• Contrario al contenido audiovisual en redes sociales, las películas son cada vez más largas.
  • La duración de las películas estaría aumentando para competir contra las series de las plataformas streaming.
  • También para justificar el costo de entrada a una sala de cine.
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Una mirada rápida al ecosistema audiovisual nos bastará para darnos cuenta de que sus contenidos son cada vez más numerosos, rápidos y, sobre todo, breves.

Nuestra atención se ve constantemente desafiada por el incesante flujo de tuits, reels, videos de TikTok, etc. Ante esta saturación —por no decir hipertrofia— del espacio audiovisual, algunos autores han señalado el riesgo de que nuestra capacidad de atención se vea comprometida o reducida.

Tal es el caso de Nicholas Carr y su ya clásico libro Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?

A la luz de esta circunstancia, cabría suponer que el diseño de material audiovisual, como películas o series, tendería a reducir su duración. Por ejemplo, Autodefensa, cuyos capítulos no exceden los 15 minutos de duración.

Sin embargo, lo cierto es que la duración de las películas no para de aumentar.

Minutos, más minutos por favor

El aumento de minutos en pantalla se advierte en películas destinadas a las salas de cine. Así ocurre en Avatar: The Way of Water (con 192 minutos de duración), la recientemente estrenada Babylon (con 188 minutos) o el éxito Avengers: Endgame (con sus 181 minutos).

Pero también se puede ver esta tendencia en películas diseñadas principalmente para ser explotadas por plataformas streaming. Por ejemplo, The Irishman (209 minutos) y Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades (159 minutos).

Incluso están aquellas orientadas a circuitos más minoritarios, ligados tradicionalmente al cine independiente o de autor. En este sentido podemos mencionar Pacifiction, la obra de Albert Serra que se desarrolla a lo largo de 166 minutos.

¿A qué puede deberse este incremento en la duración de las películas?

Antes que nada, cabe señalar que siempre ha habido películas con una duración superior al promedio. Pensemos en los clásicos, como Gone with the Wind (238 minutos) y Ben-Hur (211 minutos), por poner tan sólo un par de conocidos ejemplos.

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Metro-Goldwyn-Mayer

¿Por qué las películas son tan largas?

El aumento en la duración de las películas atiende a tres fines: el deseo de ampliar las narrativas, la necesidad de diferenciarse de la ficción televisiva (o vía streaming) y el intento de justificar el creciente precio de una entrada a la sala de cine.

Sin embargo, esta problemática no supone una novedad absoluta, sino que acentúa rasgos ya presentes en la industria cinematográfica desde el Hollywood de la década de 1950.

En aquella época, la necesidad de desmarcarse de la oferta televisiva llevó a los estudios a apostar por obras de mayor extensión, con más estrellas, efectos y espectáculo. Algo así como lo que hoy sucede con las producciones del tipo Avatar o el Universo Cinematográfico de Marvel (MCU).

En décadas anteriores los cines habían apostado por un modelo de proyecciones dobles, heredado del pasado, o por tres proyecciones seguidas. Esta era una de las razones por las que la duración promedio de una película era de 90 o 100 minutos de duración.

Irónicamente, las producciones con espíritu blockbuster, cuya duración excedía en algunos minutos la media —como Alien – El octavo pasajero (116 minutos), Back to the future (116 minutos), Ghost Busters (107 minutos) y The Goonies (114 minutos)— pasaron de ser excepciones a convertirse en la norma. Acabaron marcando el nuevo rumbo de la industria.

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Columbia Pictures

Por otro lado, el intento de ampliar las narrativas (lo que, paradójicamente, podría verse como un “intento de parecerse a las series”), sin llegar a constituir algo del todo novedoso, sí presenta matices diferentes.

Robert McKee, en su obra El guión, señala la existencia de obras con más actos de los tradicionales tres. En este sentido, cita Four Weddings and a Funeral, con cinco actos; Indiana Jones: Raiders of the Lost Ark, con siete; o El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, con ocho.

La excepción actual en las películas

Lo que en el pasado supuso una suerte de excepción comienza a convertirse en norma.

En la actualidad, el cine debe hacer frente a varios problemas. Entre estos se encuentran los cambios en los hábitos de consumo del espectador —que incluyen un descenso de la asistencia a salas—, la primacía de las series (más acordes con la idea de un consumo domestico y dinámico), la mayor oferta audiovisual y el precio de las entradas a la sala, similares al costo de la suscripción mensual a cualquier plataforma de streaming.

La industria cinematográfica, especialmente la orientada a ser proyectada en salas, parece haber concentrado su oferta. Así, ha potenciado los filmes de gran presupuesto y duración, con más subtramas y una mayor espectacularización.

Todas estas características parecen justificar el precio de la entrada y ofrecen una opción frente a la suscripción a una plataforma de streaming u otros canales de difusión.

En el caso de las producciones más indies, la mayor duración atenderá un deseo de explorar nuevas narrativas, más alejadas tanto de los discursos televisivos o mainstream, como de las grandes producciones.

Sea como sea, y mientras confirmamos la deriva del sector, tal vez resulte recomendable pedir el combo de palomitas más grandes si no queremos que se nos termine antes de que se enciendan las luces de la sala.

Este artículo se publicó originalmente en The Conversation.

*The Conversation es una fuente independiente y sin fines de lucro de noticias, análisis y comentarios de expertos académicos.

*Gabri Ródenas es profesor de comunicación audiovisual en la Universidad de Murcia.

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