Carlos Brown

Carlos Brown

Colectivo

A Carmenza Saldías, que nos ayuda a imaginar ciudades más justas

En la presentación de este espacio hablé sobre la importancia de recuperar lo colectivo para hacer frente a las crisis estructurales que enfrentamos en estos tiempos, y no podemos hablar de lo colectivo sin hablar del dinero público.

Lo colectivo se construye con los recursos de todas las personas. Las escuelas, hospitales, guarderías, parques, carreteras, puertos, mercados, graneros y demás bienes y servicios públicos cuestan; y cuesta aún más que sean de calidad y estén disponibles sin importar en qué lugar del país vivamos. Contar con pocos recursos públicos nos condena a una oferta escasa e inadecuada de lo público. Como me gusta decir en todos los espacios posibles, no hay batalla más política ni mayor reflejo de las prioridades de una sociedad que el presupuesto público. Y, por desgracia, México es el país donde menos impuestos se recaudan entre los países de la OCDE –el “club de los países ricos”– y uno de los que menos recaudan en América Latina y el Caribe, a pesar de ser una de las 15 economías más grandes del mundo.

La pregunta que titula esta entrada dice mucho sobre quien la responde. Puede parecernos poco creíble que alguien la responda de manera afirmativa, especialmente en medio de una serie de escándalos de corrupción que no han dejado a algún partido político mexicano sin señalar. ¿Cómo vamos a pagar más si los que apenas y se pagan se los roban? Así, siempre llegamos a un callejón sin salida: no podemos siquiera mencionar impuestos sin que se hable de que primero hay que acabar con la corrupción, como si fuera sí o sí un camino u otro.

La experiencia en otros lugares muestra que ese callejón sin salida es en realidad una ilusión. No es uno o el otro camino, son los dos de manera simultánea: tenemos que promover formas en que se aumenten los recursos públicos a la vez que combatimos la corrupción para construir confianza entre el gobierno y la ciudadanía. La escalera no solo se barre de arriba hacia abajo, ni podemos esperar que la clase política la barra bien si les dejamos que lo hagan por su cuenta. Esto no es un sueño ni una utopía, y el caso de Bogotá es un amable recordatorio de ello.

En una región como Latinoamérica, caracterizada por una propensión a evadir el pago de impuestos, es crucial comenzar a hablar sobre la cultura tributaria. Con esto nos referimos al “conjunto de valores y actitudes que promueven el cumplimiento oportuno y veraz de las obligaciones tributarias que a cada persona le corresponden como deber y derecho ciudadano”, según Edna Bonilla Sebá. ¿Cómo impulsar una cultura tributaria en nuestro país? Podríamos empezar en nuestras ciudades.

Bogotá es un caso emblemático en la región al haber impulsado, durante la primera administración de Antanas Mockus (1995-1997), el programa “Cultura Ciudadana”. En este se enfatizó el sentido del deber de la ciudadanía de pagar impuestos para poder exigir sus derechos en igual medida. Con un equipo liderado por la entonces secretaria de hacienda de la ciudad, Carmenza Saldías, Bogotá inició la administración de Mockus con 6 millones de habitantes y 1.5 millones de predios, donde sólo 600,000 predios pagaban el impuesto predial y el restante era resultado de la ciudad que había crecido de manera irregular e informal durante los últimos años; producto en parte del álgido conflicto civil en el país por la guerra contra las drogas.

La llegada de Mockus al gobierno coincidió con el mandato de la constitución nacional de 1991 de que la capital tuviera un estatuto propio para manejarse, lo cual ayudó a dar identidad a la ciudad. Así, el Estatuto Orgánico de Bogotá contaba con tres tipos de normas: de gobernanza e institucionales, de planeación de la ciudad, y fiscales; basadas en normas basadas en la confianza, copiadas del modelo escandinavo. Esto es especialmente relevante en un país sumido en una crisis institucional por la corrupción, la Colombia de Pablo Escobar.

En apenas un año, este programa fue todo un éxito: lograron casi duplicar el número de predios que pagaban el impuesto predial. La gente pagó voluntariamente los impuestos que debían y, además, estaba ávida por pagar. ¿Por qué? Porque la ciudad era un desastre, con pésimos servicios urbanos y equipamientos, lo que tenía a la población harta del caos territorial. Como dice la misma Carmenza Saldías, cuando una solución funciona, lo hace desde el primer minuto, y ésta se ha mantenido exitosa desde entonces. Así, el impuesto predial se transformó en el pago por el derecho a la ciudad.

Para poner el éxito de este programa bogotano en perspectiva, van tres indicadores. El primero es la recaudación de impuestos locales como proporción del total de ingresos de la ciudad. En 2019, alrededor de 70 de cada 100 pesos de los ingresos totales del gobierno de la ciudad de Bogotá provinieron de impuestos locales, donde se incluye el también exitoso Impuesto de Industria y Comercio. En el mismo año, la ciudad mexicana campeona en recaudación propia –la Ciudad de México– alcanza 36 de cada 100 pesos por la misma vía. El segundo es que en Bogotá sí hay quienes pagan de manera voluntaria más de lo que les toca: el 0.4 por ciento de los predios hicieron una aportación voluntaria adicional en 2018. El tercero es que, tras casi 30 años, Bogotá no ha requerido una reforma fiscal para hacer frente a sus obligaciones, contrario a lo que ocurre en la mayor parte de América Latina.

¿Por dónde empezar a cambiar el panorama en México? Pues empecemos en nuestra ciudad o localidad. ¿Sabes de dónde viene y a dónde va el dinero que pagas en impuestos y derechos locales? Para el caso de la recaudación de impuestos y derechos, puedes revisar este mapa de la recaudación municipal para ver qué tal le va a tu municipio. Para el caso del destino del dinero, puedes comenzar consultando si tu ayuntamiento publica la información del gasto municipal en su respectivo sitio web, porque por desgracia muchos no lo hacen a tiempo ni en un formato amigable aunque es su obligación. Si no lo hacen, lo puedes exigir porque es tu derecho saberlo.

El cambio social no empieza en uno, pero empezar a exigir cuentas a nuestros gobiernos –más allá de votar en una urna cada tres años– que usen bien nuestro dinero sí transformará nuestras comunidades. Apostemos por construir una sociedad donde pagar impuestos de más sea algo que hagamos con gusto.

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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