• El reciente anuncio del metaverso de Facebook/Meta pone en duda muchas cuestiones sobre la privacidad en el mundo virtual.
  • La autora de "Privacidad es poder", Carissa Véliz, recuerda que "digitalizar algo conlleva vigilancia".
  • Véliz confía en que seguirán llegando razones "para rebelarnos" y reivindica que ha llegado el momento de contar con la "autonomía" de los usuarios.

«El simple hecho de digitalizar algo conlleva vigilancia», dice Carissa Véliz, autora de «Privacidad es poder», uno de los libros del año sobre privacidad. Estos son sus pensamientos iniciales sobre el recién anunciado metaverso de Facebook.

Mark Zuckerberg, CEO de Facebook (ahora Meta) dio hace unos días los primeros detalles sobre cómo sería el metaverso que está construyendo su compañía. Una nueva dimensión digital en la que los usuarios podrían interactuar entre ellos con una «sensación de presencialidad», según recalcó el empresario, y que podría cambiar para siempre el rumbo de la industria tecnológica.

Un nuevo mundo en línea en el que Meta espera que vivamos, nos relacionemos e incluso trabajemos. Uno en el que se digitalizará incluso nuestro entorno más inmediato.

El metaverso que Zuckerberg imagina es uno en el que los usuarios interactuarán entre ellos mediante avatares y dispositivos como las gafas de realidad virtual. Algunas obras de ciencia ficción recientes, como «Ready Player One» o el episodio «San Junipero» de la serie «Black Mirror» anticipan este fenómeno que el dueño de Meta quiere convertir en realidad.

«En este futuro podrás teletransportarte instantáneamente como un holograma para estar en la oficina sin tener que desplazarte, en un concierto con amigos o en la sala de tus padres para ponerte al día. Esto abrirá más oportunidades sin importar dónde vivas», adujo Zuckerberg. «Piensa en cuántas cosas físicas tienes hoy que podrían ser hologramas en el futuro».

Ante estas entusiastas afirmaciones, Véliz lo tiene claro. La lucha en defensa de la privacidad deberá acelerarse y adaptarse. «Adaptarse en el sentido de que se adapte esta lucha, no en el sentido de aceptar cualquier cosa que venga», matiza.

Véliz es filósofa, profesora de la Facultad de Filosofía y del Instituto de Ética de Inteligencia Artificial en la Universidad de Oxford. La conversación con ella tuvo lugar un día antes de que Zuckerberg  ahondase en los detalles sobre lo que será su futuro metaverso. 

Los medios entonces habían avanzado la posibilidad de que la tecnológica anunciara un cambio de marca para enfocarse en este nuevo producto ante la crisis desatada por los Papeles de Facebook, y Véliz ya vaticinó lo que podría ser este metaverso y recordó que «digitalizar algo conlleva vigilancia». «Aquello que se digitaliza se hace buscable, se hace rastreable».

Por eso, la autora reivindicaba en declaraciones a Business Insider España la necesidad de «hacer un esfuerzo por preservar el mundo natural». «El mundo de las cosas analógicas. El mundo en el que puedes ir a dar un paseo sin teléfono, sin que nadie sepas dónde estás, qué estás haciendo ni con quién».

Nadie respeta la autonomía de los usuarios

Lo que sentó las bases de la economía de los datos fue el impulso de las grandes firmas tecnológicas como Facebook o Google. Una economía que por ahora es la de los datos personales, y a la que, en palabras del comisario europeo de Mercado Interior, Thierry Breton, Europa llegó tarde (y espera que no le pase lo mismo ante la esperada ola de los datos empresariales).

Pero la decidida apuesta por el metaverso que Facebook (y que ya se acompaña de anuncios igual de entusiastas por otras grandes corporaciones como Microsoft o, a su manera, Google) supone un alto en el camino, una profundización en el potencial que siguen teniendo los datos personales de sus usuarios.

Por ejemplo, la especialista en reputación digital, Selva Orejón, ya advertía cómo el metaverso ayudaría a digitalizar hasta cómo nos movemos por casa.

Gemma Galdon, especialista en ética algorítmica y CEO de Eticas Consulting, también ha explicado cómo la innovación tecnológica en realidad es una innovación enfocada al consumo, y no a resolver problemas sociales. Por eso Véliz quiere «invitar a la gente a pensar» con este punto de vista:

«Cuando Google crea un producto como por ejemplo Google Maps, ¿por qué lo hace?, ¿es porque es bueno?, ¿es porque quieren ayudarte? No, lo hacen para recopilar todavía más datos tuyos. Cuando Facebook quiere desarrollar el metaverso y te venden unas gafas que graban todo lo que ves, no es que quiera ayudarte, quiere apoderarse de ese mundo».

La autora hace referencias al origen de la ética práctica y a qué puede aprender la ética digital de la ética médica. «Uno de los conceptos nucleares de la ética médica es el de autonomía: el derecho y la capacidad que tienen las personas, los pacientes, de autogobernarse. De decidir cuáles son sus valores y vivir acorde a ellos».

«Antes de que existiese la ética médica, si ibas al médico te podían suceder cosas horribles que hoy son inimaginables. Desde que el médico te inscribiera a un experimento a que no te dijera qué enfermedad sufres. Entonces, el deber de los pacientes era escuchar al médico y punto. Incluso si te sometían a cirugía, el médico podía prestar tu cuerpo a estudiantes en prácticas», detalla.

«La ética médica plasma que el paciente tiene una autonomía que se debe respetar, y el trabajo del facultativo es explicarle el diagnóstico y sus posibilidades», continúa. En el ámbito tecnológico ocurre algo similar. «Hasta ahora no se nos había preguntado nada a los usuarios».

Acumulando razones «para rebelarnos»

Steve Jobs «fue un genio», aclara Véliz, «pero tenía una idea: que la gente no sabe qué quiere y que él les ofrecería productos espectaculares». Sin embargo, la filósofa entiende que eso lleva también «a crear productos que no son tan alucinantes». «Productos que enganchan, a pesar de que no nos queramos enganchar a ellos».

«El contenido que más nos engancha es el que es negativo y nos hace daño. Las tecnológicas nos lo pintan como que es el contenido que la gente disfruta. Pero engancharse y disfrutar son cosas muy distintas», apunta Véliz.

Lo cierto es que a pesar de los escándalos que han protagonizado las grandes tecnológicas en los últimos años, muchos activistas en defensa de la privacidad son conscientes de que estos debates todavía no son mayoritarios. Por eso Véliz duda antes de responder si la población ha acabado inmunizándose ante estos problemas. «Sí y no».

«Por una parte, cada vez que sale algo que debería ser absolutamente escandaloso, como fue el escándalo de Pegasus, parece que no hay el suficiente escándalo», señala. «Pero la gente es cada vez más escépticas con las grandes tecnológicas. Hace siete u ocho años Zuckerberg era un héroe. Era de los buenos, de nuestros salvadores», continúa.

«Hoy casi nadie comparte esa imagen. Creo que conforme la gente tenga más escepticismo a esas nuevas narrativas y conforme acumulemos peores experiencias, como que nos roben nuestra identidad o erosionen nuestras democracias, seguiremos acumulando razones para rebelarnos».

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