• Rocío vive con el miedo a no tener suficiente dinero, a que se le pierda o a que la tarjeta de crédito no funcione. Por eso mira constantemente cuánto dinero lleva.
  • Esta situación llega a provocarle ansiedad, pero insiste en que la crometofobia no tiene nada que ver con ser tacaña.
  • Además de la crometofbia, Rocío añade el miedo a los ruidos y su obsesión con la limpieza.
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Este artículo se basa en una conversación con Rocío Alcolea, que padece de crometofobia, miedo a gastar o perder dinero. La conversación ha sido editada por razones de extensión y claridad.

Creo que tengo crometofobia desde pequeña. Un miedo a salir y perder el dinero, a que te quiten la cartera, a ir a un sitio a comprar y que no tengas la tarjeta, o que no tenga saldo en la tarjeta. Miedo a gastar dinero y que te quedes «sin blanca». 

Cuando salgo de casa me miro como 5 veces el dinero que llevo en la cartera. También cuando regreso. Parece que estoy loca, pero es que es así… Tengo que revisar el dinero y hasta los centavos que tengo en la cartera. Y claro, todo eso afecta a mi vida. 

Cuando quedo con compañeros, amigas o salgo con mi marido, normalmente ya sé el dinero que llevo. Siempre suelo pagar con tarjeta y luego miro la aplicación del banco para ver cuánto tengo.

Hago la cuenta de cuánto voy a gastar en la semana y pienso «la semana que viene no voy a gastar nada o voy a pasar la tarde solamente con 5.26 dólares». La gente que me conoce dice que esto es una enfermedad. Otros dicen que soy como una «Santa tacaña».

No es ser ahorrativa, es tener una obsesión con el dinero,  el miedo a que llegue un día que llegas a tu cuenta corriente y no tengas dinero. Es como la víbora que se muerde la cola, porque la preocupación también es quedarme sin trabajo e intentar ahorrar.

También hago gastos, pero la crometofobia es ese miedo a llegar a un sitio y no tener dinero, o que la tarjeta no funcione, o que no tengas fondos o que te roben la cartera.

Me doy caprichos. Si veo un pantalón o me gusta una chaqueta, pues me lo compro. Pero ya pienso por qué me lo he gastado o que lo podría haber ahorrado para comprar otra cosa mejor. Ahora, a mis amigos y mi familia les hago buenos regalos. Que tenga obsesión por el dinero no significa que sea tacaña.

Yo creo que esto me viene de mi abuelo, que empezaba a contar todas las moneditas y el dinero y creo que tengo esa forma de ser. Y digo como él, hay que vivir la vida, pero sin malgastar. Me empecé a dar cuenta de que esta relación con el dinero no era lo común en la adolescencia. 

Empecé a salir con las amigas y quizás nos daban 200 pesos. Íbamos a comprar y no era la tacaña, pero si mis amigas se gastaban 150 pesos, yo me gastaba 75. Siempre quería tener algo de más, que me sobrara para estar tranquila.

Me decían Rocío la ahorrativa, y aún me lo llaman. Pero para mí es una preocupación constante que otra gente no tiene. Una ansiedad por quedarme sin dinero. No es ser tacaña y no lo soy, aún menos para los demás.

La crometofobia involucra la inestabilidad económica

He estado un par de veces, aunque no mucho tiempo. En esas épocas intentaba ahorrar al máximo. Justamente mis amigas tampoco trabajaban porque estábamos en crisis económica, así que quedábamos en casa de alguna. 

Con la ayuda de mis padres, me compré un departamento cuando tenía 18 años y ahora, a mis 40, ya no tengo hipoteca, lo cual es una tranquilidad. El tiempo que estuve en el paro tenía bastante más ansiedad por no tener dinero y por no poder gastarlo si lo necesitaba, así que ahorraba en todo lo que podía. 

Llevo trabajando en la misma empresa casi 12 años, aunque nadie tiene un futuro asegurado. Y menos con la situación que vivimos actualmente. Por eso tengo miedo a perder el trabajo.

Tendría derecho a paro, pero pienso «y si no puedo cogerlo porque los políticos se gastan ese dinero». Son conversaciones que tengo con mi marido prácticamente todos los días. 

Ansiedad por el dinero, más allá de la crometofobia

Sé que esa ansiedad por el dinero es mala. Recuerdo que una vez iba en autobús y llevaba un bolso grande tipo bandolera con forro. Salí y fui a una tienda a comprar algo. Al ir a pagar no encontraba la cartera. Creí que me la han robado. Y me eché a llorar allí. Tuve que llamar al banco para que bloquearan todo y al llegar a casa y contárselo a mi madre me insistió en revisar el forro del bolso.

Estaba ahí. Esa sensación de pensar que me habían robado la cartera fue horrible, que habían tocado mi dinero y mis tarjetas de crédito.

Ahora vivo en Barcelona y por el robo intento no llevar ningún anillo, gargantilla, ni pendientes, absolutamente nada. Tampoco relojes y bolsos que no sean de marca. 

Dicen que es común que quien sufre de una fobia tenga más. Y en mi caso es cierto. Con los ruidos y con la limpieza. Tengo que estar continuamente con el gel antibacterial en las manos por si tengo que tocar las chapas de las puertas y cuando voy a un sitio no me gusta que la gente me dé la mano para saludar, aún peor con la pandemia.

Alguna vez lo he intentado tratar con expertos porque el tema de la limpieza me condiciona un poco más, aunque he mejorado. Cuando me voy de vacaciones a un hotel intento que me toque la habitación que hace esquina o la de la última planta. Y lo primero que hago cuando llego es mirar  que todo esté limpio. 

Antes llevaba un tenedor de plástico dentro del bolso porque una vez fui a comer y el lugar estaba muy sucio, me dio asco y al final me fui casi sin comer. Siempre era yo la que tenía que quejarse y decirle algo al camero y la gente incluso me miraba. 

Son cosas que tú no eliges y se pasa mal. Por eso es importante hablarlo de alguna manera. Entender que es una preocupación que va más allá.

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