las principales fugas.

Los avances tecnológicos hacen de los satélites las herramientas ideales para frenar el cambio climático

«La foto grande te muestra que hay un problema. Y la pequeña la enfoca con mayor resolución y vende la información a alguien. Así que esto funciona muy bien», señaló a la AFP el director de la Agencia Espacial Europea, Josef Aschbacher, sobre este tipo de asociaciones público-privadas.

Pero las constelaciones de agencias gubernamentales —compuestas en su mayoría por satélites grandes y muy caros— siguen siendo la columna vertebral del sistema de observación de la Tierra.

Copernicus entrará pronto en una nueva era, con nuevas misiones como CO2M, que medirá el dióxido de carbono liberado por las actividades humanas.

De su lado, la NASA ya desplegó una treintena de misiones de observación de la Tierra.

Sólo en los últimos seis meses, la agencia espacial estadounidense lanzó la misión SWOT para estudiar minuciosamente el agua de la superficie terrestre, la TEMPO para medir los agentes contaminantes en la tropósfera (capa inferior de la atmósfera) sobre América del Norte, y la TROPICS, para vigilar hora a hora los sistemas meteorológicos tropicales, incluidos los huracanes.

Los avances tecnológicos permiten medir hoy lo que hace cinco o diez años se creía imposible, enfatizó Aschbacher.

Las actuales tecnologías satelitales tienen el potencial de reducir las emisiones de carbono en 5.5 gigatoneladas

Además de esas misiones científicas, los satélites meteorológicos, como los supervisados por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) y la Organización Europea para la Explotación de Satélites Meteorológicos (EUMETSAT), desempeñan un papel vital.

Sus datos, recogidos a lo largo de décadas, revelaron cambios drásticos en los sistemas climáticos mundiales: desde el aumento de la temperatura del mar y de la Tierra hasta la diminución de las capas de hielo de la Antártida. Esas informaciones ayudan a los modelos en los que se basa hoy la ciencia climática.

Pero también pueden ayudar cada vez más a la adaptación a un mundo en proceso de calentamiento. Para mitigar el impacto de unas catástrofes naturales cada vez más frecuentes, «hay que ofrecer mejores previsiones», declaró a la AFP Mitch Goldberg, científico jefe de la NOAA.

La agencia aumentó sus alianzas con el sector privado. Por ejemplo, se asoció con la empresa GeoOptics para recoger información sobre la humedad o la temperatura de la atmósfera.

Según un informe de Inmarsat y Globant, si las actuales tecnologías satelitales fueran adoptadas universalmente, podrían reducir las emisiones de carbono en 5.5 gigatoneladas, cuadruplicando así las reducciones actuales de 1.5 gigatoneladas.

Esas reducciones podrían conseguirse, por ejemplo, ayudando a los sectores aéreo y marítimo a descarbonizarse mediante la optimización de los viajes, el trazado de rutas meteorológicas y la gestión del control del tráfico aéreo.

Con información de AFP.

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