Carla Luisa Escoffié Duarte

Carla Luisa Escoffié Duarte

Una ciudad propia

En el último año se ha dado un álgido debate por la aparición de “nómadas digitales” a la Ciudad de México —personas principalmente de Estados Unidos que llegaron durante la pandemia—. Leyendo y escuchando los discursos que han rodeado la conversación en redes sociales, medios y notas periodísticas, no puedo sino pensar en procesos de discusión similares que se han dado en mi natal Yucatán. Si de algo sirve, comparto algunas reflexiones que creo relevantes para este tópico de la capital federal.

Existen dos reduccionismos muy peligrosos —y nada convenientes para encontrar una solución— en los que no debieran caer las controversias sobre fenómenos urbanos de este tipo. El primero es el de la xenofobia y el segundo es el de la irrelevancia del perfil de quienes llegan. 

Por un lado, lo que se está viendo en algunas zonas de la Ciudad de México no empezó con la pandemia. La gentrificación de barrios, el alza desproporcionada de precios de compra y arrendamiento, el incumplimiento de contratos de renta, la discriminación contra inquilinos de vivienda y comercios, entre otras problemáticas son prepandémicas. 

Lo que se está viendo es una nueva etapa en estos fenómenos que se caracteriza por la llegada de estadounidenses, mayoritariamente de alta capacidad económica. No obstante, pareciera que algunos —o muchos— simplifican el origen el problema con “la llegada de extranjeros”. Y ahí hay un riesgo de darle caldo a discursos xenofóbicos animosos de tener combustible.

Cuando se dan estos reduccionismos, los discursos xenofóbicos pueden anidar y manifestarse no en contra de esos estadounidenses de alto poder adquisitivo sino de otros extranjeros inmigrantes, sobre todo precarizados. Algo así ha pasado en Mérida con la población inmigrante de otros estados.

Los debates que se desvían hacia discursos xenofóbicos no afectarán a los estadounidenses blancos que piden dos botellas de vino y un ceviche un miércoles a las 3:00 p.m. en la Roma —a los que rara vez alguien les dirá o hará algo—, sino a personas haitianas, cubanas, dominicanas y hondureñas que llegaron en busca de mejores condiciones de vida.

Por otro lado, tampoco hay que caer en una ingenuidad contraproducente. Existen dinámicas históricas y geopolíticas entre el Norte Global —el mal llamado “primer mundo”— y el Sur Global —el mal llamado “tercer mundo”—. Precisamente porque no es lo mismo que lleguen inmigrantes de Centro-Sudamérica y el Caribe a que lleguen estadounidenses y europeos.

Muchos procesos de gentrificación y turistificación en América Latina están marcados por el desplazamiento de personas del Norte Global que aprovechan los bajos costos de vida —al menos en comparación con sus países— así como los tratos privilegiados que reciben frente a muchos nacionales, gracias al racismo y el clasismo.

Es posible evitar ambos extremos para guiar un debate tan importante como el que se da en la zona norte de la Ciudad de México. No obstante, tampoco debemos olvidar que muchos locales se benefician de las mismas dinámicas que hoy disfrutan estos “nómadas digitales” pero de forma más discreta. Tampoco debemos perder de vista las omisiones de las autoridades que inciden —por ejemplo, la falta de una legislación inquilinaria que proteja contra la discriminación—.

Mérida no es Ciudad de México. Quizá mis comentarios sean inoportunos por falta de contexto. Pero creo que, en términos generales, estas coyunturas deben aprovecharse para comprender los fenómenos e identificar sus causas. Y no pocas veces los imaginarios logran difundirse con mucha más facilidad y menor efectividad para hallar soluciones.

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Jonás Cortés / Business Insider México

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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