• París se ha convertido en una de las locaciones favoritas para películas y series estadounidenses.
  • Sin embargo, la capital de Francia se volvió un cliché en el que el amor siempre triunfa.
  • El rodaje se reanudó en París con 102 largometrajes y 76 series que han significado 7,000 días de trabajo.
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El 22 de octubre de 2017, cuando estallaron en la Torre Eiffel los fuegos artificiales que anunciaban el fin de la serie Sense8, los espectadores se quedaron atónitos. Ellos ignoraban que se trataba del rodaje de una escena de la serie de las hermanas Wachowski, transmitida en Netflix.

El episodio se titula Amor vincit omnia (“el amor lo conquista todo”, en español). Si el título tiene sentido con la narrativa de la serie, también ilustra un cliché que la industria audiovisual utiliza sin reparar en gastos: el de París como la capital del amor.

Los clichés y estereotipos tienen mala fama, ya que a menudo indican falta de originalidad o pereza creativa. Por eso se puede pasar rápidamente de una sonrisa divertida —ante el frenesí fotográfico de parejas chinas vestidas de boda alrededor de la Torre Eiffel— a una fuerte irritación.

En el imaginario globalizado, París evoca el cliché del amor romántico, y a una le gustaría que la ciudad no se redujera a eso.

Jugar con los clichés

Las series estadounidenses producidas desde finales de la década de 1990 han aprovechado los estereotipos de una ciudad que simboliza el amor, la moda o la gastronomía para contraponerlos a los valores de su “hogar, dulce hogar”.

Así, en Gilmore Girls —muy arraigada en Stars Hollow, un pequeño pueblo imaginario de Connecticut— Lorelei se casa con el padre de su hija, Christopher, en París. 

Sin embargo, este París, vislumbrado con vistas al Sena y un paseo por el mercado, es un cliché irreal, casi falso, al igual que la boda de la protagonista. El servicio hotelero en París también es mediocre, los franceses no trabajan como los estadounidenses… ¡Los personajes no ven el momento de volver a Estados Unidos!

Del mismo modo, en Sex and the City, Carrie Bradshaw pasea triste por la ciudad y llama a su amiga en Manhattan para expresarle su decepción. Ensucia sus bonitos zapatos con la inevitable popo de perro y se tumba bajo la lluvia en Dior. Aunque vuelve a encontrar el amor en el Pont des Arts. ¡Viva Nueva York!

París
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The Marvelous Mrs. Maisel ofrece una incursión parisina romántica y bohemia más cercana al cliché original, al encajarlo en el tono general de la serie. Esta juega con los estereotipos de la vida bohemia en el Nueva York de las décadas 1950 y 1960 al servicio de la emancipación de su heroína.

En la segunda temporada, la madre de Midge, Rose Weissman, ya no soporta la rigidez de su vida matrimonial. Tampoco las convenciones sociales de Nueva York. Es por ello que se muda a la capital francesa. Su marido, que ha ido a buscarla, también se transforma. 

Tony Shalhoub, quien interpreta a este último personaje, declaró que: “¡En París rejuvenecen, llevan ropa más suave y beben más! Esta ciudad les hace dejarse llevar. El amor que desprende infunde nueva vida a su relación”.

Como capital del amor, es también un lugar de libertad y creatividad recién descubiertas. Este guiño al tópico del París de la década de 1950 como ciudad de emancipación para los estadounidenses no está exento de sutileza y humor, ya que se encuentra con el estereotipo paralelo de una Nueva York idealizada. 

La nostalgia de los “buenos viejos tiempos” se alimenta de clichés, nos dice la serie.

La geolocalización del estereotipo

¿De qué se trata París? A muchos les exaspera la recurrencia de lugares y el conformismo que esto expresa. Es frecuente ver el Sena, algunos puentes —en particular el Pont des Arts (recordemos que los pequeños candados del amor, hoy extintos, invadieron Instagram en su momento)— la Torre Eiffel y Montmartre.

Por no hablar de los recorridos que se realizan y las distancias inverosímiles: tomar el metro en Abbesses y bajarse en Arts et Métiers o ir de Montmartre a la Torre Eiffel en pocos pasos.

En nombre de la eficacia dramática, el tiempo y los lugares de la ficción se construyen lejos de la realidad, incluso cuando aspiran a un cierto realismo. Es necesario pasar rápidamente de un lugar a otro en la acción. Las condiciones logísticas y económicas de los rodajes son también un factor de producción de estereotipos por parte de la propia industria.

El aumento constante de los rodajes en París, interrumpido durante la pandemia, se ha reanudado con fuerza, con 102 largometrajes y 76 series que han significado 7,000 días de trabajo.

Los créditos fiscales y los fondos de ayuda tienen por objeto promover París y la región de Île-de-France, como proclama el eslogan “Elige París”, en el salón anual del mismo nombre. Esto representa casi 19,000 empleos fijos y una masa salarial de 2,022 millones de dólares, incluyendo los contratos temporales.

La lucha contra la deslocalización de los rodajes es, por tanto, fuerte y la competencia entre emplazamientos muy real.

Se ejerce del mismo modo en Estados Unidos. Hay que recordar que los lugares de rodaje están a veces desconectados de los lugares escenificados por las series. Las tres versiones de C.S.I. se rodaron en estudios de Hollywood, aunque estaban situadas respectivamente en Las Vegas, Nueva York y Miami.

Dick Wolf, el creador de Law & Order, rechazó la llamada de los focos californianos para rodar en Nueva York y darle a su serie el ambiente gris de la ciudad. Pero para NYPD Blue, Steven Bochco eligió Hollywood, y el resultado fue aclamado tanto por la crítica como por los espectadores. 

La impresión de veracidad de una serie no está necesariamente ligada a su geolocalización.

Emily in Paris: ¿el colmo del cliché o la eficacia de los sueños?

Desde su lanzamiento en octubre de 2020, Emily in Paris ha sido un éxito mundial. Solo lo iguala el sarcasmo que la ha acompañado en Francia.

Su creador, Darren Starr —que ya nos hizo soñar con una Nueva York glamurosa en Sex and the City— aplicó los mismos procedimientos iconográficos. Eligió lugares emblemáticos (la panadería, la plaza de l’Estrapade, los cafés con terraza) y paseos recurrentes (los muelles, los puentes del Sena, las iluminaciones).

Esta vez ofrece la visión estadounidense de París de una joven heroína con atuendos improbables, la hija instagrammer de Carrie Bradshaw en la era #PostMeToo. 

Exasperando a los críticos, la capital es a la vez idealizada y anticuada. Los parisinos son arrogantes e inhóspitos. Con tópicos estadounidenses frente a tópicos parisinos, la serie se burla de estas oposiciones, que podrían recordar a las existentes entre las provincias y la capital.

Sin embargo, ha creado una espectacular locura inmobiliaria entre los anglosajones e invita a los turistas a un tour de Emily in Paris, al igual que ocurrió con la Gran Manzana y Sex and the City. El sueño no tiene precio.

Construcción y deconstrucción

Podría incluso afirmarse que, la mayoría de las veces, la representación de una ciudad tiene sentido precisamente combinando estereotipos y actualizaciones de estos mismos.

Es el caso de las series estadounidenses que asocian estrechamente los monumentos de Washington con el poder presidencial, hasta el punto de invadir por completo los títulos de crédito de House of Cards. 

Miami combina un escaparate reluciente con una delincuencia violenta subyacente en Miami SuperCops y Dexter. Nueva York es un símbolo tan poderoso que los títulos de crédito de The Sopranos simplemente juegan a salir de la ciudad hacia los suburbios de Nueva Jersey para evocar la fuerza del vínculo.

Pero es una ciudad poco conocida iconográficamente la que se ha llevado todos los laureles: Baltimore, con The Wire

Al negarse a emitir juicios morales, la serie de David Simon y Ed Burns sumerge al espectador en el mercado de la droga al aire libre de Baltimore y le obliga a rechazar todos los estereotipos asociados. 

Al hacerlo, levanta un espejo ante una condición urbana que va más allá de la propia ciudad y habla a todo el mundo.

París
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Lo mismo ocurre con París. Esto explica el éxito de la serie Spiral en Francia y en el extranjero desde 2005. 

Al elegir espacios vacíos y abandonados para sus investigaciones criminales —en contraste con el Palacio de Justicia de la Cité o los despachos de abogados del oeste de París— la serie examina una ciudad a la vez reconocible e incognoscible, cercana y lejana. 

Una ciudad que es la imagen de sus personajes y viceversa, articulando los estereotipos de lugares y héroes en un cambio permanente.

Lejos de cualquier juicio binario sobre los estereotipos, las series ganan en riqueza al cuestionarlas. Hurga a veces en nuestra memoria para resucitar viejos barrios desaparecidos. Por ejemplo, el Palacio de Justicia en tiempos de la Île de la Cité, o el Quai des Orfèvres, escenario de tantas series policíacas. 

¿París será siempre París?

Lejos de ser fija, la imagen de París evoluciona profundamente a través de las series. Podríamos extender esta reflexión a la imagen de Francia en otros lugares, desde los barrios de Marsella (Plus belle la vie) hasta las zonas de emigrantes de Calais (Years and Years), que renuevan las perspectivas de las historias.

Así pues, ninguna representación de París puede pretender ofrecer una imagen única y objetiva. 

Sus estereotipos son anticuados, fragmentarios, fuente de frustración o nostalgia. También constituyen una manera de herencia ficticia para cualquier nueva escritura, cualquier nueva perspectiva.

De hecho, todos ellos contribuyen a hacer de París un lugar inasible, a la vez “siempre” París y “nunca” París, fascinando una y otra vez a los creadores.

Este artículo se publicó originalmente en The Conversation.

*The Conversation es una fuente independiente y sin fines de lucro de noticias, análisis y comentarios de expertos académicos.

*Monika Siejka es docente e investigadora en storytelling, liderazgo y gestión en la Universidad de Versalles Saint-Quentin-en-Yvelines y la Universidad de Paris-Saclay.

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